#277
El mismo argumento de que no todos los españoles somos toreros.
Claro que estos grupos son extremistas, y bajo el cristianismo hay algunos (comparativamente insignificantes) fundamentalislas, incluso algún exaltado.
La diferencia, abismal, es que en el Islam, el corán es la norma de todo, incluso en los pocos países confesionales que son (poco más que cosméticamente) constitucionales del mundo árabe.
Son teistas, teocraticos, no han tenido humanismo renacentista e ilustración que fuera arrinconando el absolutismo religioso, eso, para cualquiera con dos dedos de frente, es muy mal caldo de cultivo. Muchos de los de a pie simpatizan con Isis, están ofendidos con occidente desde el imperio otomano y, mucho más, desde el colonialismo capitalista (para qué hablar del agravio sionista), en los 60 se dejaron influir por la URSS , pero poco caló el materialismo dialéctico en ellos, mira Afganistán, mira Iraq, y eso que Iraq era otra cosa...
Pregúntale a un cristiano, no ya Sirio o del actual Iraq (que Sadam tenía un ministro cristiano), de Líbano...
El petróleo a la baja, los pozos se agotarán. Cuidado con Arabia o Emiratos con la caja llena, pero sin futuro.
España en el punto de mira.
España fue el estado tapón que frenó una parte importante del expansionismo califal (omeya y abasí, sobre todo), ahora es Israel, ese estado malo malo que tan mal ha gestionado las cosas con sus amigables vecinos (y lo siento por los palestinos, si además de cosmopolitas no hubieran sido mahometanos, igual su destino hubiera sido otro, y mira que han salido perdiendo).
No hay un Islam humanista, por muchos circunloquios que desarrollen sus comentaristas, que no filósofos, acuales, o, peor aún, religiosos, ni hay un Islam tolerante ni misericordioso, para ellos todo en esta vida está justificado por la otra, lo mistérico y revelado hecHo fanatismo místico, machista y monolícono.
El perfecto adversario para la edad medievalista en la que entramos.
Eso sí, imágenes como la del francés gritando con gritos sordos, como los de los gorrinos mientras le degollaban, un buen rato, aquel montañero francés secuestrado no tan lejos, en Argelia, cumplen su fin: acojonaros.