Magacín

Once cosas que he aprendido en 25 años de carrera

Un buen día de hace casi 25 años decidí hacer música. Fue así tal cual lo describo. Provengo de una familia sin tradición musical artística y que durante generaciones se había dedicado principalmente a la agricultura, por lo que la expresión artística no estaba dentro del rango de actividades que pudieran apoyar o entender. En 1991 y en Málaga el acceso a la tecnología era una broma, la educación técnica del sonido inexistente y la educación musical formal reducida al ámbito clásico, por lo que mi carrera ha sido un constante prueba-error en todas las áreas. Fruto de este proceso de aprendizaje, he escrito esta pequeña lista, basada en mi experiencia y no en mi sabiduría, que espero que ayude a las nuevas generaciones que empiezan en la profesión.

1. El camino se hace al andar. Hubo una primera vez que grabé batería, que dirigí a un artista, que hice un arreglo de orquesta, que grabé con la orquesta, que grabé en otro país, que trabajé un estilo de música concreto, que un cliente me dijo que el trabajo no era lo que quería. Siempre he sido valiente y he aceptado los nuevos retos y eso es lo que ha hecho que crezca profesional y personalmente.

2. La autocrítica es un bien escaso, doloroso y necesario. Mi familia, mi pareja o mis amigos no son el baremo por el que debo valorar mi trabajo. Después de la emoción del comienzo, en lo que todo te parece maravilloso y te sientes tocado por dios, desarrollé un sistema de autocrítica muy feroz en la que pasé a comparar mi trabajo con mis referentes. Obviamente, al principio la diferencia era abismal, pero, más allá de la necesaria autoindulgencia, me sirvió para trazar un horizonte y hacer que cada día la distancia fuera más corta.

3. Mi valor como productor depende del equipo humano del que me rodeo. No soy omnipotente, ni omnipresente y no puedo pretender ser el mejor en todo lo que hago, por lo que en cada trabajo me rodeo de los mejores. Con los años, además, he desarrollado una relación de amistad y confianza y tengo un círculo de profesionales en los que confío ciegamente, de los que aprendo cada día, y que me hacen mejor profesional. En música 1+1 suele sumar 3 o 4 casi siempre.

4. El equipo es irrelevante. Cuanto más educo mi oído, menos herramientas necesito. En los últimos años mis proyectos han pasado de ser un crisol de plugins y hardware externo a contener la mínima expresión posible de efectos.

5. Nadie jamás me ha elegido ni me elegirá por ser el mejor. Esta profesión se basa en las relaciones personales y en el éxito de tu trabajo, por lo que el parámetro “mejor” no está en ninguna de las consideraciones necesarias para ser contratado. Después de 25 años peleando por ser el mejor en mi profesión, he llegado a la conclusión de que no sirve para absolutamente nada. Además, no existe forma alguna de medir ese mejor, por lo que lo que te hace el indicado es la percepción de lo bueno que eres que tienen los demás.

6. He aprendido más de cada error que de cada acierto. Si tuviera que hacer una lista de cosas que ha aprendido equivocándome, necesitaría años de escritura constante. Aprender de mis errores y no tener miedo a equivocarme ha sido capital mi evolución.

7. En un mundo en evolución constante, es fácil quedarse obsoleto. Y el estar constantemente vigente requiere mucho tiempo y una mente muy abierta.

8. Compartir lo que sé me hace crecer profesionalmente más rápido que el resto. En este tipo de profesiones tan minoritarias y competitivas, el secretismo actúa de barrera para las nuevas generaciones y la competencia: ese truco o aparato que nadie conoce, esa forma de mezclar, etc. Yo me he dado cuenta que explicar lo que sé me ayuda a asentar y mejorar mis conocimientos y me obliga a inventar algo nuevo para seguir en el candelero.

9. Los éxitos se desvanecen, las cagadas te persiguen toda tu vida. Cada trabajo que hago es un paso de mi carrera donde nadie atiende a las circunstancias en las que se hizo ese trabajo: da igual que ese día estuviera enfermo, en mitad de un divorcio, el presupuesto fuera ridículo, o en una inundación, siempre tiene que ser el mejor proyecto que haya hecho nunca. Como internet tiene memoria infinita, aquella remezcla que hice hace 12 años sin tiempo aún me persigue…

9. No siempre soy la persona apropiada para todo lo que me ofrecen. Antes de aceptar un trabajo debo estar seguro de que mi presencia va a hacer que sea mejor y que voy a disfrutar durante el proceso.

10. Yo soy un artista y no trabajo por dinero. Sólo quiero hablar con mis clientes de arte, de emociones, de sonido y no quiero que el dinero sea un obstáculo en nuestra relación ni el criterio para aceptar un trabajo. Samuel es mi persona de confianza para eso y él, que ha sido músico por más de media vida, sabe cómo gestionarlo. Yo empecé en la música por el amor a la música, no al dinero.

11. Los estudios de grabación atraen trabajo. Es lo que yo llamo el efecto “luces de colores”. Por más que la tecnología y mis capacidades estén por encima de eso, a los grupos, artistas y clientes en general les gusta ver grandes mesas de mezclas con muchos botones y grandes cristales y da igual el número de premios que tenga que trabajar en mi casa, acondicionada acústicamente y con equipos y sintetizadores por valor de muchas decenas de miles de euros, no transmite la seriedad necesaria.

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