El Siete y sus Secretitos (Capitán Kokorikó)
Subido por Capitán kokorikó el 02/10/2024
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Descripción
OLVIDO
Antes de levantarse de la cama, Olvido se toma la pastilla. Es para el dolor.
Hace ya algún tiempo que le duele la cadera y el médico le ha dicho que no se puede operar, es demasiado mayor.
Se coloca la dentadura y comienza la aventura de vestirse.
Así es su día, en cámara lenta, en blanco y negro.
Luego el desayuno, leche con galletas.
Y justo después, la rigurosa retahíla de medicamentos; para la tensión, para las plaquetas, para las migrañas, para la úlcera y, finalmente, el protector para el estómago.
La cabeza de Olvido se llena de retales de todos los tiempos, un discurso interminable que discurre sin orden ni concierto y que no lleva a ningún sitio ni aclara pensamiento alguno, más bien crea confusión a su ya confusa vida. Si en vez de... Donde estará... Como pude... Qué hago de comer hoy... Mañana tengo que ir al médico... Y no me llama... Me duele... Y así hasta el infinito.
A media mañana le toca la más importante del día; si no se la toma, se muere. Es para el corazón; se ve que nunca estuvo bien, pero ahora, ya tan mayor...
Acaba de recordar que se tiene que pasar por el banco. Le llegó una carta y no sabe qué le piden ahora.
Se imagina saliendo de casa, cogiendo el metro, esperando su turno en la cola de la ventanilla, oyendo lo que le cuenta un empleado mientras trata de traducir sus palabras técnicas a un idioma humano. Y luego vuelta.
Come un poco de verdura cocida, ensalada y algo de pollo frito que le sobró de ayer. De postre, otra tanda de medicinas.
Para cuando se sienta en la mesa camilla, Olvido ya tiene completo el día. Tele y brasero. Entre el run run de los contertulios, el efecto de las pastillas y el calorcito del brasero, Olvido pasa la tarde en duermevela.
En ese estado le llegó la idea.
Cuando la encontraron muerta al cabo de cinco días, los médicos estuvieron de acuerdo: se le olvidó tomar la pastilla más importante del día, la del corazón.
Pero no, Olvido era vieja y estaba enferma, pero tenía muy buena memoria.
Antes de levantarse de la cama, Olvido se toma la pastilla. Es para el dolor.
Hace ya algún tiempo que le duele la cadera y el médico le ha dicho que no se puede operar, es demasiado mayor.
Se coloca la dentadura y comienza la aventura de vestirse.
Así es su día, en cámara lenta, en blanco y negro.
Luego el desayuno, leche con galletas.
Y justo después, la rigurosa retahíla de medicamentos; para la tensión, para las plaquetas, para las migrañas, para la úlcera y, finalmente, el protector para el estómago.
La cabeza de Olvido se llena de retales de todos los tiempos, un discurso interminable que discurre sin orden ni concierto y que no lleva a ningún sitio ni aclara pensamiento alguno, más bien crea confusión a su ya confusa vida. Si en vez de... Donde estará... Como pude... Qué hago de comer hoy... Mañana tengo que ir al médico... Y no me llama... Me duele... Y así hasta el infinito.
A media mañana le toca la más importante del día; si no se la toma, se muere. Es para el corazón; se ve que nunca estuvo bien, pero ahora, ya tan mayor...
Acaba de recordar que se tiene que pasar por el banco. Le llegó una carta y no sabe qué le piden ahora.
Se imagina saliendo de casa, cogiendo el metro, esperando su turno en la cola de la ventanilla, oyendo lo que le cuenta un empleado mientras trata de traducir sus palabras técnicas a un idioma humano. Y luego vuelta.
Come un poco de verdura cocida, ensalada y algo de pollo frito que le sobró de ayer. De postre, otra tanda de medicinas.
Para cuando se sienta en la mesa camilla, Olvido ya tiene completo el día. Tele y brasero. Entre el run run de los contertulios, el efecto de las pastillas y el calorcito del brasero, Olvido pasa la tarde en duermevela.
En ese estado le llegó la idea.
Cuando la encontraron muerta al cabo de cinco días, los médicos estuvieron de acuerdo: se le olvidó tomar la pastilla más importante del día, la del corazón.
Pero no, Olvido era vieja y estaba enferma, pero tenía muy buena memoria.
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