A lo mejor con los años me estoy haciendo un carcamal y esta sensación que tengo es subjetiva. Ya se sabe, cualquier tiempo pasado fue mejor y todo eso.
En fin, al grano, me da la impresión de que, cada vez más, las nuevas generaciones perciben la música como un producto prefabricado.
Me recuerda un poco al famoso tema de los tomates de supermercado, que han terminado convirtiéndose en tristes saquitos de agua y pasta de celulosa roja. Hace años que preguntas a un niño de dónde vienen los tomates y te dirá que del Mercadona, claro.
¿De dónde viene la música, Iker (ahora la mitad de los niños españoles se llaman Iker)? Del iPod. De YouTube. Si el nene tiene un tío un poco snob hasta podría decir que de los CDs.
No soy para nada un buen pianista, pero hago mis pinitos con un repertorio de mitad de grado medio p'arriba. Cuando toco delante de mis sobrinos preadolescentes cosillas como el Arabesco Nº1 de Debussy, se les salen los ojos de las órbitas, y, os juro que se les ve en los ojillos de niño que empieza a estar de vuelta de que a los mayores nos guste engañarles para parecer que somos pozos de sabiduría o tenemos poderes mágicos, que se están muriendo de ganas de abrir la tapa del piano y buscar dónde tengo escondido el iPod.
Ahora, con el tema de los ordenadores, hay otras formas de hacer música a base de conectar fragmentos, como si de un Lego se tratara. Líbreme Ableton de ser reaccionario, me parece una forma legítima de hacer música, aunque la relación entre esto y la música artesanal es como la que hay entre un Lego y una escultura de barro: un maestro del Lego hará cosas mucho más interesantes que un patán del barro, pero... ah, los maestros del barro...
Los que hemos tocado música acústica en directo sabemos el chute que es cuando el grupo o la orquesta hace click y aquello empieza a sonar compacto, como si de un organismo colectivo se tratara. El chute de endorfinas es perfectamente comparable al de un buen polvo. O al de comerse un tomate de huerta recién cogido maduro de la mata.
En fin, no sé, supongo que desarrollar la habilidad psicomotora necesaria para sacar un sonido bonito de un instrumento acústico es una práctica más entre otras condenada a la marginalidad porque la gran inversión de tiempo y esfuerzo no compensa la satisfacción personal. Desde luego financieramente no tiene buen retorno.
Pero me deja cierto mal sabor de boca que hoy en día la primera respuesta a "¿de dónde viene la música?" no sea "de los músicos". Que la gente pregunte: ¿hay un vst que te saque las notas de esta canción y las meta en FL? ¿Hay un vst que haga que mi producción (¿tu producción?) suene como las bandas sonoras de John Williams?