educación auditiva. Creo que podíamos ir comentando en este hilo recursos, ejercicios, ideas, métodos y sus críticas, etc. Ahí va:
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El oído musical atento
A la conocida expresión "oído musical", se ha añadido deliberadamente la palabra "atento" que nos recuerda la necesaria disposición para la escucha de la música. Sin atención suficiente no es posible la comprensión del discurso musical. Dicha atención es una mezcla de absoluta concentración y un amplio conocimiento que provee de los necesarios parámetros con que analizamos lo oído.
El significado de "oído musical" se antoja aún algo impreciso y produce en quien no lo posee una gran admiración. Pero el que cuenta con el cúmulo de habilidades que supone dicho "don" sabe bien que oír música está más allá de la mera acción sensorial y que implica una toma de conciencia del efecto del sonido en nuestra percepción auditiva. Y es precisamente durante esa toma de conciencia cuando el conocimiento de la teoría musical básica entra en juego.
Así lo decía Clemens Kühn[1]: "Sería una simplificación indebida contemplar el dominio de un ejercicio de oído como un mero acto de audición pura" y añade algunas de las condiciones obligadas en dicha actividad:
· Dominio de la escritura de las notas, hasta el punto de poder visualizar la representación escrita de lo que se oye como de producir una "imagen" sonora a la vista del papel.
· Entendimiento de los procedimientos compositivos y de cómo se organizan estructuralmente los sonidos (armonía, contrapunto, formas musicales, etc.)
· Dominio de algún instrumento, con preferencia por la voz y el piano: una para la vivencia física de la altura y el otro para la comprensión de la armonía. Dicha competencia permite además experimentar también el ritmo con el cuerpo.
· Conocimiento de un amplio repertorio, que sirve en la mayoría de los casos de referente para audiciones de piezas por primera vez.
Si hubiera que sintetizar las habilidades básicas necesarias para una "audición musical atenta" con lo dicho hasta ahora éstas serían: concentración, para una óptima escucha; memoria (auditiva, motriz), que permiten identificar y registrar; e inteligencia, con la que analizamos, comprendemos e inferimos.
Sin embargo nada es tan fácil, y no basta presumir de un oído sano y haber adquirido el suficiente entrenamiento teórico/práctico para poseer un oído entrenado. A menudo se dan casos de instrumentistas que no han profundizado hasta lo esencial de su arte. Han tomado la partitura como una lista de instrucciones de ejecución en el instrumento y usan su oído para una práctica ajustada en conjunto y adaptarse así a la agógica, la dinámica y la entonación de los que le rodean en el mejor de los casos.
Si preguntáramos a uno de estos intérpretes, por ejemplo, qué nota del acorde toca en tal o cual compás de su papel, lo pondríamos en un aprieto, teniendo que reflexionar más tiempo del debido acerca de ello y hasta desconociendo la respuesta. Si lo invitáramos a improvisar, o a tocar un fragmento de memoria en otro tono o a hablar de la forma o estructura de la pieza pasaría más o menos lo mismo.
[...] Siempre es más coherente la interpretación del músico que conoce bien la obra a la de aquel que no repara en los detalles de su construcción.
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[1]Kühn, Clemens: "La formación musical del oído" 2003 Idea Books
Copio un texto que escribí hace años con motivo de unas clases que di de
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El oído musical atento
A la conocida expresión "oído musical", se ha añadido deliberadamente la palabra "atento" que nos recuerda la necesaria disposición para la escucha de la música. Sin atención suficiente no es posible la comprensión del discurso musical. Dicha atención es una mezcla de absoluta concentración y un amplio conocimiento que provee de los necesarios parámetros con que analizamos lo oído.
El significado de "oído musical" se antoja aún algo impreciso y produce en quien no lo posee una gran admiración. Pero el que cuenta con el cúmulo de habilidades que supone dicho "don" sabe bien que oír música está más allá de la mera acción sensorial y que implica una toma de conciencia del efecto del sonido en nuestra percepción auditiva. Y es precisamente durante esa toma de conciencia cuando el conocimiento de la teoría musical básica entra en juego.
Así lo decía Clemens Kühn[1]: "Sería una simplificación indebida contemplar el dominio de un ejercicio de oído como un mero acto de audición pura" y añade algunas de las condiciones obligadas en dicha actividad:
· Dominio de la escritura de las notas, hasta el punto de poder visualizar la representación escrita de lo que se oye como de producir una "imagen" sonora a la vista del papel.
· Entendimiento de los procedimientos compositivos y de cómo se organizan estructuralmente los sonidos (armonía, contrapunto, formas musicales, etc.)
· Dominio de algún instrumento, con preferencia por la voz y el piano: una para la vivencia física de la altura y el otro para la comprensión de la armonía. Dicha competencia permite además experimentar también el ritmo con el cuerpo.
· Conocimiento de un amplio repertorio, que sirve en la mayoría de los casos de referente para audiciones de piezas por primera vez.
Si hubiera que sintetizar las habilidades básicas necesarias para una "audición musical atenta" con lo dicho hasta ahora éstas serían: concentración, para una óptima escucha; memoria (auditiva, motriz), que permiten identificar y registrar; e inteligencia, con la que analizamos, comprendemos e inferimos.
Sin embargo nada es tan fácil, y no basta presumir de un oído sano y haber adquirido el suficiente entrenamiento teórico/práctico para poseer un oído entrenado. A menudo se dan casos de instrumentistas que no han profundizado hasta lo esencial de su arte. Han tomado la partitura como una lista de instrucciones de ejecución en el instrumento y usan su oído para una práctica ajustada en conjunto y adaptarse así a la agógica, la dinámica y la entonación de los que le rodean en el mejor de los casos.
Si preguntáramos a uno de estos intérpretes, por ejemplo, qué nota del acorde toca en tal o cual compás de su papel, lo pondríamos en un aprieto, teniendo que reflexionar más tiempo del debido acerca de ello y hasta desconociendo la respuesta. Si lo invitáramos a improvisar, o a tocar un fragmento de memoria en otro tono o a hablar de la forma o estructura de la pieza pasaría más o menos lo mismo.
[...] Siempre es más coherente la interpretación del músico que conoce bien la obra a la de aquel que no repara en los detalles de su construcción.
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[1]Kühn, Clemens: "La formación musical del oído" 2003 Idea Books