Uno de los puntos críticos durante la instalación de un equipo para un concierto o evento es la colocación de la PA (acrónimo anglosajón de Public Address, que significa ‘dirigido al público’; es decir, los altavoces y/o cajas acústicas que escucha el público). ¿Nos hemos preguntado por qué utilizamos normalmente L y R para la PA? La primera respuesta, de libro, es debido a la posibilidad de poder crear una imagen estereofónica de nuestra mezcla, esto es, la capacidad de poder colocar las diferentes fuentes de sonido virtualmente a lo largo de la línea recta más corta que se crea entre esos dos puntos. De esta manera, conseguimos abrir o cerrar la imagen sonora, por ejemplo, ‘moviendo’ el sonido de una guitarra hacia la derecha, dejando espacio al lado contrario para la otra guitarra.
Aunque no es motivo de este artículo, mediante el uso de efectos tipo reverb, por ejemplo, podemos engañar el oído humano retrasando esas señales hacia detrás de la línea, lo que nos permite conseguir cierta tridimensionalidad de la imagen sonora. Pero volvamos al principio: ¿por qué dos fuentes puntuales a modo L R? ¿Seguro que es sólo por la posibilidad de poder conseguir una imagen estereofónica? En los extremos de lo que podemos considerar un espacio ideal existen las salas pequeñas o los mega-recintos, como suelen ser los estadios olímpicos. Si nos centramos en los primeros, las salas pequeñas, a muchos de nosotros nos gustaría que en vez de una instalación LR convencional existiera un único foco central, justo en medio del escenario.
En salas estrechas (la gran mayoría), al colocar la PA a lado y lado suele significar que tendremos dos fuentes a tocar de las paredes laterales. Esto provoca varios problemas. Si tenemos en cuenta que una caja acústica (en array o estacada) propaga los sonidos en su eje central pero en arco simétrico hacia los lados, significa que la mitad de esa energía irá directamente a las paredes. Si no existe acusticación de las mismas (es decir, que las propias paredes absorben el sonido recibido) la mayor parte de esa energía que reciben volverá a platea, pero en tiempo posterior, lo que se traduce en generosas cancelaciones además aleatorias, degradando notablemente el resultado final. Podemos ‘engañar’ el equipo cerrando el eje de ataque de esa PA, pero es fácil entender que entonces donde tendremos serios problemas será, justamente, en el eje central de la sala donde normalmente se coloca el público más fiel. Al ser una sala relativamente pequeña tampoco nos sirve como excusa la posibilidad de poder realizar buenas mezclas estereofónicas, ya que normalmente las propias fuentes en el escenario (el amplificador de guitarra, la batería…) ya añadirán la información sonora necesaria para definir su posición exacta en el escenario. Al final terminas haciendo una mezcla en mono y deseando que ojalá hubieran colocado un único clúster central.
En mega-estadios, como ejemplo contrario, sí tenemos en nuestras manos la posibilidad de crear una auténtica mezcla estereofónica: el sonido real de las fuentes no incidirá al público y, además, esa línea entre L y R es tan agradecida que podremos recolocar los sonidos, a veces, en una línea de más de 20 metros… Pero claro, el problema es otro muy distinto y se llama efecto Haas: cuando lo que escuchas no tiene correspondencia visual —lo que genera fatiga auditiva—. Además, si abrimos mucho la imagen estéreo es probable que una parte importante del público deje de escuchar lo que ocurre justo al otro lado del escenario, ya que escuchará lo que ocurre en R, pero no tendrá información de lo que pasa en L —y eso que han pagado el 100 % de la entrada—. El uso aquí de un clúster central ayudaría a mejorar la imagen estéreo para todo el público, amén de obligarte a ser un muy buen técnico.
En ambos casos el uso de un clúster central puede ser la solución para dos problemas distintos, pero hay un efecto importante que manda: la visión. Colocar una fuente sonora (estacada o volada) en el centro del escenario seguramente no es nada atractivo, a la vez que imposible o impráctico. Sin duda es necesario buscar un equilibrio para solventar ambos casos y la experiencia ha demostrado que es posible. Aquí, a medio artículo, nos vamos a centrar en lo importante: vale la pena invertir algo de tiempo en saber colocar la PA para conseguir la mejor imagen estereofónica para todo el público teniendo en mente únicamente la parte física (sala) y el público. Estamos de acuerdo en esto, ¿verdad? Pues entonces: ¿por qué la mayoría de veces no tenemos esta posibilidad? ¿Por qué la mayoría de veces el cliente cree que “eso molesta” y decide por nosotros?
