El turbio negocio de los derechos musicales en televisión
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¿Sabía que usted puede 'apropiarse' una obra de Beethoven, con solo cambiar una nota? Varias empresas y autores desconocidos registran en la SGAE temas de música clásica libres de derechos: desde Mozart a Chopin. Estas piezas se difunden en programas de televisiones públicas y privadas, como 'TVE es música'. Las cadenas se llevan un porcentaje como 'editoras'. La SGAE ha abierto ya once expedientes disciplinarios para acabar con estas malas prácticas
23.05.2013 | Mireya Marrón
La sonata en sol menor número 7 fue compuesta por Antonio Vivaldi en 1705. Pero también cobran por ella unas no muy conocidas autoras españolas: Ana María Beltrán y Gloria Tubio.
El Rondo Caprichoso fue creado por Ludwig Van Beethoven. Y, según lo que se ha registrado en la SGAE bajo declaración jurada, también cobran por su interpretación Beltrán y Tubio.
El Vals de la Serenada es de Tchaikovsky. Y tiene algo que ver con él Fernando Bermúdez, socio fundador de la compañía Eurodeltamusic.
El Adagio más famoso es de Albinoni –en realidad lo compuso Remo Giazotto–, pero también cobra algunas veces por su comunicación pública otro socio de la misma empresa, Manuel Carrasco.
Fernando Bermúdez y Manuel Carrasco son dueños de Eurodelta Music, una empresa que produce el programa "TVE es música" para RTVE. Es un espacio donde jóvenes músicos interpretan repertorio clásico y que se emite en distintos canales de la televisión pública, normalmente en horarios de madrugada. Ana María Beltrán, que comparte obra registrada en la SGAE con lo mejor de la historia de la música clásica, es la esposa de Fernando Bermúdez. Gloria Tubio es la madre de Manuel Carrasco.
Bermúdez, su mujer, Carrasco y su madre llevan años registrando a su nombre decenas de obras del repertorio clásico por las que después cobran de la SGAE. Eurodelta Music y allegados bordean la legalidad para beneficiarse de los derechos de autor de creadores como Mozart, Chopin, Schubert, Tchaikovsky o Beethoven, entre otros muchos compositores clásicos ya fallecidos. Como su muerte se produjo, en todos los casos, hace más de 70 años, su música forma parte del dominio público: un patrimonio de la humanidad que nos pertenece a todos y a ninguno. Según la legislación española, una obra queda libre de derechos cuando ha transcurrido ese tiempo desde la muerte de su autor.
La ley también permite la trampa: reelaborar nuevas versiones a partir de esos originales, unas reediciones que generan derechos de autor durante 25 años. La ley no obliga que la nueva versión sea especialmente original: basta con cambiar una simple nota u orquestación en la partitura para que la SGAE acepte el nuevo registro. Eurodelta Music utiliza este truco para registrar así obras clásicas y después rentabilizarlas por televisión. Basta con buscar un joven pianista que interprete esa partitura supuestamente reeditada para la programación de madrugada de RTVE. El resultado suena así.
El vídeo está subido a Youtube por Eurodelta Music. En teoría, según figura en el rótulo, el autor de este Opus es Franz Schubert. Pero en el registro de la SGAE aparece también a nombre de Ana María Beltrán, la mujer de Fernando Bermúdez. La música que finalmente emite Televisión Española es indistinguible de la partitura original. En apariencia, no cambia ni siquiera una nota sobre la obra clásica reeditada. Pero así, gracias a este rentable truco, los dueños de Eurodelta Music y sus familiares pueden cobrar de la SGAE unos suculentos derechos de autor.
Cada minuto de difusión musical en televisión genera grandes beneficios, 200 euros de media según las tablas más recientes. Teniendo en cuenta que no son obras precisamente cortas, y que una misma pieza puede llegar a emitirse varias ocasiones en un año en distintos horarios, los beneficios que se logran así son notables. La SGAE no da datos concretos de cada autor, pero es fácil calcular una facturación millonaria a partir de las tablas.
Otras 11 productoras musicales podrían realizar prácticas similares
Fuentes de Eurodelta, consultadas por Vertele, aseguran que en su repertorio colaboran un total de 120 autores, entre ellos las mencionadas Ana Mª Beltrán y Gloria Tubio.
