Repito, es un caso luctuoso y desgraciado; y es cierto que no es aislado del todo; pero, aunque no sea plausible reducir los problemas a estadística, ¿cuánto representa este hecho singular con respecto al total?
¿Han de tener miedo los padres al mandar a sus hijos al colegio o es un hecho que cabe como posible; pero es remoto?.
Si fuera un hecho epidémico, cabría tomar medidas, como en el caso de la violencia doméstica, o crímenes pasionales (no se me verá usar el término de género y menos el nuevo machista, a ver si los periodistas, los psicólogos y los educadores son tan dañinos como el daño que pretenden paliar).
Este mundo comporta caos, comporta muerte , comporta locura, y hasta idiotez; desde luego que se minimicen los riesgos de que ocurra un caso como este o que otros muchos no lleguen a más de lo que llegan es una buena cosa; pero, vuelvo a lo ya expuesto antes: no a fuerza de crear un mundo parcheado, suele ser peor el remedio que la enfermedad y no se garantiza que alguno no se suicide.
¿ Cómo se puede cambiar el mundo?, ¿ con idealismo utópico buenista?, no creo, además mi experiencia me indica que suele ser peligroso, ¿ vamos a sustituir la bajeza, la pena o la idiotez por decretos o medidas cautelares?, no lo creo y es un costo como otro cualquiera.
Sin duda se puede reponer que los modelos podrían ser otros, a lo mejor: estudiar, expresarse con corrección, educar la inteligencia que nos diferencia de los zurrutos, valorar más la poesía que el fútbol o, todavía peor, dar patadas sin más. Sí; pero hablamos dentro de ciento cincuenta años, no a base de parches.
Ah, que vivimos menos, ya, pues igual ese es problema, que tenemos prisa, somos como los músicos que tocan poco en público, que suelen tocar de manera que parece que es la primera o la última vez que tocan: nos lo han de exponer todo ( sobre todo en el jazz).
Lo feo, lo caótico, la enfermedad no puede parchearse, y de hacerlo, que sean los juristas por favor, no los juristas al dictado de ñoños, sosos o asustadizos.
Mi padre, que por cierto estudió Magisterio entre otras cosas, me llegó al colegio con una herida en la cabeza sin curar, ya casi tenía fiebre, era al medio día ( yo tenía el cole cerca y comía en casa) y mi padre pensó que era mejor acudir con ello fresco (bueno, casi fui con gusanos) para que no se dijese que me la había hecho fuera, mi padre le echó un rapapolvo del copón al maestro seglar aquel, Don Eugenio, que no se me olvidará, tenía la pura costumbre de dar con una vara en la cabeza. Lo peor no era eso, era de los que favorecían a los enchufados, que existían y no eran favoritos por nada que tuviese algún fundamento, ni siquiera por estirpe o fortuna, solían ser unos tontolabas orejudos.
En el colegio, hasta que no llegamos a la adolescencia y me convertí en un líder incontestable que hacía lo que me daba la gana ( lo que me costó pillar desprevenidos al resto con sus penes, su fútbol a mis compañero, o su sotana molesta a los curas, la bajeza y pequeñez que los dejaba al alcance de cualquiera con dos dedos de frente), también lo pasé mal, ser ateo desde los cinco años, tener imaginación, ser blandito y no jugar al fútbol, tener una madre castrante y con otras características dañinas para la formación y favorecedoras del miedo, mi sombra, ser torpe con las matemáticas, todo eso no me ayudó y hubo momentos demoledores , dañinos, desoladores, hubo pena; pero algo habría que me hizo tirar para delante y mearles a todos a partir de los doce años o así. Desde luego ganar todos los concursos de pintura y dibujo ayudó, que poco a poco fuera el habilidoso, primero en esto, luego en lo otro y acabara siéndolo en quitar sujetadores y bajar bragas (que es la cima de lo adverso para los niños o adolescentes acomplejados)
Pero, es verdad, hay otros que no tienen tanta suerte, o que no tienen inteligencia, o que tienen mucha; pero no saben canalizarla, o padres bobos, o porque sí, sin más.
Afortunadamente, los colegios y la sociedad, cincuenta años después de lo que contaba por encima, ofrecen más garantías.
Pero mañana se caerá una tapia y sepultará a uno que pasaba, o cruzará un ciervo una carretera y se estampará contra él uno con el coche o uno decidirá que no quiere vivir; espero que los titulares no pidan venganza y se acabe con las tapias, los ciervos o la vida en libertad.