Llegar antes de salir.
Estamos pasando de escribir cartas a mano (si te acuerdas de esto es que ya te falta poco para morir, miserable), a leer en diagonal (búscalo en google), de leer un libro a leer tuits cada vez más cortos. Y, como no, a emplear un precioso emoticono a tener que describir cómo nos sentimos realmente. Dejemos esa sonrisita ambigua que sirve para cualquier cosa.
Apenas sabemos ya mantener una conversación. A la segunda frase del tipo que tenemos enfrente, ya le estamos cortando para decirle, sin lugar a dudas, que está muy, pero que muy equivocado. Y lo sé porque yo soy el que tengo razón. Y sanseacabó.
Y si no te gusta, te borro de mi chat.
Así llegamos a la cancelación; no me gusta lo que me dices, ergo te aniquilo, te borro, te ninguneo, te mando al carajo, te obvio, te desaparezco.
Es muy, pero que muy curioso, que todos aquellos izquierdistas (de los que yo formaba parte) a los que se nos llenaba la boca con aquellos inquebrantables argumentos en defensa de la libertad, y su hermana menor, la libertad de expresión, de pronto no sólo ya no parece importarles mucho, sino que ahora son esos mismos izquierdistas, de los que yo ya no formo parte desde hace muuuuucho tiempo, los que la promueven sin ningún pudor. Supongo que los derechistas no tardarán en encontrarle el gusto...
Dios mío, esto ya es el fin de las ideologías. Y por este lado, yo que me alegro. Bastante me manipulo a mí mismo casi sin darme cuenta, como para aguantar que vengan otros a imponérmela...
Y todo ello a una velocidad de vértigo.
Valoramos muchisísimo todos los artilugios tecnológicos, los softwares, los programillas, los truquillos que hacen que el trabajo rutinario, que antes se llevaba algunas horas, ahora esté hecho en min..., perdón, segundos. Y, a veces, esos infames segundos en que esa pista de midi tarda en renderizar se nos antoja insoportable.
Y es que hay algo en la lentitud que resulta conmovedor. Andar dos horas para un trayecto que en coche son dos minutos. Comprar en el mercado los productos necesarios para cocinar cuando es tan fácil comprar algo en el mercadona. Usar loops en vez de hacerlos. Decir me mola en vez de intentar expresar, con todo tipo de matices, aquello que sentimos cuando nos embarga una emoción especial.
¿Qué te ha parecido...? Guay
¿Cómo lo ves? genial
¿Cómo estás? ok.
¿Cómo te sientes? de lujo, man...
Y ya se está imponiendo una reducción palpable en la duración de las canciones que solemos escuchar en esputifai, y hemos pasado de los tres minutos y pico de hace diez años, a los escasos dos minutos quince en la actualidad, comiéndonos en el camino la introducción y la mitad las estrofas. En tres años más, los temas sólo serán estribillos, un minuto y veinte a lo más...
Podría seguir contando de todo esto por un buen rato más, pero dudo que alguien haya aguantado hasta aquí.
Así que voy a ir terminando con este rollo interminable.
Habló el gran Capitán Kokorikó, azote de engreídos y vagos, listo como un lince y pedante como un ministro...