Hace tiempo que empecé en los achaques y primeras vulneraciones que están otros que tienen cuarenta y...: presbicia, tensión arterial, menor agudeza mental, lapsus de memoria...
Pero, vaya, más o menos os sigo...
Hace tiempo ya que soy tendero, algo que nunca había sido: sujeto a un horario, aguantando gente, siendo lalgo que no soy (vamos, no siéndolo: amable y servicial) y otras servidumbres.
Lo peor y más tóxico que me ha pasado en este año y medio ha sido tener un contacto directo con la vejez; mi clientela está compuesta casi exclusivamente de tías buenas tontas y viejos, vale hay algún personaje singular y digno; pero la mayoría de gente de mi edad o algo menos (o más) son estirados que todavía se defienden bien económicamente y son una minoría.
Predominan estudiantes atontados de la Complutense que vienen a hacer una carrera a la Boloñesa pagados (ya veremos hasta cuándo) por comerciantes, empresarios y autónomos de provincias, o de Madrid, a los cuales no parece afectarles la que está cayendo (luego, en los últimos cursos, o los menos pudientes o los normales, manifiestan otro gesto; pero este es otro debate).
Lo peor es la mañana, decenas, centenares de viejos reptantes, mantenidos hasta lo indecente por la medicina paliativa , gente que a penas sufrió un efecto de la guerra y que ha vivido el providencialismo benéfico (que ahora pagamos todos, no sólo han sido despilfarros en las autonomías) que compran chorradas de las que vendo al tun tun, que no saben ni por donde van, que no ven, que no oyen, que les hablas y no entienden que se comportan de forma indecorosa, con poca dignidad, con ñoñería, con menoscabos enormes (casi mejor a los que les acompañan las latinas con paciencia infinita; porque los que van de tienda en tienda a importunar y a dar por saco, como si supieran de qué hablan o estuvieran en plenitud, son absolutamente inaguantables: rentistas, militares retirados, aparceros (que ahora a muchos les toca compartir su rentas de alquileres y grandes pensiones con sus tres o cuatro hijos todos en paro, salvo que estén en el extranjero).
a esos les vendo una cifra considerable; pero no hay repuesto y, la verdad, igual que cuando hay niños inaguantables en un restaurante o gran superficie para los que invoco un Herodes, actúa con firmeza, pido para estos chochos la solución final.
Tóxicos.
¿Merece la pena vivir así?