...y su "coñocimiento" sobre geografia...madreeeeeeeeeeeeeeee
Y luego nos quejamos de los yankis
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Leí el otro día el artículo de Lamo de Espinosa en ABC. Lo cierto es que aquí hay un problema ahora y más adelante.
Aquí va un trocillo del principio:
La historia de las sociedades es la historia del «trabajo vivo» de jóvenes y maduros que revitaliza el «trabajo muerto» de quienes se fueron, objetivado en obras, en cultura, también en instituciones. Los jóvenes, los herederos, pueden despilfarrar esa herencia o pueden multiplicarla. Pero lo que hagan dependerá de lo que nosotros hayamos hecho con ellos. Y me temo que no es nada positivo. Hablamos de algo más de nueve millones de españoles, el 21por ciento de la población. Pero ha sido una caída en picado, de modo que son pocos pero, además, van a menos. La nuestra es una sociedad envejecida en la que ya tenemos más abuelos que nietos: casi un millón más. Un problema al que no hemos sabido hacer frente y que se ha «solucionado» (sic) por la puerta de atrás, gracias a la emigración. (Por cierto, ¿es ésta la mejor solución? ¿No hubiera sido más prudente ayudar a los jóvenes a crear familias?). Pero es, por supuesto, la juventud mejor preparada que hemos tenido jamás. Cierto que hay pocos con educación secundaria, pero España produce tantos graduados universitarios en porcentaje de su población como Alemania, Francia o el Reino Unido. Casi uno de cada tres adultos jóvenes tiene estudios universitarios, y el porcentaje no para de subir.
Pocos y bien preparados, cierto, pero ¿cómo están siendo utilizados? La tasa de desempleo de los menores de 25 años es casi del 40 por ciento, el doble de la media, pero supera el 50 por ciento en algunas CC.AA. Y la tasa de temporalidad de los que están empleados es del 74 por ciento entre los más jóvenes y del 54 por ciento entre quienes tienen de 20 a 24 años ¿Es así como vamos a entrar en la economía del conocimiento, dejando fuera del mercado de trabajo a los más cualificados? Por supuesto, desde el paro o en la temporalidad no se pueden tener grandes proyectos. Un joven debería dedicar unos 2.600 euros al mes para poder comprar una vivienda, más del doble de lo que cobra. Y así, mientras que tan sólo el 5 por ciento de los jóvenes daneses o suecos obtienen recursos económicos de algún familiar, en España el porcentaje es del 34 por ciento. Si todos los jóvenes abandonaran la casa de sus padres -señala un informe de Caixa Cataluña-, más del 50 por ciento serían pobres. Estamos ante una marcada juvenilización de la pobreza, que no aflora porque la familia sigue siendo una de nuestras instituciones más sólidas.
Aquí va un trocillo del principio:
La historia de las sociedades es la historia del «trabajo vivo» de jóvenes y maduros que revitaliza el «trabajo muerto» de quienes se fueron, objetivado en obras, en cultura, también en instituciones. Los jóvenes, los herederos, pueden despilfarrar esa herencia o pueden multiplicarla. Pero lo que hagan dependerá de lo que nosotros hayamos hecho con ellos. Y me temo que no es nada positivo. Hablamos de algo más de nueve millones de españoles, el 21por ciento de la población. Pero ha sido una caída en picado, de modo que son pocos pero, además, van a menos. La nuestra es una sociedad envejecida en la que ya tenemos más abuelos que nietos: casi un millón más. Un problema al que no hemos sabido hacer frente y que se ha «solucionado» (sic) por la puerta de atrás, gracias a la emigración. (Por cierto, ¿es ésta la mejor solución? ¿No hubiera sido más prudente ayudar a los jóvenes a crear familias?). Pero es, por supuesto, la juventud mejor preparada que hemos tenido jamás. Cierto que hay pocos con educación secundaria, pero España produce tantos graduados universitarios en porcentaje de su población como Alemania, Francia o el Reino Unido. Casi uno de cada tres adultos jóvenes tiene estudios universitarios, y el porcentaje no para de subir.
Pocos y bien preparados, cierto, pero ¿cómo están siendo utilizados? La tasa de desempleo de los menores de 25 años es casi del 40 por ciento, el doble de la media, pero supera el 50 por ciento en algunas CC.AA. Y la tasa de temporalidad de los que están empleados es del 74 por ciento entre los más jóvenes y del 54 por ciento entre quienes tienen de 20 a 24 años ¿Es así como vamos a entrar en la economía del conocimiento, dejando fuera del mercado de trabajo a los más cualificados? Por supuesto, desde el paro o en la temporalidad no se pueden tener grandes proyectos. Un joven debería dedicar unos 2.600 euros al mes para poder comprar una vivienda, más del doble de lo que cobra. Y así, mientras que tan sólo el 5 por ciento de los jóvenes daneses o suecos obtienen recursos económicos de algún familiar, en España el porcentaje es del 34 por ciento. Si todos los jóvenes abandonaran la casa de sus padres -señala un informe de Caixa Cataluña-, más del 50 por ciento serían pobres. Estamos ante una marcada juvenilización de la pobreza, que no aflora porque la familia sigue siendo una de nuestras instituciones más sólidas.
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