Con ocho millones de inmigrantes sin papeles en la Unión Europea y la crisis económica destruyendo empleo, el debate sobre la inmigración suena a cierre de puertas a los recién llegados. Un debate que las elites económicas y políticas intentan esquivar con eufemismos y lenguaje políticamente correcto, pero que hace una década ya abordó el economista George J. Borjas, catedrático de Harvard y autor de A las puertas del cielo (Proa), uno de los estudios más polémicos sobre el proceso migratorio en los Estados Unidos. Nacido en Cuba hace 58 años, y con el patrimonio familiar expropiado por el castrismo, Borjas supo qué es ser inmigrante y pobre: tenía ocho años al salir de Cuba, su padre acababa de morir y su madre no consiguió ganarse la vida en Miami, por lo que la familia tuvo que trasladarse a Nueva York. Una experiencia que le otorga cierta autoridad moral para enjuiciar sin hipotecas "buenistas" la complejidad del fenómeno.
La aparición de su ensayo abrió la caja de los truenos. Le acusaron de "neoliberal" cuando puso sobre el tapete, con un documentado análisis exento de convenciones ideológicas, el cálculo de beneficios y costes que suponía cada inmigrante y advertía de cómo los primeros pueden irse reduciendo a medio y largo plazo, cuando las prestaciones sociales devienen onerosas, al orientarse a una inmigración que no progresa socialmente. Sus declaraciones levantaban ampollas en las tribunas de una corrección política que Borjas contempla como un simple intercambio de tópicos y denomina irónicamente "la niebla mitológica" que oscurece todo debate serio sobre un tema que sigue siendo tabú social y materia de programa electoral.
Según su estudio, la inmigración no mejoraría la economía productiva, ya que la mano de obra barata desincentiva la inversión en investigación y desarrollo: "La inmigración disuade de la innovación", asegura. Si los progresistas tildaban su ensayo de neoliberal, la opinión de los conservadores no era mucho mejor. Medios como el Wall Street Journal o el liberal Reason negaron que la inmigración contribuya a bajar los salarios y beneficie más al empresario que al trabajador. Aquella polémica americana es hoy europea
y opone dos posturas extremas: "La negativa, que los inmigrantes causan problemas y acaban resultando muy caros, y la positiva, idílica, que sólo podemos esperar beneficios de la inmigración".
El autor de A las puertas del cielo abonaría la segunda opción, con cierto tono pesimista: "El típico himno a la inmigración se centra en anécdotas estereotipadas de las poquísimas personas (de entre la gran cantidad de gente que atraviesa la frontera) que llegan a los Estados Unidos sin un céntimo y acaban siendo premio Nobel y dirigiendo multinacionales...".
Usted no cree en el mito del self made man...
En mi libro presento un amplio abanico de pruebas de que la gran mayoría de inmigrantes tiende a tener un impacto menos que favorable para los trabajadores y contribuyentes norteamericanos.
Una afirmación polémica...
Que se sustenta en la teoría económica. A partir de los datos, se trata de poner en una balanza los beneficios y los problemas que acarrea la inmigración. En mi opinión, estas conclusiones no sugieren necesariamente que los Estados Unidos prosperen más sin inmigración. Sugieren, en cambio, que la inmigración sería mucho más beneficiosa si el país aplicara una política diferente. La inmigración de personas con una educación y una capacidad productiva mejores resulta más beneficiosa para el país.
¿Qué diferencias apuntaría entre Estados Unidos y Europa, en relación a las políticas de inmigración?
Son dos modelos muy diferentes. Una considerable proporción de los inmigrantes que llegaron a Europa en los últimos años lo hizo en condición de refugiados del África subsahariana, el Magreb y los países del Este. En Estados Unidos, solo el diez por ciento de la inmigración tiene esa condición de refugiado. La otra gran diferencia es que Estados Unidos ha practicado una política inmigratoria sin parangón en el mundo. Para conseguir un visado basta con tener un miembro de la familia ya instalado en el país. En cuanto uno cuenta con esa conexión familiar, obtiene el permiso de residencia sin importar su nivel educativo, ni sus competencias profesionales.
En ese aspecto, las cifras son elocuentes.
Al final del siglo XX, Norteamérica acogió una media anual de 730.000 inmigrantes legales, unos 200.000 ilegales y casi 100.000 refugiados y ahora la tercera parte de las personas no nacidas en el país son ilegales, con un crecimiento de casi un millón anual.
