A veces me maravilla el hecho de ver y comprobar ese milagro que se da cuando convivimos ocho mil millones de personas en este planeta y no volamos por los aires. Debe ser porque nuestra biología nos permite entendernos a niveles más allá de la inteligencia.
Sí, esa misma biología que ahora está tan cuestionada.
De pronto nadie sabe lo que es una mujer. Me pinchas y no sangro.
Ya te digo que no me importa la velocidad que están tomando las cosas, la realidad. Una velocidad de vértigo en la que ya no tienes tiempo para pensar, sino tan sólo para reaccionar. Alguien dice sí, y un montón de gente te responde que no, que de eso nada.
O lo contrario, que el nivel parece no conocer fondo.
Me sorprendo porque apenas quepan ya dos formas de ver las cosas. Tiene que ser sólo de una, la única, la avalada por la superioridad moral.
A este paso nos vamos a la mierda en cero coma, difuminados por una más que insidiosa endogamia mental. Todos unidos por las leyes imposibles de inútil igualdad.
La esquizofrenia.
Leyes para ser iguales, pero a la vez diversos. ¡Madre mía!, y nadie parece darse cuenta...
Por cierto, ¿Cómo de iguales?
Pruebo todos los supuestos. Iguales como humanos, iguales en inteligencia, en fuerza, en actitud, en oportunidades, en derechos, en forma, en fondo...
Pero es que, además, nadie te está pidiendo tu opinión. Todo se impone con la fuerza política regada de muuuuuchos millones. Así cualquiera.
Años y años dando la turra con argumentos de niño pequeño, que repetidos en mensajes, carteles, arengas, prensa, televisión e internet, nadie se escapa. Es como aquella tortura china, la de la gota de agua que te cae en la cabeza hasta volverte loco.
Y el famoso ministerio de igualdad, destrozando vínculos, creando distancias insalvables entre hombres y mujeres, todos sospechosos, todos potenciales asesinos (hablo de hombres, claro. Porque para eso sí que ellas saben lo que es un hombre).Y por esa lógica, también todos potenciales idiotas.
Ahora ya no están tan de moda, pero aún recuerdo, con los ojos como platos, aquella tanda de turras con los micromachismos. Por un tiempo creía que nunca iban a parar, y que después de los micromachismos vendrían los machismos de Schrödinger, que pueden ser o no ser, dependiendo de lo que me digan las ministras (¿ministras?, acaso son mujeres?)...
Bueno, mi opinión. No sólo no somos iguales, sino que no creo que eso sea deseable, excepto en lo de iguales en oportunidades y derechos.
Lo demás, para los muy cafeteros. Prefiero perder mi tiempo machacándomela con dos piedras. Por lo menos no involucro a nadie.
Lo voy a decir otra vez, ¿iguales y diversos?
Cosas del mundo en el que vivo.
Y mientras tanto, gente que muere todos los días.
Me pregunto cómo es posible que esos tipos que nos gobiernan, todos los del mundo, of course, sean tan malos haciendo su trabajo. No sé cómo puede ser que gestionen tan mal como para tener aún guerras. Lo mismo necesitan algún curso de empatía, o quizás es que en eso de renovar armamento ellos encuentren algún aliciente, no sé, de tipo económico. Hable de su propia economía.
Y mientras, nosotros, aquí, hablando del piquito. Es que no se puede creer.
Ríos de tinta, océanos de opiniones, miríadas de energía puesta en esa solemne estupidez, mientras la gente sigue muriendo en guerras. ¿Es que nadie lo ve? Me pinchas y sangro horchata.
Así que, lo que tenemos es lo que nos merecemos.
Y aún hay gente que se extraña (por decirlo de una manera suave) de que algunos no votemos. Es que, según lo que veo día sí y día también, lo raro es que la gente siga creyendo lo increíble. Ellos están, la gran mayoría, borrachos de poder, ahítos de la gloria barata de ser portadores de miseria humana. Y me refiero a todos, de todos los bandos, por si hay alguien que cree que aquí hay buenos y malos.
Este es el mundo en el que vivo.
Y, a pesar de todo, me gusta. Lo que no mata, engorda.
Y, a pesar de todo me río, sí, a mandíbula batiente, porque veo la seriedad con la que se manejan los contertulios y no me mola. Cero.
Lo mismo es eso.
Hoy serían impensables los chistes de Lepe, pero todos nos reíamos, incluidos los de Lepe.
Y mira, hay millones de chistes de músicos, y siempre me río con ellos. Imagínate que viene un ofendidito diciendo que nanani, que a partir de ahora, nada de chistecitos de músicos, que nos denigran. Pues eso.
Mundo raro este, sí, que hasta el humor es culpable de ser humor.
Por cierto, para ir terminando, lo mismo no te has dado cuenta, pero en hispasonic apenas hay chicas. De hecho, he colaborado con decenas de músicos, pero sólo encontré dos chicas para colaborar, y eso fue hace años.
Estaría bien que desde la dirección nos comentaran el porcentaje de hombres y mujeres que visitan esta página. Sería revelador.
Y quizás podamos hacer algo al respecto. Unos cupos obligatorios para fomentar tanto absentismo incomprensible.
Debe ser el maldito patriarcado.