Richard Wright, para siempre en el espacio exterior
Un hispasónico, Hectorolh, nos echa una merecida bronca —eh, ¡nos encanta que nos escriban los hispasónicos, aunque sea para echarnos merecidas broncas!—. El día 15 de este mes de septiembre había fallecido Richard Wright, mítico teclista de Pink Floyd, e Hispasonic no le había dedicado ni una miserable línea. ¡Tienes toda la razón, Hectorolh! Yo me enteré de la noticia esa misma mañana y quizá de forma demasiado confiada, pensaba que para cuando yo pudiera escribir al respecto, el propio webmaster de Hispasonic ya se me habría adelantado. Nunca he sido seguidor de Pink Floyd, pero admito que éste es justo el tipo de noticia que hace que te sientas asquerosamente pequeño. Y sé también perfectamente que los seguidores de Pink Floyd son legión en Hispasonic. Así que allá va la merecida reseña.
Richard William Wright era pianista y teclista, y adquirió merecida fama por su colaboración con Pink Floyd. Las ricas texturas aportadas por su teclado siempre fueron un ingrediente imprescindible en el sondo de Pink Floyd. Wright aportaba también líneas de voz e incluso en ocasiones se convirtió en la voz principal en temas como Time, Echoes o en la composición de Syd Barrett —en mi opinión el miembro de la banda más interesante, en lo musical y en todo lo demás— Astronomy Domine.
Como compositor nunca fue tan prolífico como sus compañeros Roger Waters y David Gilmour. Aún así, escribió importantes partes de la música de discos clásicos como Meddle, The Dark Side of the Moon y Wish You Were Here, así como del último disco de estudio de la banda, The Division Bell.
En Wired le han dedicado un delicioso homenaje a Richard Wright.
Resulta que existe un grupo de fans de Pink Floyd, que incluso tiene su propia referencia en la Wikipedia, y que reclama que Echoes se sincroniza a la perfección con una de las secuencias finales de la película 2001, Una Odisea en el Espacio de Stanley Kubrick, la titulada Júpiter y Más allá del Infinito. De hecho, Echoes, editada tres años después de la película, tiene una duración de 23 minutos y 31 segundos, exactamente la misma que el propio segmento de la película. Las voces texturadas que se escuchan al final de la escena parecen sincronizarse a la perfección con las vibraciones discordantes de bajo en el centro del tema de Pink Floyd, y con los glissandos corales del final. Hay quien afirma que hay momentos donde la canción y la banda sonora de la película son completamente indistinguibles.
Ningún miembro de la banda ha declarado nunca que dicha sincronización sea intencionada, aunque se cuenta que a Roger Waters siempre le resultó frustrante no haber formado parte de la banda sonora oficial de la película. El propio Waters, desde luego, debería admitir que la sombra de la versión del Also Sprach Zaratustra de Richard Strauss por la Filarmónica de Berlín dirigida por el coloso Karl Bohm, una de las tres o cuatro grabaciones cumbre de la música clásica del pasado siglo, es condenadamente alargada.