¿Cómo ve el caso europeo?
Difícil e interesante. Como he dicho antes, presenta un modelo tan diferente que es un error reflejarse en el caso norteamericano. Son realidades sociales y culturales que tienen poco que ver. Hasta ahora los estudios europeos se han venido centrando en la realidad americana, por el carácter fundacional de la inmigración en nuestro país y la abundancia de datos, de fácil acceso y gratuitos. En Europa no existe una historia tan larga de migraciones y eso dificulta un estudio riguroso del impacto económico a largo plazo. El mercado norteamericano funciona de forma diferente. También varían las problemáticas de colectivos concretos. En Europa, el principal problema son los musulmanes y en los Estados Unidos la frontera mexicana. La religión islámica es un problema europeo, y el acceso a la educación, un problema americano. También he de señalar que, tanto en Europa como en Norteamérica, el fenómeno de la inmigración no debe abordarse solamente desde la economía. Al hablar de los inmigrantes españoles y turcos en Alemania y Suiza, el escritor Max Frisch dijo: "Queríamos trabajadores y vinieron personas"... Por eso es un error quedarse en el fenómeno económico.
Los políticos no afrontan el problema... les quema en las manos.
No hay interés en hablar claramente de los problemas derivados de la inmigración. Cualquier discusión al respecto se ve condicionada por el buenismo y la corrección política. Si dices que determinado grupo étnico causa problemas, especialmente si no es de raza blanca, recibes el anatema de la llamada "discriminación positiva".
Bush se ha mostrado partidario de legalizar a los "sin papeles"...
El republicano McCain también estaba a favor de esa legalización, pero lo dijo antes de ser nominado candidato a la presidencia. Obama no ha dicho exactamente lo que va a hacer al respecto... En principio, republicanos y demócratas parecen coincidir en "amnistiar" a los ilegales. También están de acuerdo las elites académicas, económicas y los medios de comunicación... No así la ciudadanía.
La inmigración y la política aderezan un peligroso discurso...
Porque el debate sobre la inmigración es, ante todo, una lucha política entre los que ganan y los que pierden. Dicho de forma más sencilla, la inmigración modifica la forma de cortar el pastel, y este hecho innegable explica en gran parte por qué determinados segmentos de la sociedad están a favor de la entrada de un número considerable de inmigrantes, mientras que los otros quieren poner freno al flujo de entrada de forasteros o frenarlo directamente.
¿Y en qué estadio se encuentra la discusión?
Se sigue discutiendo porque en los Estados Unidos todavía no se ha producido un conflicto social grave creado por los inmigrantes. Lo que sí está claro es que los autóctonos no quieren que la inmigración continúe ganando derechos de ciudadanía. Con la actual afluencia de inmigrantes estamos hablando de un incremento de población entre diez y veinte millones.
¿Quién gana y quién pierde?
Los trabajadores son los grandes perdedores, porque se ven forzados a competir con unos recién llegados que venden su fuerza de trabajo a menor precio. Le pondré un ejemplo. Si España admitiera un millón de periodistas al año sería muy duro para los profesionales del país. En el caso norteamericano no hay que olvidar que existen amplios sectores, como el de raza negra, que no poseen educación secundaria. Los ganadores son los empresarios, que se benefician de los sueldos a la baja. Traducido en números, son 160.000 millones de dólares, lo que supone casi el dos por ciento del PIB. También se benefician los consumidores, que gozan de unos productos a más bajo precio y una oferta más amplia de servicios.
¿No es posible alcanzar un punto de equilibrio?
Si nos centramos en el impacto económico queda claro que el país se beneficia más regulando el número y calidad de los inmigrantes: seleccionar a los mejor preparados. Admitir a todos los que llaman a la puerta resulta contraproducente. Hay que limitar las cuotas migratorias. En los Estados Unidos, unas 50.000 visas legales se conceden por lotería. La demanda anual se estima entre ocho y diez millones de peticiones. Como las soluciones del libre mercado son difíciles de rebatir, parece sensato que se comiencen a imponer algunas restricciones a la inmigración, en la medida de lo posible.
En su libro rompe con un mito ligado al fenómeno migratorio: la teoría del melting pot o fusión de culturas, que pone en marcha el ascensor social de las sucesivas generaciones.
