Entre Dos Ángulos (Capitán Kokorikó)

Entre Dos Ángulos (Capitán Kokorikó)
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Subido por Capitán kokorikó el 01/09/2024
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Descripción
EL ESCALADOR Y LA BAILARINA

La reina de la noche llevaba no menos de seis moscardones sateliteándole.
Ella se movía entre todos ellos con naturalidad y soltura.
Era preciosa, con un cuerpo perfecto; dominaba la pista como una profesional, bailando con los rendidos chicos por turno aleatorio.
Las sonrisas estaban aseguradas y con los roces había cierta garantía, pero llegar hasta el final, subir hasta su cima, ¡ah!, eso era otra cosa.
El primero que se retiró lo hizo abrumado por el número exagerado que representaban los otros cinco. ¡Chao, amigo!, dijeron los otros entusiasmados, instantes antes de volver a la rutina machacona de merecerla.
A las cuatro cambió de local, y los cinco, tras ella enfebrecidos.
Mientras ella baila, uno de ellos se siente indispuesto. Quizá es la mezcla de alcohol y drogas. O quizás fue otra cosa. Entra en los aseos y ya nadie le ve saliendo. Cuando cambian de local, sobre las cinco, nadie se acuerda de que alguna vez hubiese existido.
Ella recibe con agrado las invitaciones de todo tipo, pero siempre rechaza las de pasar noches de ensueño.
El cuarto se larga viendo que se queda sin dinero, y sin gasolina ¿cómo va a llevarla a ningún sitio? El cerco se estrecha. Ella lo sabe y multiplica los mensajes atractores. Sabe lo que esos chicos necesitan. Necesitan movimiento, justo lo que ella derrocha.
El tercero se fue harto de tanto postureo. Y eso que él mismo iba bien servido. Pero es que había que ver a los otros, bailándole el agua sin recato.
Ella, a las siete, se quería retirar. Y muy diplomática les pidió a ambos, como de forma casual, que la acompañaran a casa. Los dos se miraron a los ojos en un acto reflejo. ¿Un trío? Cuando llegaron al portal, uno de los chicos se echó atrás. Lo del trío sería otro día.
Entonces entré con la reina de la noche en el portal, ella reía. Subimos al quinto piso. Ella reía. Y cuando entró en su casa me dio un beso en la mejilla. Y las buenas noches.
Le miré a los ojos y con los míos le pregunté por mi premio, no en vano llegué a la cima.
Ella, en voz baja me dijo: tú eres escalador, yo soy bailarina.
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