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La solución
Andrés Calamaro
A mí me gusta escribir canciones porque me gusta cantarlas: sin letra, no
tendría nada para cantar. El fuego sagrado es la voluntad para agarrar la
birome o la guitarra. La inspiración propia de los autores es la voluntad de
sentarse a tocar o de abrir el cuaderno. Creo que ése es el movimiento más
importante, porque el gran esfuerzo es sentarse a tocar, o tomar lápiz y
papel. Para escribir es necesario que un minuto entero de música venga
seguido por otro minuto entero de música, y que después sea una hora y otra
más. En algún momento, también es bueno saber el título de la canción que
uno quiere inventar. El título es lo primero que aparece, aunque a veces no
aparece nunca. Pero si lo tenemos, hay algo por dónde empezar.
No hay gran diferencia técnica entre una canción y otra. Cualquiera puede
inventarse esta misma noche una canción como las de los Beatles o los
Rolling, aunque después está la cualidad de los músicos. El salto de calidad
es una cuestión más bien espiritual, que puede marcar una diferencia
abismal. Pero todos tenemos la posibilidad técnica de escribir una canción
de Bob Dylan. Hagamos la siguiente prueba: nos sentamos a escribir una
canción, pero agarramos un librito de canciones y simplemente copiamos la
canción de otro. Bueno, acabamos de escribir una canción. Después hay que
escribir la canción pero sin el librito adelante: puede ser de memoria o
escuchando el disco. Y después escribirla con una guitarra en la mano.
Entonces no sabemos si escribimos cinco canciones, una sola o ninguna. Pero
al menos ya conocemos un poco el papel y sabemos en qué momento del día nos
gusta. Yo compongo en cualquier momento, que no es lo mismo que en todos los
momentos. Difícilmente la música y la letra no llegan juntas. Si te sentás a
escribir unos versos, vas a tener detrás una música, una métrica.
Hacer una canción no es un movimiento privado de los músicos ni mucho menos:
cualquiera puede sentarse a escribir sólo con el movimiento de los versos.
Los letristas también son músicos, pero escriben con una métrica standard en
la cabeza, se imaginan un rocanrol en sílabas. Yo escribo con el Cuino
(Marcelo Zcornick) y Jorge (Larrosa), poetas de la Zurda. Por cortesía, no
puede uno sentarse a escribir delante de las visitas, porque es un momento
privado para dedicarlo al arte de la tontería. Sin embargo, hacer un equipo
es, muchas veces, la forma de no sentarse a escribir solo. Inventamos
diferentes formas. La verdad es que la música y la letra tienen que
colaborar. La música de una canción es como dibujar el olor de las flores.
Entre las armonías hay mucho del sentimiento de una canción. La esperanza
está igual entre los acordes, las palabras o los colores. Hay que tratar de
que los versos que te regalan sean una ayuda y no un problema, que sirvan
para resolver la canción. Muchas veces lo que queremos es la canción para
cantar, entonces hay que pensar que la letra va a ser la solución para la
canción. Entre otras cosas, porque las palabras no mienten.