La evolución del melting pot en la América del siglo XX no es el mejor ejemplo a seguir en Europa, porque aconteció en un contexto histórico muy específico. Cuando los inmigrantes europeos llegaron a los Estados Unidos se dirigieron a los mismos sectores económicos: la industria y las manufacturas. En 1918, el ochenta por ciento de los trabajadores de Ford eran inmigrantes: estaban bien pagados y afiliados a los sindicatos, lo que demuestra una asimilación óptima. La situación ha cambiado: hoy, los trabajadores inmigrantes tienen poca formación y van preferentemente al sector servicios: hoteles y restaurantes. Eso demuestra que el comportamiento laboral actual tiene poco que ver con el que se producía en la primera mitad del siglo XX. La estructura económica ha cambiado radicalmente.
Pero la acogida era más dura en aquella época...
Cierto. El sector público no existía, ni los subsidios, ni lo que llamamos Welfare State o Estado del bienestar. Cuando las cosas se ponían feas, el treinta por ciento de lo inmigrantes retornaba a sus países de origen. Ahora, la gente confía en la protección del Estado y permanece en el país de acogida porque recibe ayudas públicas. Por ejemplo, en los años noventa, los inmigrantes se beneficiaron con más frecuencia de las políticas sociales que la población nativa.
Volvamos al melting pot. ¿No es aplicable desde el punto de vista cultural?
Volvamos al contexto histórico. En 1915 se publicaban en los Estados Unidos más de quinientos periódicos en alemán. Cinco años después habían desaparecido. ¿La causa? La Primera Guerra Mundial: expresarse en alemán era poco menos que un crimen y aquellos inmigrantes tuvieron que aprender el inglés para poder integrarse en los ámbitos económico, político y social. No obstante, la etnicidad perdura durante mucho tiempo. La metáfora del melting pot -en que todas las diferencias de los grupos étnicos se funden en un periodo de tiempo relativamente corto- no es del todo cierta. Sería más adecuada la metáfora de la olla que hierve "a fuego lento", porque las diferencias étnicas se disuelven lentamente.
¿Cómo se comportan las nuevas generaciones de la inmigración?
Antes de explicarlo digamos que la primera generación son los padres, la segunda, los hijos, y la tercera, los nietos. Los nietos no padecen las desigualdades de sus abuelos. En este caso, el melting pot influye: en el siglo que va de la primera a la tercera generación se han eliminado diferencias culturales y sociales. Pero también hay que decir que una gran proporción de los inmigrantes que llegaron después de 1965 son trabajadores relativamente poco cualificados, no obtienen buenos resultados en el mercado laboral estadounidense y no hay muchas esperanzas de que alcancen una paridad económica con los trabajadores autóctonos a lo largo de su vida laboral. Y ese empeoramiento del rendimiento económico se debe en parte a la disminución de la calificación profesional relativa en las sucesivas oleadas migratorias. Si están menos preparadas desde el punto de vista formativo, no sorprende que tengan más probabilidades de depender de los servicios sociales.
El multiculturalismo es un producto made in USA...
Y una política que refuerza y cohesiona a las minorías. La discriminación positiva les enseña que no hay por qué desligarse de su pasado cultural y eso perjudica su ascensión económica y su socialización. La segregación de personas de raza negra en barrios pobres ayuda a alimentar el círculo vicioso y dificulta que puedan escapar del gueto. Las de ascendencia mexicana se juntan con la de su misma cultura, etcétera... Como esos guetos son tan amplios, no les obligan a intercambios y eso ralentiza la asimilación y el melting pot. Algunos ni siquiera se molestan en aprender inglés, o no son capaces. En 1990, el 37% de los inmigrantes que llevaban al menos diez años en los Estados Unidos decían que no hablaban el inglés "muy bien". Si tenemos en cuenta que las personas de grupos desfavorecidos que pueden escapar de esos enclaves son pocas, el capital étnico influye en la movilidad social de quienes residen en esos guetos y perpetúa las desigualdades socioeconómicas de generación en generación.
En conclusión, el multiculturalismo es un mal negocio para los países de acogida...
