Llegué para arrasar, aunque tuve mucha suerte de no ser arrasado.
Arrasado por la divina inconsciencia del jovencete que se cree inmortal, genial y mejor que nadie.
Así que te lo cuento de primera mano.
Madrid era una fiesta. Bien, no comienzo muy original, aunque ahora me parece un muy buen resumen.
Allí había de todo. Estaba mi amiga (no voy a dar ni un sólo nombre, tengo pudor) que, literalmente, se pasaba cinco días de marcha, hasta las cejas de casi todo. Estaba aquél amigo de un amigo, y le llamábamos el negro. Él mismo se presentaba así: hola, soy el negro.
Estaba aquella chica, muy amiga de la farándula, una mujer muy activa y hermosa, amiga íntima de la noche. Hacía muy poco que se enteró de que tenía sida. Un día le pregunté cómo estaba. Ella me miró fijamente, se quitó la peluca, y mientras me traspasaba con sus poderosos ojos, me dijo: ¿a ti qué te parece?.
Estaban las Costus, dos chicos muy, muy guapos y modernos, que pintaban unos cuadros increíbles y hacían ropa.
Estaban los punkis mezclados, con cierta distancia entre ellos, de los popis, los rockers, los jipitardíos, los modernos propiamente, los nuevos románticos.... La música y las drogas eran el pegamento que permitía que todos ellos coexistieran sin demasiados problemas.
Estaba la chica italiana, muy bajita ella, pero todo un torbellino, que no había noche en la que no se trajese a un maromo a casa.
Estaba aquella pareja de chicos gays, que parecían zombis. La cara blanca, mal alimentados y tremendamente irresponsables para con su salud. Y al mismo tiempo, entrañables y divertidos. Dos peluchitos.
A mi amiga sudamericana le gustaban hombres y mujeres. Cuando necesitaba dinero, hacía la carrera. Ella fue una de las primeras mujeres feministas de la que tuve noticia. Luego conocí mejor al movimiento. Eran las de segunda ola, y a ellas me remito para definirme en ese sentido.
Con esta amiga conocí un montón de cine marginal (otro no tanto) que me marcó para siempre: Almodóvar, Fassbinder (Querelle, La ansiedad de Verónika Voss...), David Linch, Fernando Colomo...
Con ella me moví por tugurios, bares y salas de concierto mientras nacían grupos como setas. No tengo tiempo ni espacio para nombrarlos a todos. Ni siquiera a la mitad, jajaja...
Y ¿he comentado ya que se respiraba libertad?
A nadie le extrañaba nada de nadie. Todos se vestían, hacían y pensaban sin miedo al qué dirán.
Mis amigos gays se llamaban a sí mismos mariconazos. Pasé entre ellos momentos muy intensos. Era normal que intentaran meterme mano a la mínima ocasión, aunque siempre me respetaron. Con ellos entré por primera y única vez, a una discoteca gay. Yo iba con mi chica y nos divertimos un montón. Aún los recuerdo con mucho cariño.
Un grupo de chicas se hizo famoso por cantar en la tele aquello de..."me gusta ser una zorra...", y no pasaba nada. Bueno, al presentador, Carlos Tena lo echaron del programa.
Un cantante de la movida llevaba un bigotito hitler, y salía en la tele con frecuencia. Y nadie se asustaba. Sí, ese, el de los negritos tienen hambre y frío...Si a alguien se le hubiese ocurrido censurarlo, le habría caído la del pulpo...
Las mujeres acostumbraban a tener iniciativa en todos los ámbitos, como en la música, por ejemplo. Estaba claro que ya no había ninguna traba para que una mujer pudiese ser lo que le diese la real gana. La batalla estaba ganada.
El alcalde de Madrid recibía a aquella vedette, y ésta enseñaba una teta y todos lo celebrábamos. El mismo alcalde que nos animaba a colocarnos.
Y nadie se escandalizaba.
Todos éramos progres, leíamos El País los domingos por la mañana, con su estupendo suplemento, tomándonos unas cañas con sardinas después de la visita al rastro.
La democracia se había asentado definitivamente, colocando a España en el mapa europeo sin complejos.
En Madrid se daba cada día el milagro de la unión de los (aparentemente) contrarios. No es que nos tolerábamos, ¡es que lo disfrutábamos!
Había un partido de extrema derecha. Se llamaba Fuerza Nueva. Lo digo otra vez: era un partido de extrema derecha.
A su lado, Vox son una derechita acicalada y recatada.
Y voy terminando. Si lees entre líneas, ya sabes de lo que estoy hablando.
Según mi propia experiencia, para lograr las brutales divisiones y conflictos que parecen haberse adueñado de nuestra realidad actual, habría que salir de nuestro propio culo un ratito, y analizar lo que realmente está pasando, y preguntarnos quién lo promueve y por qué.
Para acabar, un topicazo de tomo y lomo.
Entonces respirábamos con una libertad de la que ahora no te imaginas, sobre todo si tienes menos de cuarenta años.
Ni te lo imaginas.
Ahora, entre censuras y autocensuras, hay días en los que me cuesta respirar.
Ni te lo imaginas.