Yo ahora ando en la fase de culpabilidad. Personalmente he optado por la postura de intentar no lastrar los procesos creativos con demasiada planificación, aunque sí con cierto sentido y recorrido. Ir grabando canciones, como salgan, con la idea de que siempre queda un hueco en el disco duro , así que si después de los cinco días de subidón no me convence, simpre podría dejarlo ahí a la espera de mejores tiempos. Incluso si me convence y veo que podría haber sido mucho mejor ajustando detalles, las dejo ahí. Y encimas las enseño inconclusas o irrealizadas en todas sus posibilidades y las dejo ir. De ahí la culpabilidad
. Aunque intento ser más responsable últimamente, más perfeccionista y menos sinvergüenza
. Pero me cuesta mucho quitarme las prisas. Y dejar cosas en la nevera un tiempo. Desechar de entrada o esperar.
Y la verdad es que estoy cómodo en esta postura. Disfruto del momento puramente creativo, tan cáotico y apremieante a veces;de la estructuración, de los tanteos (mmmnnn, las posibilidades
...); incluso de la parte más creativa de la mezcla (arreglos, niveles,efectos...) Pero llegado un punto me cuesta pulir,o rehacer/regrabar, por mucho que en la cabeza le haya dado cuatro vueltas y intuya a ciencia cierta que la cosa va por otro camino. O simplemente que esa guitarra tiene un ruido. O que a esa melodía le sobran dos notas (o le hace falta un climax). Me da pereza regrabar, que se le va a hacer. Es lo que tiene ser un amateur convencido. Casi ateo
. Quizás sea porque en otros ámbitos creativos a veces le he estado dando vueltas y vueltas a una cosa para dejarla nada, o en algo mucho peor de lo fue o debería haber sido. Es lo que tienen las ínfulas, a veces. En fin
Aunque luego uno intenta buscar cierta coherencia en sus proyectos, claro.
Fin de la sesión de psicoanálisis. Y del tocho.
Un saludo freudiano