La asimilación, tanto económica como cultural, ha tenido siempre un peso importante en el debate inmigratorio. Antes de los años sesenta, había un claro consenso en torno al lema E pluribus unum ("De muchos, uno"), el lema del sello de los Estados Unidos, y se creía que tenía que ser el rector de la política pública de asimilación. Hoy ese consenso ya no existe. Además, la retórica política multicultural de los años ochenta y noventa a menudo denigraba la noción de asimilación cultural con perlas como "Muerte a los ingleses" o "¡Asimilación cultural, aculturación cultural... o asesinato cultural!". Por descontado, la noción de asimilación económica difiere ligeramente -sólo ligeramente- de la pérdida de la lengua y la cultura propias de los inmigrantes que los multiculturalistas consideran deplorable. Algunos observadores probablemente desean que los Estados Unidos ofrezcan un entorno social y económico en el que los inmigrantes puedan mantener su identidad social y cultural, y al mismo tiempo conseguir rápidos avances económicos. Pero para experimentar una asimilación económica, un inmigrante en principio tendrá que obtener habilidades valoradas por los empleadores americanos, como la lengua o la adopción de las normas del mercado laboral.
Los colectivos de inmigrantes constituyen, con el tiempo, poderes fácticos: conforman bolsas de votos que acaban condicionando los resultados electorales y, por ende, la política del país...
En 1998, un once por ciento de los norteamericanos era "segunda generación". Hacia el año 2050, esa misma cuota aumentará hasta el catorce por ciento y un nueve por ciento corresponderá a los nietos de los actuales inmigrantes. En 1996, Bill Clinton firmó una ley que suprimía la asistencia pública a la inmigración ilegal, pero la misma ley incluía una disposición que otorgaba a cada Estado la potestad de destinar fondos públicos para reemplazar esa partida. Un tercio de la población de California son inmigrantes, muy activos políticamente, que pagan impuestos. Pues bien: California reemplazó de inmediato las ayudas sociales que Washington había suprimido.
En España, Francia, Italia, Bélgica y Holanda se están barajando diversas modalidades de "compromiso de adaptación" o "contrato de integración" para que el inmigrante conozca la lengua, costumbres, derechos y deberes para con el país que le recibe. Usted propone un carné o sistema por puntos, basado en la capacidad cultural y profesional y pone como ejemplo a Canadá.
La experiencia canadiense me parece útil si se trata de seleccionar a los recién llegados de acuerdo a su capacidad. Influye la edad del solicitante, la formación académica, el dominio del inglés y el francés, la profesión... En este sentido, los inmigrantes que llegan a Canadá están mejor preparados y ganan más que los que llegan a los Estados Unidos. La formación y la juventud son prioritarias en la política de inmigración canadiense, mientras que en Norteamérica los lazos familiares pasan por encima de cualquier criterio cualitativo. Creo que en España este sistema por puntos podría ser más beneficioso, siempre, quede claro, en el plano económico.
¿Se barajan muchos tópicos sobre el origen nacional de los inmigrantes?
Más que tópicos, las diferencias las marcan la remuneración salarial y el acceso a la educación. Si uno quiere conocer la calidad de vida y el nivel académico de un inmigrante, casi siempre basta preguntarle dónde nació. Los salvadoreños y mexicanos ganan un cuarenta por ciento menos que los trabajadores autóctonos, mientras que los nacidos en Australia o Sudáfrica ganan un treinta o cuarenta por ciento más. En los años sesenta, la mayoría de inmigrantes legales procedía de Europa o Canadá. En 1970 la población hispana no superaba el cinco por ciento; la asiática era del uno por ciento y la negra el doce por ciento. Según las previsiones, en 2050 la composición de la población estadounidense será hispana en el veintiséis por ciento, asiática el ocho por ciento y negra el catorce por ciento.
Usted es cubano, si cambian las cosas en la isla a la muerte de Castro, ¿volverán muchos exiliados?
Lo dudo mucho. Yo me fui de Cuba siendo un niño y los que desembarcaron en Miami de adultos ahora son octogenarios: veo difícil que vuelvan. En cuanto a sus hijos, mantienen poca conexión con la realidad cubana. Lo que me parece más posible es que la comunidad de Miami, que es muy poderosa económicamente, invierta en el turismo y la industria de una Cuba capitalista.
(Tomado de):http://w2.bcn.cat/bcnmetropolis/arxiu/es/pagedeea.html?id=22&ui=158