Eurodelta dice ser solo una de las múltiples productoras musicales – en torno a 15- que trabajan en el programa ‘TVE es música’. En los últimos dos años, Eurodelta TV ha producido un 4.8% de los contenidos musicales de la televisión pública. El resto correspondería a otras compañías similares, según el dato que nos da la compañía de Fernando Bermúdez y Manuel Carrasco.
Esta productora, nacida hace 6 años, también realiza programas musicales para otras cadenas españolas (Antena 3, Telemadrid, Canal Sur, TV Aragón, TV balear y de Extremadura) y 5 cadenas americanas.
Desde Eurodelta explican que la SGAE no exige, en estos momentos, ningún requisito especial para permitir el registro de una versión de una obra clásica, si los derechos del compositor han pasado a dominio público. Es decir, que la obra registrada puede ser prácticamente igual a la original, y podría ser igualmente registrada.
Eurodelta asegura que “no está de acuerdo con la normativa de la SGAE a este respecto, y hace tiempo ha solicitado que exija a los autores una serie de variaciones concretas para que su obra pueda ser considerada auténtica y no un mero plagio de la original”, lo que no impidió que cuando Antón Reixa, Presidente de la SGAE, manifestó su desacuerdo con este tipo de prácticas la empresa se pronunciara con dureza contra su toma de postura pública.
Esta productora mantiene “que ya hace unos años dejó de incluir en sus programas temas musicales de obras clásicas de dudoso arreglo con autores fallecidos”, aunque reconocen “que han producido alguna de estas piezas, de forma excepcional, que incluyen variaciones evidentes en la nueva versión”.
Eurodelta dice que en los 70 últimos programas (entregas) que ha producido para TVE, en ninguno de ellos había piezas clásicas de dudoso arreglo o de autores fallecidos.
La empresa cree que su criterio es compartido con el resto de productoras musicales que trabajan para TVE y otras cadenas, lo que no quiere decir que en la práctica se siga haciendo, aprovechando este subterfugio legal.
Ganan todos menos los verdaderos autores
RTVE y las cadenas privadas y autonómicas no solo son conscientes de este lucrativo subterfugio sino que también participan del negocio de programas que se emiten en horarios de mínima audiencia. Gran parte de estas partituras clásicas están registradas también a nombre de las cadenas de televisión. Como ejemplo, la Corporación Radio y Televisión Española SA aparece en los registros de la SGAE –se pueden consultar desde su web– como "editor" de la partitura. El editor de una obra de música clásica, dependiendo del contrato con el autor, se lleva un máximo del 33% de los derechos de autor, en función de los acuerdos particulares que se hayan realizado.
Pero, ¿qué sentido tiene que las cadenas paguen derechos por una obra en el dominio público si solo recuperan un tercio de lo que pagan? Sencillo. Es una fórmula para abaratar la factura que cada año pagan a la SGAE.
El acuerdo entre la Sociedad General de Autores y Editores y RTVE, por ejemplo, contempla actualmente el pago del 2,53% de lo que ingresa por subvenciones y patrocinios, puesto que no tiene publicidad convencional. En el caso de las cadenas privadas es el mismo porcentaje sobre facturación publicitaria. En el 2011, según lo publicado en la memoria de la SGAE, RTVE pagó 19.800.000 euros.
Al programar varias horas al día de música clásica, TVE consigue recuperar parte del dinero que paga a la SGAE. Los perjudicados, de ese modo, acaban siendo los músicos españoles de éxito, que tienen que repartir sus ingresos con los falsos compositores que firman junto a Chopin, Vivaldi, Mozart o Beethoven.
La SGAE asegura que “tenemos una actitud proactiva contra estas malas prácticas”
Antón Reixa ya señaló directamente estas prácticas fraudulentas en un comunicado que hizo público la SGAE el pasado mes de marzo y que le costó una enorme polémica con algunos socios. En su carta decía que: “si se revisa la lista de compositores con mejores ingresos del año pasado, se tiene que pasar antes por una creciente nómina de autores (reales o presuntos) con nombres absolutamente desconocidos para el gran público».
