Perdón.
Creí haberlo visto casi todo en esta vida, tengo suficientes años y kilómetros de rodaje como para que ya pocas cosas me sorprendan o afecten tan directamente siendo, en realidad, ajenas a mi, pero la visión de un bebé dentro de un ataúd ha podido conmigo.
Era el hijo de un amigo y compañero, alguien con quien tengo una relación diaria. Era un ser humano que no mediría más de tres octavas de un piano, un futuro hombre que ya no será guitarrista, ni médico, ni parado, ni estudiante, ni futuro ni nada.
Era un pedazo de porcelana blanca y fría metida en un pequeño féretro de madera tan blanca y fría como él. Con una boquita que, tras el cristal que nos separaba, se iba abriendo imperceptiblemente por su propio peso como si quisiera decir su primera y última palabra. Me pregunto cuál hubiese sido si pudiera haber hablado.
Era alguien que ya nunca podrá hablar, ni preguntar la hora por la calle, ni preguntar en el Hispasonic de 2.035 si es mejor comprimir en la toma o dejarlo para la mezcla. Ya no es nadie.
Pero sin casi llegar a existir, ha cambiado mi vida.
Tras lo de esta tarde, María mi esposa y yo, nos hemos prometido ver las cosas de otra forma, porque las prisas, el vértigo de ese mundo constantemente cambiante, esa inmediatez imprescindible que me rodea, se va a ir a paseo. Un paseo tranquilo, sosegado y lento en el que me juro a mí mismo discernir entre lo importante y lo placentero, lo urgente y las bobadas que me pirran, entre las obligaciones inexcusables y la distracción como filosofía.
Este mundo, o lo que sea que aún quede de él ahí afuera, me está esperando, y tan sólo necesito sacudirme algunas manías, complejos, corsés, tics o imposturas, atávicas o recién adquiridas en pago al derecho a seguir metido en algún ajo, como éste foro, por ejemplo, y empezar a vivir todas las vidas que contiene ésa que estoy viviendo y apenas conozco.
Gracias, chaval. Gracias por tu lección muda, blanca, fría y hermosa como la porcelana.
Espero que me hayáis hecho caso y no hayáis leído esto, pero si estáis conmigo en ese momento ya pasado para mi, pido disculpas por esa absurda parrafada llena de despropósitos, pero necesitaba escribir eso para que quedase reflejado en algún sitio, poder releerlo algún día y así avergonzarme de no haber tenido el valor de perseguir mis propósitos de enmienda y la utopía de una vida nueva.
Perdón. No me lo tengáis en cuenta, por favor.
Buenas noches.