Yo fui muy niño bueno, y sin embargo una vez cometí una maldad guarra con unos amigotes. Devolví el casco de una botella al bar (recordáis que se devolvían las botellas vacías) llena de orina y salimos pitando.
Un compañero de una clase de recuperación de verano (Lafuente, malísimo) en el profesor Mendívil (creo recordar que era a la sazón profesor y recuperador, así que eso debía ayudar), cogió una piedra descomunal cuando salíamos de las clases de verano y la tiró a la lámpara de un portal (no se cómo pudo, era enorme) y salimos corriendo muertos de risa y miedo, esto al lado del actual ayuntamiento de Logroño a plena luz del día.
No éramos ya tan niños.
Simple pero divertido:
- Al entrar en clase el profesor (profesores) giraban al cruzar el marco de la puerta y se encaraban hacia su mesa, de tal forma que si no era intencionadamente no veían el perchero que quedaba tras de ellos al girar.
- Coges la silla del profesor.
- La cuelgas por el respaldo del perchero.
- El profesor entra y va hasta su mesa, ve que no hay silla, se gira hacia nosotros y ve el perchero con su silla.
- El profesor debe caminar de vuelta hasta el perchero para coger su silla y llevarla a su sitio.
- En ocasiones para complementar poníamos la papelera sobre la silla en el perchero, a esto último un profesor de lengua valenciana y posterior alcalde de una pedanía del extrarradio comentó: "Interpreto que esto significa que el que se sienta aquí está colgado, y además lleno de mierda".
#4
Joder el profesor es la víctima de todas las gamberradas...elegí mala profesión jajaja.
Pero a veces la "gamberrada" las hace el profesor: hace años, cuando aún tenía la errónea concepción de enemistad entre profesor vs alumno, me "dejé olvidado" un examen en él aula dos días antes del examen. Los alumnos no dijeron nada evidentemente y se lo prepararon de memoria: obviamente no era el mismo.
Cazar lagartijas y quitarles la cola.
Poner petardos en mierdas de perro alargando la mecha para tener tiempo de escondernos y que explotara cuando pasaban las viejas
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Nosotros en octavo de EGB, descolgamos la puerta de la clase(sacándola de las bisagras) y con las mismas la volvimos a cerrar.Cuando fue la profesora a abrir la puerta para entrar en el aula, la puerta cayó al suelo.Nos partíamos de risa.
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En el instituto, a la profesora que mejor nos caía, en un descuido le pusimos una compresa en la silla donde se sentaba(le quitamos la tira de la pegatina para que se le pegara en el culo).Cuando la mujer se sentó, todos rezábamos para que la compresa se le hubiese pegado bien.Cuando se volvió a levantar, y girándose hacia la pizarra para explicarnos no recuerdo bien que cosa, vimos que la compresa se le había pegado en todo el...
No podíamos aguantar la risa, y toda la clase era un clamor de risas incontenidas. Así la tuvimos hasta que acabó la clase.Luego le dijimos que se la quitara para que no hiciera el panoli por todo el instituto.
Bien, esto iba de los paradigmas inconfesables que nos inspiraba nuestra mente enferma de niños cabrones, lógicamente estarían las tetas, ese tótem infantil masculino (de las chicas no se).
Pero la cosa va de las mierdas que hacíamos, sea entonces.
Organizábamos batallas a pedradas, eso lo practiqué bastante tarde, porque mi mamá no me dejaba salir de casa (era un niño muy puto y muy exigente con mis regalitos...), no valía con piedras duras porque podíamos acabar en el hospital, así que usábamos termones, que alguna heridita dejaban.
Robar un coche y atracar a viejas a punta de tirachinas...en mi pueblo eras depredador o presa, no había punto intermedio.
Yo pasaba los veranos en la alta montaña, en pueblos pecuarios; la idea de comer cagadas de cabra está siempre rondándome, parecían conguitos.
Es que veo que he elegido un mal título para el hilo, porque, como señalé antes, el hilo iba más bien de ensoñaciones perversas, de marranadas que nos molaban en esa época, aspiraciones inconfesables.
A ver si pido que me lo cambien a algo que exprese mejor la idea que proponía que este, que veo que sugiere travesuras infantiles.