Historias Verdaderas (De Madrugada)

Capitán kokorikó
#1 por Capitán kokorikó el 05/06/2024
Tengo un imán para las historias. Se ve que hay pocos receptores, que todas pasan por delante de mí. Y debe ser por eso también que me gusta contarlas, todas muestran algo relevante, todas enseñan algo interesante e importante. Así lo veo yo, por lo menos.
Aquella madrugada me despertó una discusión. Ocurría debajo mismo de mi ventana, y eran las seis y media de la mañana. Aún no había salido el sol por completo.
El chico le dijo con voz clara que se iba. Ella, con voz lastimera le pedía, casi llorando, que no la dejase ahí.
Yo me acerqué a la ventana a mirar. No es que sea chismoso; me importa la gente, pero no todo lo que la gente es capaz de hacer, decir o pensar.
El chico ya se alejaba, bajando los veintitantos escalones que separaban mi casa de la carretera.
Ella se quedó ahí, sin poder moverse. Iba en una silla de ruedas.
Lo primero que pensé es en porqué habían acabado ahí, ya que para llegar había que dar un gran rodeo para poder subir con algo que tuviese ruedas.
Seguro que no conocían bien el pueblo.
Lo segundo que pensé...., bueno, no. Lo siguiente que hice fue vestirme y bajar. Por ahí no había nadie, y la estampa se me antojaba bastante inaudita y cruel.
Hola, qué te ocurre, ¿puedo ayudarte?
Sus ojos me miraron sin sorpresa. Más bien con cierta dejadez.
Me ha dejado tirada este hijoputa.
¿Qué hacemos? Si quieres llamo a alguien. ¿Dónde vives? ¿Qué ha pasado?
Me contó que era de Albacete, que vivía aquí ocasionalmente, en casa de una amiga. Bueno, me dice, una amiga que es lesbiana y que siempre me quiere meter mano. Pero yo no me dejo, así que ella me putea...¡Como sabe que la necesito....!
De pronto retira su cara hacia un lado y vomita.
Me dice que ha tomado caballo. Muy poco, antes me gastaba toda la paga en caballo, dice, pero ahora me meto muy poco. Pero ellos, su "amiga" y el hijoputa que la ha dejado colgada, se meten mucho, y como no quiero hacer lo que ellos quieren que haga, pues aquí estoy...
No había que ser muy listo para darse cuenta de que su historia estaba contada a medias. Yo no quería saber demasiado, tan sólo qué podíamos hacer para arreglar aquel pifostio.
Llamé a la policía local. Me costó bastante traspasarles la gravedad del cuadro. Casi llego a palabras mayores, porque quería que llamara a otro sitio. Me enfadé. ¡Coñó!, les dije, sois la policía y te estoy contando un caso terrible. Si hay que llamar a alguien, le llamas tú, que eres policía y te pagan para arreglar cosas, hostia...
Mientras llegaban, ella siguió contándome su vida, su miserable vida. Era muy, muy guapa. Vomitó otra vez y siguió contando...
Había tenido un hijo, se lo habían quitado los servicios sociales, su madre no quería saber nada de ella, la droga, la mala suerte, la mala vida, todo a la vez en todas partes...
Llegó la policía, y mientras les contaba la película, ella trataba inútilmente de encenderse un cigarrillo. Se le caían las cosas de las manos.
Los policías trataban de llevarme a unos metros para hablar conmigo. Yo les corté en seco. Hablen con ella, no muerde.
Me dijeron que porqué no la llevaba yo a su casa...Yo no daba crédito.
No fue como algo heroico, pero les dije que de eso nada, que llamaran a una ambulancia pero que ya, hostia...
Llegó al rato.
Ella me miró por última vez, y mientras se alejaba miré al sol, que acababa de salir al completo.
Entré en mi casa, deseando que ese mismo sol ya no se pusiera más, que calentase siquiera un poquito a esa mujer, que le alumbrase el camino para que llegase a su casa. O mejor aún, a su hogar.
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