Historias Verdaderas (Ven Capitán Trueno, haz que gane el bueno)

Capitán kokorikó
#1 por Capitán kokorikó el 29/09/2024
Allí estaban, en el escenario, y todo era como un sueño. Jumilla, setenta y cinco.
El cielo completamente despejado, una luna llena a punto de reventar, y el campo de fútbol....casi vacío.
Menos de doscientas personas en primera fila, tan cerca que podíamos ver las marcas de las guitarras y de los amplificadores.
Y, sobre todo, cada gesto de aquellos nuevos héroes que hacían rock en español, la nueva hornada, el futuro.
Por supuesto que casi la mitad de los presentes éramos músicos. El compadreo era total, la felicidad, completa.
Asfalto cimentaron nuestro vacío. Allí estaban, eran reales. Y sus guitarras rugieron.
¡Ven, Capitán Trueno, que el mundo está al revés....!
Aquello no era una canción, era un látigo que nos daba fuerzas para afrontar el nuevo mundo que se nos dibujaba en aquella España post dictador.
Y allí estaban ellos, los pioneros.
Nosotros también éramos pioneros a nuestro modo.
La vida dio muchas vueltas, pasó el tiempo.
Los de Asfalto se separaron. Se formó Topo.
Yo me fui del pueblo, y después de muchos, muchos años, caí en Madrid.
Formé parte de varios grupos, y con uno de ellos conseguimos hacer aquellos conciertos de bares, discotecas y salitas peculiares. No nos dejaban pasta, pero matábamos el gusanillo mientras en nuestras cabezas se gestaban los planes para llegar a esa cima invisible. Era una cima llena de grupos que no éramos nosotros, y aquello había que solucionarlo. Más maquetas, más concursos, más conciertos desconcertantes.
Y así llegamos aquél día a aquella discoteca.
Era uno de los mejores sitios que podíamos conseguir para tocar. Buen escenario, buenas condiciones y algo de pasta. ¿Qué más se podría pedir?
Yo acababa de montar mi ampli y me puse a afinar mientras los del equipo ultimaban su montaje.
Un tipo se me acerca y me ayuda con el lío de cables. Es muy amable. Su cara me suena y se lo digo.
¡Coño!, es uno de los guitarristas de Asfalto... No lo puedo evitar y le canto la famosa estrofa...¡Ven capitán Trueno...!
Él sonríe. No tanto como para compartir algo descacharrante, ni tampoco como para insinuar que no siga por ese camino. Es algo intermedio.
En ese momento congelado, recuerdo todo lo que me une a ese grupo, todo lo que ha significado, y lo que quizás habría influido en mi trayectoria, mis decisiones, mi forma de componer, de tocar la guitarra...
Cuando vuelvo en mí, consigo apartarlo unos minutos para hablar con él.
Yo le pregunto qué hace aquí. No puedo creer que este tipo, que fue mi héroe temprano, esté (en cierta forma) a mi servicio.
Me suena a sacrilegio. Tengo ganas de decirle que esto es un error, que lo justo sería que fuese yo quien trabajase para él.
Como todos los grandes hombres, me cuenta que todo está bien, que la vida es lo que es y que no me sienta mal por él. Que su trabajo no era ni mejor ni peor que tocar la guitarra en un buen grupo y ser famoso.
Yo me quedé ahí, mirando con una sensación de extrañeza, sin saber aún que este encuentro marcaría una parte de mi propia filosofía de vida.
Y como no hay dos sin tres, aquí llega la guinda.
Muchos años después del segundo encuentro, yo volví a mi pueblo.
No tenía ni idea de qué hacer. Llevaba tanto tiempo viviendo (muchas veces de forma precaria) de mi guitarra, que ahora debía reinventarme si quería seguir latiendo.
Monté una oficina de contratación con grupos locales. Duró menos de dos años, lo justo como para recibir un día la llamada de un tipo que quería concertar una reunión conmigo. Había visto mi página web y le pareció que podría ser interesante colaborar.
Y así, aprovechando un viaje que tenía desde Madrid a Murcia, pasó por mi casa y hablamos.
Se lo tuve que recordar; había pasado ya mucho tiempo.
Me contó que se cansó de aquella empresa de sonido (mucho esfuerzo y poco dinero), decidió volver a crear un grupo. No recuerdo si sería con Asfalto o con algo nuevo, pero estaba realmente ilusionado. Me contó sus proyectos, el nuevo disco, los nuevos miembros, las nuevas fuerzas, que imagino él sabría que ya no eran las mismas. El mundo nos cambia, y aparentemente nos quita energía y nos ofrece sabiduría.
No llegamos a hacer nada porque yo también cerré la empresa. Mucho esfuerzo y poco dinero.
Pero esta historia me mostró, paso a paso, lo que también sería mi historia. La subida y la bajada.
Y puede que, de alguna forma, hizo que mi experiencia se me hiciese más digerible.
Nadie está preparado para todo lo que nos espera, incluido el paso del tiempo. Pero ayuda bastante saber que otros ya pasaron por donde tú vas a pasar.
Y, finalmente, a todos nos espera la misma cosa, ya sabes cual.
Ah, y antes de acabar, un pequeño apunte.
Quizás en aquellos años fue bueno pensar en un capitán Trueno que nos sacara las castañas del fuego. Quizás fuera el caramelo que necesitábamos para afrontar tantos nuevos desafíos. Esa vana esperanza, ese invisible capitán.
Y bueno, eso quiero compartir contigo. Sé que suena como algo inoportuno, pero es mejor que lo sepas ya....¡No va a llegar jamás!
¿Sabes por qué? Porque tú eres ese increíble, ese valiente, ese maravilloso Capitán.

"Venga, Kokorikó, déjalo ya, que estás empezando a chochear. Anda y acuéstate..."
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Valis.
#2 por Valis. el 03/10/2024
Clarinete como los pixeles de la visión a través de uno de esos cristales de las cocinas de antes que eran a base de celdillas de cristal cuadradas.
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