Todo Llega (Capitán Kokorikó)
Subido por Capitán kokorikó el 13/11/2024
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Descripción
EL MECÁNICO
Un hombre de mediana edad llama a una puerta. Pertenece a una casa grande de las afueras, con un amplio jardín, garaje, ático y una planta subterránea que usa de taller.
Le abre Mario, un hombre dicharachero y campechano, que se presenta con una amplia sonrisa, tanto que casi parece una caricatura. En la mano lleva una llave inglesa, se nota que está liado con alguno de sus trabajos.
Hola, usted no me conoce, pero un amigo mío, a quien hace un par de años usted le hizo un arreglo en una vieja moto, me dio su dirección, y sobre todo me habló de sus extraordinarias habilidades con la mecánica. Mario recuerda. Sí, claro, como lo iba a olvidar. Pase, no se me quede usted en la puerta. ¿Quiere una cerveza? ¿No? Bueno, venga por aquí y ya me cuenta. El visitante le cuenta. Mientras, Mario le estudia el gesto, el movimiento de las manos.
Bueno, dice Mario, creo que no habrá problema. Déjeme que busque unos bocetos y lo vemos sobre el papel. Espere aquí, enseguida vuelvo. Mario desaparece, y el visitante mientras tanto curiosea. Un diploma, una foto de universitario y otra con una chica.
Mario está tardando. El visitante se vuelve atrevido y abre una puerta despacito. Lo que ve dentro le fríe el cerebro, un sillón del año la pera con unas correas, y manchas en las paredes y en el suelo. Cuando se da la vuelta para huir tropieza con el bonachón de Mario, que ya no luce una amplia sonrisa.
Un hombre de mediana edad llama a una puerta. Pertenece a una casa grande de las afueras, con un amplio jardín, garaje, ático y una planta subterránea que usa de taller.
Le abre Mario, un hombre dicharachero y campechano, que se presenta con una amplia sonrisa, tanto que casi parece una caricatura. En la mano lleva una llave inglesa, se nota que está liado con alguno de sus trabajos.
Hola, usted no me conoce, pero un amigo mío, a quien hace un par de años usted le hizo un arreglo en una vieja moto, me dio su dirección, y sobre todo me habló de sus extraordinarias habilidades con la mecánica. Mario recuerda. Sí, claro, como lo iba a olvidar. Pase, no se me quede usted en la puerta. ¿Quiere una cerveza? ¿No? Bueno, venga por aquí y ya me cuenta. El visitante le cuenta. Mientras, Mario le estudia el gesto, el movimiento de las manos.
Bueno, dice Mario, creo que no habrá problema. Déjeme que busque unos bocetos y lo vemos sobre el papel. Espere aquí, enseguida vuelvo. Mario desaparece, y el visitante mientras tanto curiosea. Un diploma, una foto de universitario y otra con una chica.
Mario está tardando. El visitante se vuelve atrevido y abre una puerta despacito. Lo que ve dentro le fríe el cerebro, un sillón del año la pera con unas correas, y manchas en las paredes y en el suelo. Cuando se da la vuelta para huir tropieza con el bonachón de Mario, que ya no luce una amplia sonrisa.
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