Pero existe, y yo diría que esa simetría nos hace la vida más fácil, no me preguntes por qué, que no lo sé.
Pero ahí está, siempre a nuestro lado. ¡Qué digo!, casi todo nosotros somos simetría, con pequeñas excepciones. Dos cosas de casi todo, y casi todas las que son una, están en el centro, para seguir equilibrando.
Y hablando de equilibrio, pues resulta que la simetría contribuye en mucho en lo que hacemos y en lo que somos.
Lo primero que se me viene a la cabeza es que algo ya nos está diciendo que vivamos centrados, que no rígidos.
Porque aunque seamos tan simétricos, nada nos impide oscilar. Es más, necesitamos oscilar, pero no demasiado, a ser posible.
Cuando caminamos sin pensar, lo hacemos con nuestro simétrico cuerpo, andando con nuestras simétricas piernas, con movimientos oscilantes, pero con un claro eje.
Fabricamos nuestros coches imitando al cuerpo. Casi todo simétrico, menos el volante (cual corazón) escorado a un lado. Pero el resto, el resto es pura simetría.
Como muchos edificios, batidoras, vasos y copas, pantallas, floreros, lapiceros, balones (con sus campos de fútbol), cohetes espaciales y cigarrillos.
Así que sí, algo bueno debe tener la simetría para estar tan presentes en nuestra vida, en nuestro mundo.
Otra cosa que me viene a la mente es la idea de tener una referencia. La simetría es una referencia. Si te tuerces, el centro es la guía.
Y ya es el momento de dar el paso a la sicología, la idea de estar centrados, ni muy pallá, ni muy pacá; centrados y con la cabeza bien puesta.
Si alguien no está centrado, no está bien. Todos esperamos que se le pase pronto eso, lo que sea que le ha dado, una idea, un comportamiento, una locura.
O un niño que piensa en las musarañas mientras la tarea espera durante horas sobre la mesa. Ese niño, dirá algún progenitor, no se centra.
Esperemos que no le dure mucho, pues si persiste durante algún tiempo, puede que no se recupere nunca.
A la gente que se descentra mucho se les suele llamar extremistas, y ello con una connotación bastante clara. Una que parece decir: ¡¡a ver cuándo se te pasa!! Ese es el concepto que suele ser aceptado por la mayoría.
Y digo mayoría porque para algunas personas, vivir en los extremos parece ser lo natural.
No voy a entrar en detalles, presupongo que casi todo el mundo sabe de qué va la cosa.
Y aquí no se salva nadie, porque los extremos, además, se tocan.
La simetría no entiende que quieras ir todo el día a la pata coja.
La simetría no entiende que te pongas dos zapatos del mismo pie.
Y tengo que decir que a mí, en lo personal, me encanta la simetría.
Me gusta tener un cuerpo simétrico.
Me gusta tener un coche simétrico.
Me gusta tener tratos simétricos con otras personas.
Me gusta la simetría de dar y recibir, de abrazar...
Y me suelen cargar los extremismos, siempre enfadados, siempre buscando a los malos de su otro extremo, sin darse cuenta de que son lo mismo.
Los extremos se tocan, y si les das ocasión, se destruyen.
En estos momentos se está dando una cosa curiosa en, prácticamente, todo el mundo; Se está forzando, de forma poco disimulada, a que la gente tome posiciones extremas, fuera de su eje "natural", el centro.
Y desde ya te digo que alguien se va a hacer pupa.
Aquí lo dejo, que pierdo el centro y me pongo a hablar de cualquier cosa.