EMI ha anunciado esta semana el cierre de su sello como tal en España y el despido de parte de su plantilla; la compañía pasará a reorganizarse y actuará bajo el sello de otras empresas, como Virgin. Esto es sólo la punta del iceberg de la gran crisis que afecta a la industria discográfica en los últimos tiempos.
Las discográficas, a pesar de su victoria en el famoso juicio contra Napster, sólo en los Estados Unidos han perdido el 3% de su mercado en 2001. Culpan de esas pérdidas a la piratería, a la grabación doméstica de CDs y a la distribución ilegal de música por Internet, y han atacado los tres frentes con importantes acciones judiciales. Pero, considerando todas las circunstancias, esta guerra total parece imposible de ganar para la industria. De entrada, las acciones contra los piratas organizados tienen una importancia muy pequeña, dado que la mayoría de las copias ilegales se realiza a nivel particular, gracias a los precios reducidos de las grabadoras de CD y los discos CD-R y CD-RW.
En España, la SGAE pleiteó recientemente contra Traxdata para conseguir un porcentaje de las ventas de CDs grabables de esta empresa, aludiendo que éstos se utilizaban para grabar música protegida por derechos de autor y edición. Sin embargo, la efectividad de esta lucha es muy relativa. Es dudoso que los precios de los CD-R vayan a aumentar hasta un punto intolerable por ello, y hoy en día es muy sencillo copiar un CD, cualquiera que sea su protección. Ante la incontestable evidencia, la fabricante de grabadoras de CD Philips (copropietaria de la patente del propio CD) ha anunciado que sus nuevos productos podrán duplicar cualquier disco, cualquiera que sea su sistema de protección. Aún más: los creadores de la protección contra copia supuestamente indestructible de los DVD palidecieron cuando al poco tiempo de su aparición fue destruida y publicada por los hackers. Los precios de las grabadoras de DVD bajan vertiginosamente, y todo parece indicar que no habrá cambios en la situación de la piratería y las copias ilegales con la implantación del DVD.
Si bien todos estos factores han sido un cáncer para la industria, nada ha sido tan determinante como la implantación del formato MP3, que permite bajarse música de la red con una merma de calidad desdeñable y una enorme disminución del tamaño de los archivos. La lentitud de los sistemas judiciales y la enorme proliferación, capacidad de transformación y cambio de los sistemas tipo Napster ofrece un panorama muy desalentador para las discográficas. El éxito sonado del juicio contra Napster se tiñó enseguida de fracaso con los nuevos métodos de distribución gratuita de música por la red; estos nuevos sistemas son Audiogalaxy (con 30 millones de usuarios), MusicCity Morpheus y Kazaa (que se enfrentan ahora a otro juicio con la RIAA, la asociación de discográficas americana), BearShare, Limewire y Edonkey. Se calcula que uno de cada tres internautas utiliza la red para bajarse música, y la tendencia aumenta rápidamente, a medida que nuevos usuarios se conectan. Lo que preocupa especialmente a las discográficas es la aparición de programas no basados en un servidor central, como Edonkey: estos sistemas no pueden ser atacados mientras permanezcan instalados en los ordenadores de los usuarios; son estos usuarios los que forman su propia red, y habría que localizarlos y demandarlos a todos ellos, que se cuentan por cientos de miles.
En España, la crisis ha sido tapada este año por el fenómeno Operación Triunfo, que ha equilibrado las cuentas de la industria, haciéndola crecer un 4%. También ha colaborado la menor implantación de Internet en nuestro país en comparación con el resto de Europa y EEUU, si bien los números crecen sin parar. Irónicamente, de todos modos, ha sido una discográfica independiente (Valemusic) la que se ha llevado la mayor tajada del acontecimiento musical y televisivo del año.
Plantear la crisis en puros términos mercantilistas, sin embargo, es seguramente un error. La crisis no implica sólo a las pérdidas de la industria; está emergiendo una nueva filosofía de distribución de la música que provocará el cierre de muchas compañías, que serán sustituidas por nuevos planteamientos basados en Internet. La interactividad de los potenciales clientes con las casas de discos debe aumentar; Sony ya dispone de un servicio de descargas on-line a cambio de una suscripción y una pequeña cuota. Quizá asistimos a la hora final de las grandes compañías y del viejo sistema de distribución, y a una nueva era en la que podrá seleccionarse en detalle el producto que se quiere escuchar. Podría suponer una puerta abierta a muchos talentos anónimos que han encontrado las puertas de la industria siempre cerradas y, en cierta manera, una venganza servida en plato frío.
Un símbolo de esta nueva concepción fueron las declaraciones de Courtney Love durante el juicio contra Napster, intentando explicarse cómo podía un grupo con un millón de copias vendidas deber dinero a su casa de discos: "¿Qué es piratería? Es robar el trabajo de un artista sin intención de pagar por él. Y no me refiero a los programas como Napster. Estoy hablando de los contratos discográficos".