Y no nos olvidemos, vamos camino del segundo año de pandemia, hay mucha crispación, frustración y mucho quebranto.
Pues puede ser, vendrán hordas de ex prejubilados de banca que nos miraron por encima del hombro cuando fuimos pedir un crédito para comprar un M1 y que tuvieron un grupo con un casiotone y dos guitarras y no se les ha ocurrido otra para entretenerse, o de dueños de bar zoquetes, de mamás de niña pianista ajadas ya por el virus, o de jugadores de chica al mus, o de nadadores ocasionalmente cantantes, o de niños-rata pobladores de villas miseria, o de traperos talentosos capaces de ver más allá del arenal con cangrejos transeúntes y cocoteros, o de gente incapaz de hacer un comentario de texto o con un vocabulario de quinientas palabras, cien de ellas traducciones catetas del inglés, o paletos poseídos por la intoxicación mediática, o gordos sin ilusiones, u hordas de perjudicados por lo que sea, perjudicados zombies.
Pero hasta entonces hay que confiar un poco, cinco años es mucho durar.