Un amigo técnico de sonido, del cual valoro mucho su trabajo, me dijo hace un tiempo que envidiaba a los músicos y que a él también le gustaría hacer música y aprender a tocar algún instrumento. ¿Qué?...Le contesté que él ya era músico y que sabía tocar no sólo un instrumento sino varios. Que la frontera entre el músico y el ingeniero, al menos desde mi punto de vista, se había ido evaporando hasta desaparecer.
Le maticé que probablemente en su formación como músico él quizá echara de menos tocar un instrumento melódico (como una guitarra) pero que yo, en mi formación también como músico también echo de menos no saber controlar como él instrumentos como EQ, compresores o la simple elección y colocación de un micro para que esa guitarra, por ejemplo, se grabe con el sonido que tengo en la cabeza. En ambos casos estábamos a tiempo de hacerlo.
Para mí todo el que intervenga en una obra de arte es artista y sentirse como tal va a generar que su rendimiento y el resultado sea mejor.
¿En un grupo de rock es más músico el cantante (habitualmente el instrumento principal) que el bajista (por decir uno)? ¿No está haciendo música el tipo que toca el triángulo durante la pieza de una orquesta (independientemente de que su formación vaya mucho más allá)? ¿No está haciendo música el que se encarga de golpear el bombo durante el pasacalles de una banda? Tan sólo golpea un parche con una maza a un ritmo regular, pero ¿qué ocurre si pierde el ritmo o deja de tocar? Casi con toda seguridad apreciaremos con mucha más claridad un desliz en él, que en el pasaje de la flauta.
Si todos aportamos en el resultado final de una obra, y más aún si tenemos la oportunidad de intervenir en ella de forma creativa, todos somos músicos. Cada uno especializado en su instrumento o en el rol que le ha tocado en ese momento.
Hasta hace poco, pensaba que yo gastaba demasiado tiempo en aspectos que no tenían nada que ver con mi trabajo como músico, y que quizá sería más productivo que me dedicara a mejorar mi técnica con el piano, la guitarra o el contrapunto... Tareas técnicas como la ecualización, compresión, etc, las desempeñaba sin mucha ilusión porque no tenía más remedio (o presupuesto para poder encargárselo a otro). Las usaba como un medio de corrección o ajuste: la sujeción de una voz, la desenmascarización de una frecuencia, etc...
Todo eso para mí ha cambiado y fue no hace mucho. Creo que me di realmente cuenta tras recibir una serie de encargos de música electrónica, donde, más importante que saber armonía para hacer creíble ese estilo que me habían pedido, lo eran una serie de conocimientos y dominios en aparatos (o plugins), que hasta ahora, como decía antes, había usado únicamente para realizar correcciones cuando no tenía más remedio. Ahora tenía que usarlos de forma creativa, como un instrumento musical más. Los filtros, la compresión, los efectos, etc, eran como las cuerdas, maderas y metales en una producción orquestal.
Ahora, para casi todo lo que hago, tengo en cuenta esas herramientas de la misma forma que tengo en cuenta la elección de un determinado instrumento para una primera o segunda voz. Y estoy convencido de que con el dominio suficiente, en contextos muy concretos, teniéndolos en cuenta de la misma forma que se tiene en cuenta la aparición, por ejemplo, del trombón en un determinado pasaje, pueden desempeñar una función tan emotiva como lo hace un determinado cambio en la armonía, un cambio de acorde.
Dicho esto también, añado, para que se me entienda mejor, que también soy de los que piensan que para componer sólo es necesario papel y lápiz. Incluso ni eso si te conformas con que la música se quede dentro de ti... (cuantas melodías se quedan dentro de nosotros a veces...). Pero, al igual que para “engordar” esas ideas hacemos uso de la paleta orquestal y del dominio de cada músico en su especialidad, también desde mi punto de vista, hoy en día, entran en el mismo saco los instrumentos que procesan y graban la señal y aquellos músicos que los dominan.
Así es como yo lo veo, como actualmente lo siento de forma totalmente sincera, en mi trabajo diario.
Si en un artículo anterior valoraba con energía la acentuación que el intérprete ejercía sobre su instrumento, o el compositor sobre las notas de la partitura, ¿Cómo no voy a valorar al mismo nivel la acentuación, los matices, que produce en una obra el dominio de la tecnología?
Siempre he preferido escuchar una buena obra interpretada por una mala orquesta que una obra que no me gustara por la Filarmónica con más prestigio del universo. Y no ha cambiado.
Pero con el tiempo he ido valorando más, mucho más, una buena interpretación de una mala sobre una misma pieza. Porque una mala interpretación (e incluyo aquí lo que sería, por ejemplo, una mala mezcla de estudio) puede oscurecer una buena obra, en cambio, una de calidad puede tirarte de la oreja para que escuches. Una buena interpretación (y como decía, incluyo también a la parte ingeniera) te va a decir, “escucha, que esto es bueno, vale la pena que lo oigas...”.
Y esto me ocurre igual con interpretaciones de instrumentistas. Cuando en su día descubrí a Chopin (por poner un ejemplo porque me ha pasado con muchos), hubieron obras a las que no presté mucha atención, debido a que la interpretación que escuché de ellas no les hacía justicia (lo supe después evidentemente). Esas mismas piezas las escuche más tarde a manos de otros pianistas y me enamoraron. Estas atenuaron lo que había que atenuar y acentuaron lo que había que acentuar a lo largo de cada nota, algo similar a lo que hace, por ejemplo, un buen tratamiento de EQ pero sobre las frecuencias.
Es obvio que hay diferencias entre la parte melódica y la parte del sonido, pero la música, su arte, incluye esos matices y una infinidad de sutilezas, que en su conjunto, dependiendo del contexto y de la obra pueden influir de manera determinante en su presentación final.
¿De qué sirve tener un equipo de millones de euros si luego descuidamos el mantenimiento de los cables y estos hacen interferencias?. ¿De qué nos va a servir tener unos cables estupendos si luego el tipo que vamos a grabar toca como una patata? (bueno, al menos la patata pasará a través de los cables estupendamente).
Cada pieza es importante y cada eslabón de la cadena debe ser sólido. Y si además de sólido es creativo pues mejor que mejor. Todo tiene su especialización y con el enfoque correcto también su arte. Cualquier cosa que hagamos influye en el resto, en el fondo somos todos piezas de dominó. Si la cadena es una pieza musical, aquel que cierra cualquiera de esos eslabones, para mí, es un músico, y sentirse como músicos y ver a cada uno como tal, independientemente de si le ha tocado darle con la maza al bombo, llevar la batuta o ajustar la distancia del micro, hará que la comunión entre todos sea más creativa, más artística en general y que el resultado final transpire magia por todos los poros.
Me dolió que mi amigo, técnico de sonido, no se sintiera músico, él había hecho más por el resultado final (musical) de alguna de mis piezas (además de las ideas que me aportó) que algunos de los instrumentistas que las interpretaron.
Juan Ramos.