Soy sanitario. Técnico en emergencias sanitarias, como voluntario, en el servicio de Socorros y Emergencias de Cruz Roja. Pero ante todo, soy una persona.
Una persona que tiene sentimientos, una persona cuyo cuerpo y mente se agotan. Sin embargo, nunca me echo para atrás, nunca digo "no puedo". Lucho siempre, hasta el final. No importa lo grave que esté la persona a la que trato de salvar, incluso aunque sepa que no se le puede salvar la vida, gasto hasta mi último aliento en intentarlo.
A veces nos enfrentamos a pruebas muy duras: hay que tener mucho coraje para entrar en urgencias con un niño pequeño el cual ha sido violado y decirle al médico lo que ha ocurrido, mientras su madre, desgarrada, repite una y otra vez que es solo una mala pesadilla, fuera de sí. En ocasiones, también nos jugamos la vida: accidentes de tráfico, derrumbes, incendios, catástrofes naturales... Pero estamos ahí.
No somos héroes ni queremos serlo. Por eso, a veces nos permitimos el lujo de llorar, de gritar de impotencia porque no hemos podido salvar la situación, porque una vida se nos ha escapado entre los dedos.
No todo es malo. Nuestra comida favorita en una guardia son las patatas fritas de bolsa y las pizzas congeladas. Alguno un poco más recatado se trae un bocadillo de casa. Pero no veáis que rico sabe todo cuando a media cena suena el teléfono para acudir a una urgencia: a la vuelta está frío todo, pero... qué rico sabe!! Y por supuesto, nuestra bebida fundamental es el café. Sin él no seríamos nadie!! NO TENDRÍAMOS OJERAS!!!
Los sanitarios tenemos muchos hermanos: el conductor loco que afila las defensas de los coches en hora punta cruzando por el centro de la ciudad; el sanitario calladito que luego sabe mucho más de lo que nos pensamos; el enfermero cachondo que cuando se pone serio no te lo crees; el médico friki que fríe camillas con el desfibrilador... en fin, somos eso, hermanos: yo daría la vida por cualquiera de ellos... y sé que ellos por mí... ya me lo han demostrado. De no ser por ellos, ya me hubieran apuñalado, me hubiera atropellado un camión, me hubieran golpeado con una baldosa en la cabeza... en fin, esas pequeñas cosas que nos pasan a los sanitarios. Además, cada vez que llega alguien nuevo, las novatadas son extremadamente divertidas!! Pero siempre nos preocupamos por los menos expertos, para que aprendan y vuelvan a casa con sus familias.
Pero luego está esa incertidumbre que nos destroza el corazón. Suena el teléfono y nunca sabes lo que te vas a encontrar. El miedo existe y vive en una ambulancia. Los sanitarios tenemos miedo, pero al miedo se le vence cun un arma tan fuerte y simple que no se la puede vencer. Ese arma se llama VIDA. Cuando buscas salvar una vida, no hay miedo, no hay dudas, no hay cansancio ni sueño, no hay nada más que eso: una vida que salvar.
Pero... como dijo una enfermera de Madrid en una carta, nunca se podrá entender lo que hacemos si no se ha vivido.
Para finalizar, os dejo un breve relato de la maldición del paramédico:
Un saludo a todos, y, en especial a todos mis "herman@s"
Una persona que tiene sentimientos, una persona cuyo cuerpo y mente se agotan. Sin embargo, nunca me echo para atrás, nunca digo "no puedo". Lucho siempre, hasta el final. No importa lo grave que esté la persona a la que trato de salvar, incluso aunque sepa que no se le puede salvar la vida, gasto hasta mi último aliento en intentarlo.
A veces nos enfrentamos a pruebas muy duras: hay que tener mucho coraje para entrar en urgencias con un niño pequeño el cual ha sido violado y decirle al médico lo que ha ocurrido, mientras su madre, desgarrada, repite una y otra vez que es solo una mala pesadilla, fuera de sí. En ocasiones, también nos jugamos la vida: accidentes de tráfico, derrumbes, incendios, catástrofes naturales... Pero estamos ahí.
No somos héroes ni queremos serlo. Por eso, a veces nos permitimos el lujo de llorar, de gritar de impotencia porque no hemos podido salvar la situación, porque una vida se nos ha escapado entre los dedos.
No todo es malo. Nuestra comida favorita en una guardia son las patatas fritas de bolsa y las pizzas congeladas. Alguno un poco más recatado se trae un bocadillo de casa. Pero no veáis que rico sabe todo cuando a media cena suena el teléfono para acudir a una urgencia: a la vuelta está frío todo, pero... qué rico sabe!! Y por supuesto, nuestra bebida fundamental es el café. Sin él no seríamos nadie!! NO TENDRÍAMOS OJERAS!!!
Los sanitarios tenemos muchos hermanos: el conductor loco que afila las defensas de los coches en hora punta cruzando por el centro de la ciudad; el sanitario calladito que luego sabe mucho más de lo que nos pensamos; el enfermero cachondo que cuando se pone serio no te lo crees; el médico friki que fríe camillas con el desfibrilador... en fin, somos eso, hermanos: yo daría la vida por cualquiera de ellos... y sé que ellos por mí... ya me lo han demostrado. De no ser por ellos, ya me hubieran apuñalado, me hubiera atropellado un camión, me hubieran golpeado con una baldosa en la cabeza... en fin, esas pequeñas cosas que nos pasan a los sanitarios. Además, cada vez que llega alguien nuevo, las novatadas son extremadamente divertidas!! Pero siempre nos preocupamos por los menos expertos, para que aprendan y vuelvan a casa con sus familias.
Pero luego está esa incertidumbre que nos destroza el corazón. Suena el teléfono y nunca sabes lo que te vas a encontrar. El miedo existe y vive en una ambulancia. Los sanitarios tenemos miedo, pero al miedo se le vence cun un arma tan fuerte y simple que no se la puede vencer. Ese arma se llama VIDA. Cuando buscas salvar una vida, no hay miedo, no hay dudas, no hay cansancio ni sueño, no hay nada más que eso: una vida que salvar.
Pero... como dijo una enfermera de Madrid en una carta, nunca se podrá entender lo que hacemos si no se ha vivido.
Para finalizar, os dejo un breve relato de la maldición del paramédico:
Un saludo a todos, y, en especial a todos mis "herman@s"