Sonido en vivo

El secreto jamás contado de un micro

Mat Hayward 2012

En un concierto todo empieza en el músico o, mejor dicho, en el micrófono. Ferran Conangla realizaba un comentario tremendamente inteligente a raíz de mi último artículo publicado, sobre las pizzas, lo analógico y lo digital: “tanta tontería sobre el modelo tal, que si plugin o no… se está perdiendo la base del oficio, que es colocar bien el micro y tener una buena fuente. Luego vienen con aquello de que lo digital suena frío”. Esta frase, esta sentencia, se merece un cuadro en toda academia o escuela de sonido: en menos espacio no podría decir más. Leedla otra vez y daros cuenta de la importante verdad que esconde, que seguramente Conangla dijo sin tan siquiera darse cuenta. ¿Ya? Exacto: “colocar bien el micro”. No habla de “elegir bien el micro”, sino de colocarlo. Es entonces cuando tienes esa “buena fuente”. La ecualización empieza en el micro, no en la mesa.

Todos somos lo bastante orgullosos para afirmar que sí, que sabemos cuál es el patrón de la mayoría de micrófonos que utilizamos, que sabemos sus puntos fuertes y sus desventajas. Es increíble la cantidad de información que sabemos de memoria. Con toda seguridad y maestría presentamos nuestros riders y exigimos que se cumplan a la perfección. Pero son muy pocos, creedme por experiencia, los que durante las pruebas de sonido dedican unos minutos a verificar que esa ristra de micrófonos que han elegido han sido colocados a la perfección. Si todos sabemos que una diferencia de 1 cm marca enormemente la diferencia sonora de un amplificador de guitarra (porque lo sabemos, ¿verdad?), ¿cómo es que normalmente ningún técnico de sonido de banda se toma la molestia de ni tan siquiera pasearse por el escenario justo antes de chillar “¡bombo!”? Como siempre, seguro que en los comentarios saldrán decenas afirmando que sí, que ellos siempre se pasan por ahí… pero mi experiencia dice todo lo contrario. Y no sólo eso, incluso colocando ellos el micrófono suelen entrar en absurdas contradicciones técnicas.

Habrá quien deje esta decisión al técnico microfonista. Sí, aquella figura profesional que completa el séquito de técnicos que acompañan un evento. Justamente esa persona que debe ser, en ese momento, una auténtica enciclopedia técnica y que a tiempo récord sabe con maestría y algo de magia cómo colocar absolutamente todos los micrófonos, pues además sabe cómo suenan todos los amplificadores, fuentes, pianos, baterías y, cómo no, conoce exactamente qué sonido quiere ese técnico que, quizá, ni tan siquiera se le ha presentado. No sabe su nombre pero sabrá cómo quiere que suenen sus 25 fuentes. Peor aún, y no menos importante, la mayoría de empresas de alquiler suelen colocar como microfonista al novato, al técnico nuevo, el que todavía no sabe manejar de manera eficiente ninguna de las dos mesas… Por eso está ahí, porque “sólo” tiene que colocar pies, ordenar cables y meter micros. ¿En serio que dejáis en sus manos la elección de vuestro sonido? Todo mi respeto por ellos, claro está… lean esto como una crítica al modelo empresarial actual.

Mi talón de Aquiles son los pianos acústicos. Tengo muy claro cómo quiero que suenen, pero por ser un instrumento pesado, grande y tedioso, nunca suelo tropezar con el mismo piano en una misma producción (suelen ser de alquiler y, además, cada vez marcas y tamaños distintos). Puedo prever el trio de micrófonos (pues suelo utilizar tres) que mejor pueden irme para ese espectáculo y equipo, pero aún con eso, siempre encuentro difícil su ajuste perfecto. Busco la complicidad del técnico de escenario, pues normalmente suele aportarme algo “nuevo” que desconocía (y tras más de 20 años, sigue siendo así). Hace unos días me sorprendió uno que me dijo que con dos 441 en las arpas y un SM91 cerca del resonador podría conseguir algo bonito. Y acepté. Pero eso no me liberó de realizar esa prueba necesaria que sólo yo podía hacer: acercarme al piano, meter la cabeza debajo de la tapa y escuchar. Utilizar esa herramienta tan bonita que tenemos que se llama “oídos” y decidir, sólo entonces, dónde tenían que ir esos 3 micros. Una vez elegida la posición informo del resultado al microfonista para que la recuerde en caso que algo ocurra. Me divirtió esta configuración, y me acerqué bastante a lo que quería. Independientemente del experimento que suposo recurrir a los 441, seguí como siempre la misma metodología: escuchar.

Escuchar es la base de todo técnico de sonido y, curiosamente, muy pocos técnicos saben escuchar. Esto no nos lo enseñarán en ninguna escuela o academia, ni tan siquiera lo podremos aprender al lado de los mejores ingenieros de audio, porque cuando escuchamos decidimos en silencio. Y para saber qué escuchas debes saber qué quieres escuchar.

Es curioso observar cómo a veces aplicamos a la ecualización justamente lo que el micrófono ya nos da… si estuviera bien colocado. Como decía antes, mover ni tan siquiera medio centímetro el micrófono en un amplificador de guitarra soluciona los problemas de agudos y falta de cuerpo de la misma, o viceversa. Acercar o alejar el 112 incluso hace innecesario el SM91 (y te ahorras los problemas de fase). Angular más o menos el micro de la caja mejora el ataque y aumenta el cuerpo. Ya no digo cuando aciertas colocar el micro del ampli de bajo justamente donde hay un altavoz u orientar correctamente el 414 por su cara buena.

Seas el técnico de la banda o el técnico que en ese momento opera la mesa, es tu responsabilidad que los micros estén correctamente colocados. El microfonista, si es bueno, los habrá colocado en una posición justa y estándar, y sobre todo segura, pero eres tu quien decide cómo debe sonar todo, por lo que eres tu quien debe darle el toque final. Si aplicamos este criterio reducimos enormemente los procesos de ecualización e incluso procesado de dinámica, lo que aumenta el rango dinámico en horizontal y vertical de nuestras señales, ofreciéndonos, ahora sí, un sonido de lujo. O como mínimo, la base para reducir la necesidad de destrozar las señales y reducirlas a la mínima expresión. Además, la mayoría de veces, cuando ajustas la posición de un SM57 en un amplificador determinado, basta con meter una indicación con cinta adhesiva (si utilizas cinta negra nadie se dará cuenta que existe) y entonces, el buen microfonista sabrá que quieres que el micro apunte justo en esa dirección. A excepción del filtro pasa-altos, cerca del 80% del trabajo de ecualización lo podemos hacer colocando bien el micro, ahorrándonos así un 80% de “distorsión” en ecualización. ¿Aún suena frío?

R. Sendra
EL AUTOR

Con más de 20 años de experiencia en los escenarios, es técnico de sonido especializado en FOH. Trabaja para bandas nacionales e internacionales como técnico de mesa, y es productor técnico para diferentes festivales y grandes eventos. Kinosonik es su estudio de sonido basado en plataforma digital. Le gusta compartir y le encanta aprender.

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