¿o igual lo tenemos y no caigo?
Admirando a F. Battiato,
qk
Alguien escribió:
Perduto amore” narra el periplo artístico y espiritual de un joven en la Italia de los 60, primero en su aldea natal y más tarde en la gran ciudad. Viendo las poderosas imágenes que Battiato ha logrado fundir con músicas de distintos géneros, desde fragmentos de óperas a canciones populares de la época (no en vano el título de la película es el mismo que el de un tema de Lorenzo Adamo que el propio Battiato versionó en su disco “Fleurs 3”), viendo esas imágenes, decía, uno se da cuenta que el largo viaje interior batiatiano no ha sido en vano y que este hombre ha llegado ciertamente lejos en su camino hacia la Verdad. La mirada que el compositor-director italiano echa sobre su tierra, sobre sus mujeres y sus hombres, sobre sus paisajes, su cultura y sus subculturas, sobre sus interiores y exteriores, es la de un iluminado, la de alguien que, mire lo que mire, lo ve con brillo y objetividad. Como ocurría con aquel tendero de un cuento zen que, al ser preguntado por su mejor producto, respondió “todos son el mejor”, en “Perduto amore” todo es “lo mejor”: no hay altibajos, no hay tiempos muertos, cada plano es un éxtasis y cada sonido un clímax. El conjunto se revela como un film de una originalidad insólita, que logra en el espectador sensible una sensación de paz y alegría, haciendo que salga del cine caminando algunos centímetros por encima del suelo. La verdad está aquí dentro y Battiato la ha encontrado por ciencia infusa, rodando como quien silba espontáneamente el esqueleto de una ópera interior. Y todo ello... ¡sin recurrir a hurtar planos de otros directores!: “Cuando se rueda por primera vez a mi edad no hay referencias, porque el medio está a tu disposición. Tú sabes lo que quieres conseguir y ahí está el medio para que lo hagas”, ha dicho el artista.
Como era de esperar, el público que asistió al pase madrileño en el cine Bellas Artes era mayormente progre, carne de filmoteca sociata que no terminó de entender la película, asaltando a su director (que se prestó a un coloquio-rueda de prensa tras una de las proyecciones) con un puñado de preguntas tontas y apreciaciones absurdas. En este sentido, Battiato manifestó su decepción y afirmó que la película había tenido mejor acogida en Barcelona. “Perduto amore” no se trata, en cualquier caso y pese a su desarmante belleza, de un film fácil, y es lógico que un público que identifica lo espiritual con viejas en misa y a los sufistas con los autores del 11-M reaccione tan malamente. No se ha hecho la miel para la boca del asno. Pero el buen espectador, esté interesado en disciplinas espirituales o no, sabrá disfrutar de esta película más divina que humana y coherente en grado sumo con la personalidad de su autor. Ni siquiera la aparición de Martirio o la parrafada intelectualoide de Eco desentonan en un conjunto inmaculado y sabiamente aderezado con sonidos escogidos por Battiato con gusto impecable: “es música de autores que debieran haber tenido éxito y no lo tuvieron”, ha dicho el director que, para su próxima película (que ya está escrita) contará con la colaboración de Stockhausen, otro de sus “big name friends”.
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