A principios de los 90 al psicólogo John Sloboda se le ocurrió un curioso experimento, analizó una serie de 20 canciones seleccionadas por un grupo de personas a las que se les había pedido que propusieran un tema que les había hecho llorar. Sloboda encontró algo en común en prácticamente todos ellos (18 de los 20), la aparición de... ¡apoyaturas!. :)
Expliquemos brevemente que es eso de la apoyatura para aquellos que no son músicos.
En una canción “standard” hay un acompañamiento y una melodía. El acompañamiento, por ejemplo una guitarra o un piano, toca acordes. Un acorde es un conjunto de notas que se tocan al mismo tiempo. Bien, cuando las notas de la melodía coinciden con las notas de los acordes el oído percibe una consonancia, dicho con otras palabras, una nota que suene limpia, estable, etc. cuando la melodía pasa por una nota que no se encuentra en el acorde que en ese momento está sonando se produce una disonancia, un choque entre la melodía y la armonía. Cualquier melodía por simple que sea y que no sea un arpegio (una simple sucesión de notas de un acorde) contiene notas consonantes y disonantes. La aparición de esas notas disonantes se pueden clasificar de diferentes maneras y una de ellas es la apoyatura.
La apoyatura se produce cuando una nota se “apoya” justo al lado de una nota del acorde (esté sonando esta o no, pero esté implícita) para luego dejarse caer sobre ella. Las apoyaturas pueden ser notas ornamentales (muy rápidas) o pueden ser notas “reales” y llegar a durar incluso más que la nota de resolución, lo cual obviamente aumenta su presencia e intensidad. El efecto es similar a si estiráramos una goma para luego soltarla y dejarla en reposo. La apoyatura debe originarse por salto, porque si no sería una nota de paso entre, por ejemplo, dos notas del acorde. Siempre lleva implícita una acentuación, comience esta en tiempo fuerte o en tiempo débil del compás.
Imaginad que está sonando el acorde de Do mayor. Este acorde lo componen las notas Do, Mi y Sol. Una apoyatura sería la aparición de cualquier nota que se encuentre pegada a una de ellas (a distancia de tono o semitono) y que a continuación resuelve sobre una de esas notas del acorde. Hay otras opciones de resolución más ornamentales, pero la esencia de una apoyatura creo que ya ha quedado más o menos clara.
Pues al parecer, tras una serie de estudios llevados en los últimos años por gente como el Dr, Guhn, Mercel Zentner o el neurocientífico Robert Zatorre, se ha llegado a la conclusión de que determinados elementos constitutivos de las piezas musicales, y entre ellos especialmente la apoyatura, generan la producción de dopamina en quien escucha. Esa sustancia que hace que nos sintamos bien (también la generan la comida, el sexo o las drogas) y que provoca que queramos repetir la experiencia que la ha generado.
¿Una canción que incluya una gran cantidad de apoyaturas producirá más cantidad de dopamina? ¿Es tan sencillo? No he podido resistirme y he realizado un tema basado principalmente en la aparición de apoyaturas (como nota real) y algunos otros elementos que también han sido estudiados por producir este efecto. ¿Actuará como un chute de dopamina...?
No sé que habrás sentido al escucharlo pero me adelanto a la conclusión del artículo diciendo que, hayas sentido más o menos placer con él, aunque está repleto de apoyaturas, nunca van a ser sólo ellas las responsables. Pero ayudan, en algunos casos pueden ayudar mucho, al igual que ayuda poner cara de pena cuando se está contando algo triste. Pero poner sólo cara de pena no es suficiente.
De todo esto se hablo bastante hace aproximadamente un mes debido a un interesante artículo que publicó The wall street journal en el que analizaban el tema “Someone like you” de la artista Adele. Un tema que al parecer hace llorar con cierta facilidad a su público, algo que atribuyen a la inclusión de determinados elementos y, entre ellos, especialmente a la apoyatura.
Aunque, al parecer, en este caso hacen referencia, sobre todo, a la apoyatura como nota ornamental, algo que trae implícito una cantidad ingente de melodías solistas, vocales e instrumentales, de prácticamente cualquier estilo y cultura. El artículo menciona otros elementos que también ayudan a trasmitir ciertas emociones al oyente.
Me resultan curiosos todo este tipo de experimentos, creo que son atractivos, divertidos y que además pueden llamar la atención de aquellos que no son músicos a los entresijos de las canciones. Pero al mismo tiempo tengo la sensación de que destripar una canción no es suficiente para dar una explicación de todo lo que transmite, quizá yo sea demasiado romántico en ese aspecto. Pero pienso que la prueba es que una canción que te transmita, que te haga generar, por ejemplo dopaminas, no es fácil de fabricar “artificialmente” en un “laboratorio”, raramente va a funcionar. La música que nos “llega” no son sólo apoyaturas, saltos de octava, cambios específicos de tono, etc. Elementos cuyo efecto, aunque comenzó a investigarse por psicólogos y neurocientíficos hace pocas décadas, hace siglos que cualquier músico conoce. Si todo fuera tan sencillo no habría tanto refrito. Ni constantemente gente anónima en su casa estaría superando el nivel emocional de costosas macroproducciones discográficas (esto sí que es sorprendente)
Por ejemplo, la palabra “amor” tiene un significado muy profundo e intenso. La gente llora por amor, ríe, se suicida... pero la palabra “amor”, dependiendo de la frase en la que aparezca puede pasar desapercibida o acercarse y tocarnos el corazón. Y una de las cosas por las que “permitimos” que se nos toque el corazón, es porque sea auténtica (o al menos lo parezca lo suficiente).
Juan Ramos
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