¿Sabéis por qué la mayoría de cajas acústicas son de color negro? Para que sean invisibles. El fondo negro, la oscuridad del espacio ayuda a que ese churro pase desapercibido en la mayoría de escenarios. Así las cosas: la mayoría del público sabe qué carajos son esas cosas negras y, en realidad, durante el concierto centrarán su visión en el artista (que para eso han pagado), lejos sin duda alguna de esas feas cajas acústicas. Incluso en los eventos más prestigiosos, el propio público hace gala de algo tan humano como mirar cuando se escucha, por lo que un churro visible durante el descanso se hace invisible durante la actuación.
Teniendo en cuenta lo anterior, la decisión de dónde colocar la PA (más cerrada, más abierta) es una decisión que debe tomar el ingeniero de sistemas o, en su defecto en nuestro país, el que se encarga de montar el equipo. Él sabe perfectamente si cerrar o abrir la PA supone una ventaja o no. Cuando nos topamos con un Orbit (ese en forma de media pelota) se nos obliga a colocar la PA fuera del mismo, en estructuras más o menos versátiles. Eso implica que la mayoría de las veces no tienes poder de decisión para conseguir que el público pueda escuchar de manera fidedigna lo que el artista y/o técnico quiere, ya que la distancia entre cajas para según qué espacios es enorme, mastodóntica. Y es sólo un ejemplo. Aquí el problema no es dónde va la caja, sino la elección del Orbit como escenario ya que es demasiado para ese espacio concreto.
Una carpa, tan de moda últimamente, es un modelo exacto de destrucción masiva sonora. Su forma de tubo recubierto de plástico hace muy difícil conseguir un buen sonido. Además, el cliente quiere que “se vea bonito” junto con “que suene perfecto”. Si quisiera eso sin duda gastaría algo más con la acusticación de la carpa o, como mínimo, dejando al ingeniero de sistemas la elección de dónde colocar la PA. Así, lo más seguro es que la cierre lo más posible y, además, la deje muy abajo si la carpa es estrecha y larga o muy arriba si la carpa es ancha pero poco profunda. Cuando un ingeniero o técnico responsable decide eso es, justamente, para que el público disfrute lo máximo con el sonido, lo que permitirá al ingeniero de mezclas conseguir una buena imagen estéreo y facilitar enormemente el disfrute al cliente final, que es el público.
Fíjense en este dato: la mayoría de veces, cuando me han obligado a colocar la PA en lugares extraños, el público no se ha dado cuenta… pero cuando me han dejado colocarla donde debería estar el público tampoco se ha dado cuenta, pero han disfrutado mucho más.
Cada uno de los procesos que como técnicos realizamos es para conseguir un único objetivo final: que el público disfrute. Es muy difícil decidir qué elemento es más o menos importante, ya que en realidad una mala elección en uno de esos puntos redunda directamente en el resto de la cadena. Aunque hayamos elegido el mejor micro, el mejor procesado y la mejor mesa de mezclas, si la PA está mal colocada por una decisión normalmente arbritaria todo se reduce a lo absurdo. La PA es ya de por sí un elemento muy crítico en esta estructura y molesta, sinceramente, que la decisión de su colocación sea ejercida por alguien cuyo cometido es cualquier otro menos sonorizar y preparar un equipo.
Para terminar un apunte, dedicado esta vez a los clientes que nos contratan y que tanto les gusta decidir. La mayoría de veces, una mala elección se suele resolver colocando más material: a una configuración L y R muy separada se puede conseguir llegar a la audiencia con más frontfills, con más PA colgada “hacia dentro” o colocando más cajas en el ya de por sí pesado array… y eso se traduce en “dinero”, en inversión. En esas salas donde los propios técnicos se quejan, para que esa PA mal separada pueda ofrecer un buen sonido se suele subir el nivel de presión sonora (para ahogar los rebotes), aunque si estuviera bien quizá gastarías la mitad en etapas, muchísimo menos en recambios y ya no digo en multas. Una correcta (ya no digo buena) colocación de la PA incide directamente en el bolsillo del cliente que paga. ¿A que suena mejor ahora?
Con más de 20 años de experiencia en los escenarios, es técnico de sonido especializado en FOH. Trabaja para bandas nacionales e internacionales como técnico de mesa, y es productor técnico para diferentes festivales y grandes eventos. Kinosonik es su estudio de sonido basado en plataforma digital. Le gusta compartir y le encanta aprender.