En este caso, la duda es "si yo tengo algo que aportar". Y bueno, ahora viene otro topicazo. Si consigo que tan sólo una persona saque algo positivo de lo que cuento, para mí ya habrá valido la pena.
Vamos al follón, que no tengo toda la noche.
Ecualización.
Cuidemos pasarnos de graves.
Los graves son importantes porque nos sujetan a tierra, nos conectan con el primer chacra (lo mismo es el momento de dejar de leer y dedicarte a algo mejor), hace que nuestras relaciones tengan cuerpo, sean sólidas y que aguanten cualquier meneo. La vida puede ser muy dura, amigo.
El exceso de graves, ya te puedes imaginar. Nadie te soporta, ocupas mucho espacio y ensucias la comunicación, haciéndola casi insoportable. También te vuelve tristorro y pesado. La gente te ríe las gracias una vez, pero sientes que huyen a veces cuando apareces por la esquina.
Al contrario, la falta de graves te deja flotando a dos metros sobre tierra. Nadie quiere montar negocios contigo, no creen que puedas ser parte de un cimiento mínimo que aguante ese proyecto.
Agudos. Cuando nos pasamos de agudos, la gente se tapa las orejas, te hacen el hueco mientras te dejan hablando solo, mientras se van a la cocina buscando algo fuerte de beber.
No es mala cosa tirar de agudos, con moderación, claro. Tu conversación se sale un poco de lo ya conocido, aparece cierto ingenio y te haces notar sin llegar a ponerte pesado. Así que, un poco gusta, pero si te pasas te vas quedando solo, tratando de contarle alguna historia al tipo que se pasa de graves.
Si faltan los agudos desaparecemos en la maraña de información que nos rodea.
El agudo es esa persona que te cuca un ojo sin conocerte, que te cuenta un chiste al salir del entierro, y esa persona que te deja pasar por la cola del supermercado porque ve que sólo llevas una botella de leche. Gente despierta.
Los medios. Si exageramos los medios nos ponemos un cartel imaginario en la frente que dice: soy un mediocre. Logras desagradar tanto a los graves como a los agudos.
Curiosamente, entre ellos, los mediocres se suelen llevar bastante bien, así que, puede que nunca te quedes solo.
Entonces, parece que lo que nos queda es una especie de línea estática que traspasa el cuadro de ecualización por su parte central.
Y no, no van por ahí los tiros. O por lo menos es lo que me parece a mí.
Lo que propongo es ser ecualizadores dinámicos, que vamos adaptando todo el espectro de formas más o menos sutiles, dependiendo de las circunstancias. Tal y como lo hacemos en la mezcla de una canción.
Ecualizando nuestra vida, nuestra actitud. Ajustando nuestro flujo de comunicación para que cada escenario se convierta en la canción perfecta.
Habló el gran Capitán Kokorikó. Más listo no lo paren.