Entre Todos (Capitán Kokorikó)
Subido por Capitán kokorikó el 30/06/2024
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Descripción
CASUALIDAD
¡Qué casualidad! Era ella, de eso no había duda.
El corazón me latía con tanta fuerza que temí perder el equilibrio. Allí estaba, sentada y bella mientras yo lidiaba con un desfase temporal de treinta años.
Me vino a la memoria cada detalle de nuestro antiguo encuentro. Fue corto, pero rico, exquisito e intenso.
Me acerco a saludarla, pero antes de estar frente a ella voy cantando la que fue nuestra canción pegamento. Y se giró con urgencia antes de tener un pensamiento. Se levantó, como un ave levanta el vuelo, y nos abrazamos largo rato.
Pasamos la tarde juntos, y entre presentes y pasados, nos vimos envueltos en vino. Supongo que pagamos la cena, pero no me acuerdo. Ni como llegamos a la habitación. Tampoco sé por qué no hicimos el amor. Quizás faltó una chispa que solo estaba en nuestro imaginario. ¡Ay! Los cuerpos, los sesenta años. Entonces nos abrazamos, nos besamos y así nos quedamos, sintiendo. A la mañana siguiente, me despierto y preparo el desayuno.
Oigo un grito que viene del dormitorio. Ella se ha levantado, me mira como si no me conociese. Se viste apresuradamente mientras trato de convencerla para que espere y me explique.
Se va hacia la puerta, le cojo del brazo, estira, sale y da un portazo.
Se ha dejado el bolso.
Me siento, abrumado, en una silla.
Abro el bolso y lo registro. Busco su carnet. Lo saco. Lo veo.
¡Vaya! Al final no era ella.
¡Qué casualidad! Era ella, de eso no había duda.
El corazón me latía con tanta fuerza que temí perder el equilibrio. Allí estaba, sentada y bella mientras yo lidiaba con un desfase temporal de treinta años.
Me vino a la memoria cada detalle de nuestro antiguo encuentro. Fue corto, pero rico, exquisito e intenso.
Me acerco a saludarla, pero antes de estar frente a ella voy cantando la que fue nuestra canción pegamento. Y se giró con urgencia antes de tener un pensamiento. Se levantó, como un ave levanta el vuelo, y nos abrazamos largo rato.
Pasamos la tarde juntos, y entre presentes y pasados, nos vimos envueltos en vino. Supongo que pagamos la cena, pero no me acuerdo. Ni como llegamos a la habitación. Tampoco sé por qué no hicimos el amor. Quizás faltó una chispa que solo estaba en nuestro imaginario. ¡Ay! Los cuerpos, los sesenta años. Entonces nos abrazamos, nos besamos y así nos quedamos, sintiendo. A la mañana siguiente, me despierto y preparo el desayuno.
Oigo un grito que viene del dormitorio. Ella se ha levantado, me mira como si no me conociese. Se viste apresuradamente mientras trato de convencerla para que espere y me explique.
Se va hacia la puerta, le cojo del brazo, estira, sale y da un portazo.
Se ha dejado el bolso.
Me siento, abrumado, en una silla.
Abro el bolso y lo registro. Busco su carnet. Lo saco. Lo veo.
¡Vaya! Al final no era ella.
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