Desde la pasada primavera se puso de moda –otra vez– hablar de los hot stampers. En realidad no son nada nuevo, pero se puso de moda volver a hablar de ellos ni más ni menos porque un par de medios publicaron artículos positivos al respecto de este tipo de producto, probablemente gracias a que una de las pocas tiendas de vinilos para audiófilos especializadas en hot stampers consiguió llamar la atención de esos medios con alguna de sus campañas de spam –en algunos foros de audiófilos los usuarios muestran sin ningún rubor esos correos no deseados con expresiones hiperbólicas como “blow your mind” y demás–, lo cual hizo resurgir el tema y hacerlo llegar más allá de los círculos en los que habitualmente se habla de estas cuestiones. Pero, ¿qué son los hot stampers?
Por explicarlo de manera rápida y sin entrar en demasiados tecnicismos, se trata de discos de vinilo que suenan notablemente mejor que otros aparentemente iguales –mismo artista, álbum, sello y edición– y no porque estén mejor cuidados o menos usados, el motivo es porque son las primeras copias realizadas con los mejores discos de estampado. El vinilo se fabrica mediante el prensado de pasta caliente entre dos “moldes” conocidos como discos estampadores, discos “negativos” de metal que deben reemplazarse aproximadamente cada 10.000-12.000 copias por el desgaste que tienen –o debería decir “debían reemplazarse” porque ya pocos artistas venden más que esas copias en vinilo–, y las primeras copias que se prensan tienen fama de sonar mejor que el resto de la tirada.
No todas las primeras copias de todos los discos de estampado suenan excepcionalmente bien como para considerarse hot stampers, ya que no todos los discos de estampado son iguales, ergo producen discos que no suenan igual. Hay también reediciones de discos para los que se emplean discos madre –con lo que se obtienen los discos estampadores– distintos realizados por ingenieros distintos, y aunque el proceso parte de la misma cinta máster, los discos de estampación que obtienen hacen que el disco suene totalmente diferente. ¿Cómo diferenciarlos? El año de edición suele ser un buen indicador para empezar a buscar, pero es demasiado masivo. Algunos vinilos tienen números de serie que indican los discos estampadores utilizados, otros no y se diferencian por marcas distintivas que el disco de estampación dejaba en los discos. Los expertos en cazar este tipo de material conocen estos indicadores y compran todos los discos en los que encuentran la señal que permite saber que el disco fue fabricado con buenos discos estampadores, después hay que limpiarlos bien empleando caros productos químicos y máquinas especializadas cuyo coste ronda los 7.000€. Y después obviamente hay que escucharlos para diferenciar entre los candidatos al disco “normal” del hot stamper, si es que has encontrado uno. Los expertos aseguran que si conoces el disco, el hot stamper se reconoce al escucharlo.
La tienda Better Records y su dueño Tom Port son los nombres más populares actualmente en el mundo audiófilo cuando se habla de hot stampers. Port ha tratado por todos los medios popularizar el producto que vende como un producto premium de sonido exclusivo, y convencer a sus clientes potenciales que por dicha exclusividad merece la pena pagar entre los 130$ que cuesta un hot stamper “normalito” y los 700$ que puede costar un white hot stamper, que es la denominación –de puro marketing– que dan a los discos de mayor calidad sonora. Emplean además un sistema de calificación por símbolos “+” para cada cara del disco. No todos los white hot stampers alcanzan esos precios, puedes encontrarlos por 250$ si es un disco con poca demanda o sencillamente no es un disco considerado especialmente bueno en términos musicales, con lo que los argumentos de que pagas un gran sonido y un proceso de selección se vienen un poco abajo ya que la ley de la oferta y la demanda entran en juego aquí también. Port afirma además que cualquiera de los discos de su tienda no sólo tiene el mejor sonido posible entre las ediciones originales, si no que es mejor sonido que el que pueda tener cualquier disco reeditado en los últimos años con técnicas modernas.
Port y su negocio, como todo lo relacionado con el mundo audiófilo, tiene adoradores detractores de todo tipo. Los que le adoran cuentan siempre historias similares: “era un poco excéptico hasta que le compré a Tom el disco XXXX y descubrí un nuevo mundo, ahora mi colección de hot stampers ya va por 100”. Entre sus detractores hay quien afirma que los hot stampers suenan ciertamente mejor pero están excesivamente sobrevalorados, hasta los que sencillamente le acusan directamente de timar pues las diferencias son prácticamente inapreciables o apreciables únicamente si tienes una sala de escucha como la que emplea el propio Port para cazar sus joyas, cuyo coste debe rondar los 40.000€. También la actitud “rupturista” de Port al expresar en entrevistas, foros y redes sociales su desagrado con el sonido de populares ediciones para audiófilos de algunos discos que son “canon” entre los propios audiófilos le ha valido no pocos enemigos que rotundamente afirman que rechaza esos discos porque simplemente son más baratos que los suyos y no le interesa que se vendan; pude leer una broma de alguien que afirmaba que la mejor manera de encontrar un disco con un sonido fabuloso era saber si Port lo ha rechazado.
Personalmente no tengo ni he tenido, ni he conocido a nadie con vinilos que pudieran contar con la calificación de hot stamper o que provengan de Better Records, así que no puedo opinar sobre este tipo concreto de producto. Sí que he tenido discos iguales de diferentes ediciones, y ciertamente he notado diferencias. Las diferencias son especialmente notables en alguna reedición moderna que no tiene nada que ver con la antigua y que proviene de una versión digital del master, y que para colmo ha sufrido un poquito la influencia del loudness war; aunque esto no es algo que ocurra siempre.
Y vosotros, ¿habéis podido realizar audiciones de este tipo de producto? ¿pensáis que los hot stampers son realmente un paraíso sonoro para los amantes del vinilo? ¿merece la pena pagar esos precios? ¿o simplemente es una jugada de marketing en donde el factor exclusividad y la capacidad de unos pocos por pagar mucho lo convierten en la jugada perfecta?
Nos lo podéis contar en los comentarios.