Ocupados con nuestra vida familiar, los padres, que se están haciendo mayores; algunos ya se fueron, y los que quedan están repasando su corta vida, siempre es corta cuando pasas a esas edades...
Ocupados con nuestra vida social; ahora quedan pocos amigos, todos encontraron caminos que se bifurcan, se casaron y tuvieron hijos, que a su vez le fueron separando de los sueños de juventud: vivir en un lugar ideal, con la persona ideal, con el trabajo ideal, en las condiciones ideales...
La música se fue diluyendo a cada paso dado. No fue posible vivir de lo que daba aquel grupo de rock, ni logré hacerme un hueco como productor, arreglista, músico de estudio, compositor para publicidad, para documentales....
El azucarillo en el vaso de agua, el soplo en el huracán, el vacío en la nada....
Ocupados con un presente lleno de dudas, problemas económicos, silencios no buscados y soledad.
Ocupados con una vida social inexistente, aburrida y sin alicientes.
Ocupados con una realidad cada vez más brutal, en donde las noticias son cada vez más salvajes e inanes.
Ocupados en dar brazadas en un mar embravecido, dejándonos las fuerzas en estupideces que se muerden la cola, razonando con piedras y comulgando con ruedas de molino.
Me repito una y otra vez que la leche es blanca, la hierba, verde. Pero hay días en que incluso eso no resulta tan evidente.
Ahora estamos solos tú y yo, y no parece que tengamos nada que decirnos.
Bueno, voy a dar el primer paso, a ver si puedo romper el hielo, aunque ya sé que no las tengo todas conmigo.
Soy imperfecto, no entiendo muchas cosas, no sé música, no tengo preparación profesional.
Soy un tipo normal. Cuando digo normal, quero decir eso, normal, normal. Lo único que tengo es un cierto sentido común.
Tranquilo, que no te voy a salir con eso de que el sentido común es el menos común de etcétera, etcétera...
Pero, vamos, que todo lo que sé se basa en lo que he vivido de primera mano. Los libros están bien, muy bien, pero no hay nada como vivir la vida. Y más si te has metido en muchos fregaos, como yo.
He sentido el roce de la muerte en innumerables ocasiones. Casi nunca en primera persona. Bueno, quizás unas tres o cuatro veces sí que me rozó, pero se ve que no tenía tantas ganas de terminar esta cosa de vivir.
Pero sí que he vivido de cerca muertes ajenas, y eso te cambia la vida para siempre.
¿Te he dicho ya que me equivoco, y a veces mucho?
Cuando escuché por primera vez a Los Héroes del Silencio, me cargué de razón y dije: "Este grupo no se va a comer una mierda en su vida".
No podía imaginar que esa voz tan rimbombante y pretenciosa pudiese gustar a nadie.
Así de patético puedo llegar a ser.
Con el tiempo, no sólo he tenido que rectificar, sino que lo hice convencido. Bumbury, además de un gran cantante, me parece un tipo con una muy buena filosofía de vida. Daría cualquier cosa por pasar una tarde con él, hablando, sobre todo, de sus cosas.
Durante mucho tiempo, creí que éramos algo así como una vasija que había que llenar. Llenar con experiencias, con datos, con sabiduría, con vivencias. Me equivoqué (una vez más).
Durante mucho tiempo creí que había dos tipos de personas; los buenos y los malos. Y, claro, yo estaba con los buenos.
Durante mucho tiempo creí que había que labrarse una gran personalidad, para ser respetado, para ser quizás envidiado, para ser amado...
También me equivoqué.
Lo que aprendí es que todos los seres humanos somos únicos. Todos buscamos lo mejor para nosotros mismos y para los que nos rodean o amamos.
Lo que aprendí es que nadie tiene toda la razón, que somos un producto de nuestras parcialidades, nuestra historia personal, nuestro tiempo.
Aprendí que es inútil echar semillas en un terreno duro y seco. Nada va a crecer ahí.
Aprendí que tratar de cambiar a los demás es una tarea inútil, además de imprudente. Lo supe cuando encontré en mi camino algunas personas que se dejaron la piel tratando de hacerme a su imagen y semejanza. Siempre lo rechacé. Quiero ser yo quien se equivoque, no te necesito para ello.
Me gustan las sugerencias. Me toca los huevos la intransigencia, la violencia.
No me gustan los sermones. Desconfío de la gente que lo tiene tan claro que nunca, nunca van a cambiar de opinión.
Y como ya te he dicho, yo soy un auténtico veleta, estoy cambiando de opinión a cada rato. Y no, eso no hace que yo sea mejor que tú.
Y eso lo reflejo en mi forma de hacer música. Nunca tengo seguridad, siempre dudo. Me guío por la intuición. La razón la dejo para la mezcla.
Me gusta improvisar, casi siempre sobre una base a modo de cimiento.
Me gustan las estructuras, las medidas inusuales. Tengo una deuda con la sencillez, tiendo hacia lo complejo. Es una cuenta pendiente.
Ahora estoy descubriendo algunas músicas folclóricas de Sudamérica. Sus letras tienen una profundidad que me asombra. Nunca me di cuenta antes.
Así que mi viaje consistió en llegar con el rock, subir hasta el jazz y el progresivo, y ahora volver a lo esencial: la conexión que parece perdida.
Bueno, podría seguir y seguir y seguir, pero no quiero aburrirte. Estoy seguro de que tú también tienes muchas cosas que contarme.
Estaré encantado de llegar hasta donde quieras compartir.
Vamos, no te cortes, ya puedes empezar.... Te escucho.