El comunicado se público el pasado 13 de marzo con el título de ‘¡Viva la música!’ y denunciaba también que “las editoriales dependientes de las cadenas de televisión, salvo contadas excepciones, solo firman contratos con autores dispuestos a ceder el 50% de los derechos. Incluso, y aún peor, la producción de la mayor parte de la música que emiten es financiada por el 50% autoral, ya que las televisiones propician o, por lo menos, toleran (o simplemente se inhiben en el asunto) la intervención de una serie de intermediarios que pagan esa producción pactando cesiones de coautoría con los creadores reales. Es decir, el mundo al revés: los autores financiando a los editores. Y son esos intermediarios (¿autores? ¿productores?) los que encabezan el ránking de compositores con mayor recaudación de SGAE con cantidades que restan ingresos al resto”.
La toma de postura de Anton Reixa contenía una extraordinaria dureza, ahora justificada por las revelaciones hechas en este artículo:
“Las prácticas a las que se acoge esta red son varias: utilizar dominio público y forzar a compositores a ceder la autoría total o parcial de los arreglos; cobrar irregularmente; cruzar repertorio (“en mi programa grabas una tuya y dos mías”); exigir los gastos de producción a los autores reales; falsear los títulos de las obras para burlar los límites del reglamento; imponer porcentajes fraudulentos de coautoría a los responsables efectivos de las músicas de fondo, jingles, sintonías de transición y cabecera y programas nocturnos; o enmascarar con nombres de testaferros las autorías y esquivar así los contratos editoriales de los verdaderos artistas.
Pero todos tienen en común la cesión del 50% de los derechos a las editoriales de las televisiones, que así no sólo amortizan parte de lo que pagan a la SGAE, sino que consiguen sin gasto ni inversión algunos toda esa producción sostenida, en realidad, por el 50% autoral. ¿No es notablemente llamativa la proliferación de esas presuntas ambientaciones, apenas audibles, a cargo de pequeñas orquestinas en los magazines o en las tómbolas o tarots nocturnos? ¿Cómo se puede entender que, mientras las emisiones diurnas han desterrado los programas musicales, las madrugadas televisivas están repletas de música inédita y que no podremos detectar en otros medios de difusión? Es una música que ya nace muerta y acaba normalmente en esa casi clandestina explotación”.
Y seguía este comunicado: “Como todas las prácticas sectarias y fronterizas con la legalidad, estos intermediarios (que concentran las mayores recaudaciones) apenas superan la docena y los tentáculos de sus más directos beneficiarios engloban a poco más de cincuenta autores (reales o presuntos)”, lo que provocaba otro conflicto, que ponía en cuestión el sistema electoral de la propia SGAE, que basa su representatividad en los ingresos de sus socios.
Estos intermediarios “concentran, sin embargo, con su entramado de testaferros y cesionarias un número muy relevante de votos que aspiran a controlar la SGAE”.
¿Verifica la SGAE los cambios antes de permitir el registro?
Consultada la SGAE por Vertele su responsable de Prensa señala que “cuando alguien registra una partitura musical hace una declaración jurada de que su obra es auténtica y original, o que contiene arreglos, si es el caso”.
Se entiende que la partitura presentada es una obra nueva cuando un especialista de la Sociedad de Autores constata que la composición clásica sufre alguna variación sobre el original, aunque no está definido por ley en qué tienen que consistir estos cambios, por lo que cualquier oído profano sería incapaz de constatarlos. Sin embargo, otras fuentes consultadas por este portal nos dicen que es tal la cantidad de solicitudes de registro de obras que recibe diariamente la SGAE, que sus expertos musicales no tienen tiempo ni capacidad técnica para comprobar si existen modificaciones en todas ellas y verificar la autenticidad.
Lo que dudamos es que Bach, o sus herederos -que ya no poseen los derechos del autor por ser de dominio público-, se levanten de la tumba para reclamar su autoría.
Las cadenas (TVE, por ejemplo) o algunas productoras (Sony, Warner, etc) sí pueden figurar en el registro como “editores” de la partitura. En estos casos la norma general es que cobren un máximo de un 33% en obras sinfónicas (las clásicas de autores fallecidos hace más de 70 años) y un 50% en el resto.
Lo que cuenta hoy Vertele es la confirmación de lo expuesto en aquel comunicado, que ya ha obligado a la Junta de la SGAE, según fuentes de la sociedad, a abrir once expedientes disciplinarios, por prácticas de registro irregular de derechos de autor, que están en fase de diligencia, y de cuya resolución se tendrá noticia en las próximas semanas.
A raíz de este comunicado la SGAE ha establecido conversaciones con las cadenas de televisión, y específicamente con TVE, para consensuar un código de “buenas prácticas” que acabe con este tipo de comportamientos.