Grabación

Verdades incómodas sobre el mastering

Wikipedia

Como usuario (y perpetrador) del proceso del mastering, me veo sorprendido por las cualidades cuasi-mágicas que son atribuidas al proceso del mastering. Y no culpo a nadie: yo también tuve mi época en la que pensaba que el mastering salvaría mis mezclas mediocres y justificaba que un proceso tan caro (proporcionalmente al tiempo que requiere) tenía que ser el alfa y el omega en el mundo del audio. De hecho, este mismo artículo es resultado de un hilo del foro donde un usuario ensalza la relevancia del proceso para el sonido final de la canción, opinando que era capaz de arreglar grabaciones caseras.

Para empezar, deberíamos ahondar algo más en lo que es el mastering en sí. Según la Wikipedia inglesa,

Mastering, a form of audio post production, is the process of preparing and transferring recorded audio from a source containing the final mix to a data storage device (the master); the source from which all copies will be produced (via methods such as pressing, duplication or replication). In recent years digital masters have become usual although analog masters, such as audio tapes, are still being used by the manufacturing industry, notably by a few engineers who have chosen to specialize in analog mastering.

Mastering requires critical listening; however, software tools exist to facilitate the process. Mastering is a crucial gateway between production and consumption and, as such, it involves technical knowledge as well as specific aesthetics.[1] Results still depend upon the accuracy of speaker monitors and the listening environment. Mastering engineers may also need to apply corrective equalization and dynamic compression in order to optimise sound translation on all playback systems.[2] It is standard practice to make a copy of a master recording, known as a safety copy, in case the master is lost, damaged or stolen.

En resumen, el mastering ayuda a la traslación de un medio a otro y a la escucha más uniforme entre canciones, y esto se debe hacer cambiando lo mínimo posible la mezcla.

Para continuar, deberíamos definir qué es una buena mezcla y, para ello, me autoparafrasearé: una buena mezcla es aquella que (aparte de dar coherencia a pistas de audio que casi siempre han sido grabadas o generadas de forma independiente) consigue que la canción transmita a la audiencia el máximo de sensaciones posibles. Para esto se usan todas las herramientas disponibles y, por supuesto, no hay límites creativos. Una buena mezcla es un viaje y debería ser capaz de mantener la atención del oyente de principio a fin sin agotarlo auditivamente.

Aquí os dejo mi lista de verdades incómodas:

  • El mastering no arreglará una mala mezcla. No me malinterpretéis, se pueden hacer grandes cosas en mastering: ecualización M/S, compresión, distorsión, reverb y todo esto automatizado a lo largo de la canción dan para mucho, pero si la mezcla es un desastre, el mastering no lo arreglará. Si la mezcla tiene un pequeño desequilibrio espectral, o no está bien ajustado el estéreo, el mastering puede conseguir que algo que era decente se convierta en algo mejor aún.
  • No puede rectificar instrumentos. Con la tecnología disponible en el año 2016, más allá de la limpieza de clicks, ruidos, etc, no se puede hacer nada demasiado emocionante. Esto equivaldría a tener un pastel de chocolate y pretender que el bizcocho sea de fresa en vez de nata.
  • El mastering por stems no es mastering: es una mezcla encubierta, absolutamente respetable, pero no es mastering.
  • El peso en el resultado final debe ser el mínimo imprescindible. Dependerá del estado de original de la mezcla y de la dirección indicada, pero en condiciones ideales, el mástering debe ser transparente. Jamás contrataré a nadie que altere indiscriminadamente una mezcla mía sin consultármelo. Es necesariamente un proceso técnico, donde una persona nueva se incorpora al proyecto y revisa que todo esté bien y aplica su creatividad y su conocimiento para que la translación a otros medios más allá de mis altavoces de miles de euros sea lo mejor posible.
  • No es un proceso necesario. Cuando ejerzo de productor o mezclador, para mí supone una garantía tener a alguien de mi confianza (y os aseguro que esa lista es muy pequeña) que revise mi trabajo y me ayude a mejorarlo, sobre todo en proyectos largos, pero no es algo imprescindible. Hay grandes discos que no fueron masterizados (el primero de Bruno Mars, por ejemplo) y la vida ha seguido igual.

Para que tengáis un ejemplo, os contaré mi experiencia como usuario del proceso de mastering. Aunque masterizo material para otra gente, si yo he mezclado la canción, evito el proceso yo mismo. Tras la mezcla, la canción tiene el tono, el espacio y la dinámica que a mí me gusta, por lo que siempre saco dos versiones, una con el volumen final y otra sin limitar. Cuando contacto con mi ingeniero de mastering le cuento cómo es el proyecto y lo que busco y lo normal es que devuelvan prácitamente tal como las doy, pero con algo más de volumen. Siempre pregunto qué cambios se han hecho y reviso el resultado. Dado que en la mezcla ya voy buscando el volumen, lo normal es que no haya ajustes de tono o que se corrijan ciertas frecuencias que sobresalen al ganarle volumen (medio dB). En el caso de discos completos, puede haber ajustes mayores para acercar el color entre las canciones, pero ahí entra el gusto y el oficio de cada ingeniero de mastering.

Mi mejor consejo para aquellos que piensan que sus canciones necesitan un mastering mágico que arreglen una mezcla deficiente es que probablemente lo que sí necesitan es una buena mezcla.

Y hasta aquí mi opinión del día, las vuestras más abajo :-)

Nota: He editado el artículo para precisar más un punto.

Nota de los editores: este artículo fue respondido en "Las verdades de un ingeniero de mastering" por Ibon Larruzea.

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