Querido Hospital de La Paz:
Mi mujer se llama XXXXX, y nuestros dos nuevos hijos, se llaman XXXXXl y XXXXX, e igual que muchos padres que escriben cartas dirigidas a sus médicos, tendremos que guardar un secreto a nuestro hijos. Ese secreto, es el siguiente, que por lo que se ve se repite una y otra vez:
“Hijos, hay una cosa que ahora no podemos contaros, porque ahora sois muy chiquititos, pero que ya comprenderéis cuando llegue el momento. Cuando seáis mayores. Ahora no podéis comprender el milagro”.
Y tan cierto es que se trata de un milagro, que nosotros vinimos con todas las premuras del mundo, con una única hoja en la que decía que ambos gemelos, estaban EN AUSENCIA DE LATIDOY MOVIMIENTO.
En ese MILAGRO, conocimos a unos hombres, que se llamaban Beatriz Herrera, Jose Luis Barta, Francisco López, y Roberto, y que trabajando en equipo, analizaron las posibilidades de vida de dos fetos, en lo que si no fueron dos horas, por lo menos para mi si lo parecieron, y en las que mi mujer, se estremecía de dolor, y de pena, mientras dos fetos, prácticamente, uno no tenía líquido amniótico, mientras el otro, tenía demasiado.
En esta situación de pánico para los mortales, unos hombres llenos de optimismo, nos transmitieron que todo iba a salir bien, increíble. Empezaba el milagro. Y trabajando en equipo, algo a lo que ya casi no estaba acostumbrado a ver, diseñaron la operación. Cómo iban a salvar a dos niños, a los que apenas les quedaban líquido amniótico. Jose Luis, no hacía más que preguntarles, con humildad, cómo harían ellos la operación. Se ve que ocho ojos ven más que dos.
Sobre las tres horas después, Jose Luis, salió empapado de sudor del quirófano, para decir que si, que el milagro había sido hecho. Si, por supuesto, él sabe que puede hacerlo, a pesar de su gran modestia, o de que aunque no lo quiera reconocer, tiene el papel de ángel de muchos de los que tienen que venir, y sin sus manos, no vendrían. Solo había que esperar unas horas para confirmar que la operación había salido bien.
Luego, a mi mujer, le tocaba aguantar el tirón, pero en manos de todas las enfermeras y médicos que la cuidaron, se consiguió normalizar su salud. 140 pulsaciones por minutos, el hierro, el hematocrito, por los suelos, las transaminasas disparadas, después de que cuatro litros de líquido amniótico, la oprimiera hasta un punto en el que solo sus órganos lo supieran. Pero por supuesto, con paciencia, eso era subsanable.
No obstante, tal y como ellos sabían llegar a la semana 32 de embarazo, iba a ser difícil, aunque la evolución después de la operación fue extraordinaria. Y así, en la semana 30, todo se desencadenó. Ya todos sabíamos que irían a neonatología, a que muchas personas, que los cuidarían por las noches como ángeles, terminasen el milagro.
Desde luego, en manos de la Doctora Escribano, y de cada una de las enfermeras y enfermeros que los cuidaron, y que les cantaron, y estuvieron pendientes, noche tras noche, sabíamos que estaban siendo cuidados por las mujeres enfermeras que pudiera haber. A toda esta legión de gente con HUMANIDAD, les damos las gracias.
Mujeres que tenían mucho que enseñar, y de las que en cada gesto, en cada mirada, había más sabiduría de la que he visto últimamente, en el país que nos rodea. Y en las que en muchas, escuché una frase que se repetía como una cantinela que se perdía sin que nadie la oyera, como si fuera un rumor que se perdía en una caracola de mar, pero que no por perderse, era menos cierta:
“No sabemos lo que estamos perdiendo en este país”
Si, y cierto es porque no saber que vivimos en un país, en el que cuando estamos enfermos, se nos saca adelante, es lo mejor que puede ofrecer un Estado. Pero solo se sabe cuando se vive.
Y es de este modo, como gracias a muchas personas, nuestros hijos, han podido venir a nosotros. No obstante lo más importante, es que les van a dar la posibilidad y oportunidad de vivir. Pero no se nos olvida, y no lo haremos, que el gasto que ha implicado esto, sería no el de la suma de todas nuestras declaraciones de la renta de toda la vida, sino, el de posiblemente, el de las declaraciones de varias generaciones. No desconozco que esto en Estados Unidos, me hubiera costado unos cuantos millones de dólares.
Así, espero que cuando nuestros hijos, tengan la capacidad de comprensión, y no sea este relato, un hecho que les impresione tanto como a mi, espero que puedan venir a conocer a las personas que les salvaron las vidas, y de cómo salvaron a su madre de una situación más que delicada. Espero que el tiempo pase lento, pero que algún día conozca a Beatriz, Esperanza, Jose Luis, Francisco, Roberto…. Y a todo el mundo.
De este modo, deseamos con toda nuestra fuerza, que todas las personas que puedan tener las mismas complicaciones que nosotros tuvimos, que La Paz pueda seguir ayudándolas, aunque muchas veces, sean las mismas que pidan recortes sociales, sin saber que la sanidad privada, se va a desentender de sus casos, y que siempre será ese hospital llamado La Paz, aquel que me parecía tan grande cuando iba con mi padre, a la Ciudad Deportiva del Real Madrid todos los fines de semana, y que ahora parece tan pequeñita, en relación a las cuatro torres, que la ocultan como metáfora de que el dinero parece ser lo más importante en estos tiempos, sin saber que no, que el lugar en el que se hacen los MILAGROS, se llama LA PAZ.
Y así será que haya más padres que les digan las siguientes palabras, a sus hijos,…. Afortunadamente:
“Hijos, hay una cosa que ahora no podemos contaros, porque ahora sois muy chiquititos, pero que ya comprenderéis cuando llegue el momento. Cuando seáis mayores. Ahora no podéis comprender el milagro”.
Insisto, esto es una carta de agradecimiento, y no la hago para que haya ningún tipo de debate.