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depequeno
#1 por depequeno el 16/08/2012
Las manos que mecen la aguja

Situar en 2001 con Just a little more love de David Guetta el inicio de la senda que la música electrónica ha ido marcándose hasta convertirse en la actual autopista de ocho carriles conocida por EDM (Electronic Dance Music) es tan aventurado como dilucidar si fue antes el huevo o la gallina. Los expertos no se ponen de acuerdo en fijar el origen del advenimiento y triunfo de esta fusión entre el pop de masas y un género minoritario y casi siempre experimental. Así que mejor será recurrir a Guetta, rey de esta disciplina, que además cuenta con el respaldo de las listas de éxitos y otros rankings internacionales. El último, el de Forbes. La publicación estadounidense se ha fijado por primera vez en una profesión que, pese a la debacle económica, asoma como un brote verde en mitad de la avalancha.

Los primeros puestos están copados por nombres como el del dj francés de 44 años, con una facturación de más de 11 millones de euros en un año de sesiones, el colectivo Swedish House Mafia y el californiano Steve Aoki, y todos, a excepción del número uno, el holandés Tiësto, con un beneficio de más de 17 millones, ponen en práctica la misma fórmula.

La lista de Forbes es la confirmación de cómo han cambiado las cosas en este negocio. Los viejos virtuosos de los platos han sido sustituidos por productores que se disfrazan de dj’s en directo pero en realidad se alimentan cual vampiros de artistas como Jennifer López, Nicki Minaj o Enrique Iglesias. “Desde el universo de la música de baile se suministran estrellas al pop, por eso Rihanna no es muy diferente a David Guetta”, opina Ricard Robles, codirector del Sónar, el festival de electrónica de Barcelona.


El 'dj' David Guetta, en su última actuación en Madrid, el pasado mayo. / CLAUDIO ALVAREZ
Los cálculos se hicieron a partir de una combinación de conciertos, venta de discos y de merchandising. La mezcla de las variables dio como resultado una cifra tan estratosférica, solo comprensible en términos comparativos: los 10 dj’s mejor pagados del mundo superaron el año pasado los 100 millones de euros; más que el equipo entero de baloncesto de Los Angeles Lakers.

En España, la última edición madrileña de Rock in Rio colocó en su cartel a algunos de los más destacados miebros de esta tribu (Wally López, Martin Solveig, Afrojack y el mismo David Guetta) al tamaño reservado para leyendas del rock de la talla de Red Hot Chili Peppers. “Será la mayor noche electrónica del mundo”, anunciaba Roberto Medina, ideador de este macrofestival. Y sonó a la confirmación de un auge que se certifica en radios como Los 40 Principales.

De las cuatro decenas de canciones que cada sábado conforman la lista de la emisora musical propiedad de PRISA (editora de EL PAÍS) —la más seguida, con 3.943.000 oyentes según la última oleada del EGM— entre 10 y 15 son temas de esta versión de la electrónica. Tony Aguilar, dj decano de Los 40, ajusta este éxito al tiempo en que tarden en reaccionar los artistas patrios: “Hubo una época que solo se quería a La Oreja de Van Gogh y El Canto del Loco, hasta que no se reinventen, seguirá sonando el dance”.

David Guetta ha conseguido 10 números uno en los últimos cinco años, lo que en ocasiones complica diferenciar este dial del que ocupa Máxima FM, otra emisora del grupo, en origen más escorada hacia este género. “Lo ideal es que ninguna fórmula se parezca, pero según el lema de Los 40 Principales [‘la radio de los éxitos’], es muy difícil no programar este tipo de música”, cuenta Toni Sánchez, director de ambas cadenas.

“Esta variante de la electrónica muchas veces se convierte en la puerta de entrada para los profanos”, opina Cristian Varela, uno de los dj’s españoles con más proyección, que mantiene un pie en el underground con sus sesiones de tech-house, que a veces comparte con el mítico Carl Cox en Ibiza. La isla, reflejo de lo que sucede en la escena, reproduce la tendencia rozando la hipérbole. La última idea de Guetta: un espacio de 260 metros cuadrados en el aeropuerto de Ibiza. Una especie de franquicia de su sesión en Pacha F** me I'm famous para poner a tono a los turistas.

Ni siquiera los festivales de música electrónica más experimentales son reacios a colar en sus carteles, aunque con cierto disimulo, a alguna de estas figuras. “Guetta ha estado en el FIB. Hasta el Sónar contrató a un dj como Luciano [otro de los exponentes de la música de baile]”, recuerda Agus Árbol, redactor jefe de la revista Deejay. “El empresario no se quiere arriesgar, no acertar una noche puede significar cerrar la persiana por los irreales cachés”. No existen tablas salariales, pero entre la realidad y la rumorología los sueldos por sesión rozan los 30.000 euros en el caso de los artistas con más éxito.

“Estas megaestrellas no tienen un discurso propio ni buscan la experimentación”, apostilla Robles. Existe la leyenda urbana, con más que tintes de realidad, de que la sesiones de estos nuevos dj’s son tan sencillas como darle al play y empezar a bailar. Aún así, la penetración es tal, que entre los 10 primeros de la lista de Forbes se ha colado un famoso televisivo de cuestionable prestigio como Pauly D, del programa de telerrealidad Jersey Shore.

“Esta música encaja perfectamente en la era de Internet. Su modelo de negocio es regalar sus trabajos y hacer dinero de sus conciertos; con Twitter y Facebook, la difusión es muy sencilla”, explicaba el redactor de Forbes, Zack O'Malley Greenburg, con motivo de la publicación del listado. El ciberespacio unido a una infinidad de artilugios tecnológicos —las memorias USB y los Mac traen menos problemas en los aeropuertos que las viejas maletas de vinilos polvorientos— hacen ahora las veces de embajadores de una cultura global.

Parte de este insólito éxito se debe a que, gracias a la aparición de la EDM, la música electrónica ha calado (con dos décadas de retraso) en EE UU. Allí, las raves de los noventa se llaman festivales y los discjockeys vuelven a ser súper estrellas. Hasta las drogas han cambiado de nombre, aunque sus componentes, más o menos adulterados, son los mismos. El crítico cultural Simon Reynolds recordaba en el periódico británico The Guardian que la habilidad de los promotores musicales estadounidenses para enterrar este estigma de ilegalidad y violencia (se llegaron a desarrollar legislaciones estatales que castigaban cualquier tipo de reunión lúdica no concertada) ha revertido la situación.

Allí, las estrellas son dj’s como Skrillex, número dos en la lista de Forbes, gracias a su mezcla de esta nueva versión de la electrónica, el dubstep y colaboraciones con artistas como Korn, reyes del nu metal.

“El Electric Daisy Carnival, el acontecimiento más importante del género que se celebra en Las Vegas con 320.000 asistentes en tres días, a 150 dólares la entrada, y un beneficio de 40 millones, permite que Skrillex tenga un patrimonio de 15 millones con 24 años”, ejemplifica Reynolds. “Se ha ideado un espectáculo audiovisual, que pretende emular a Disneylandia”.

La fecha de caducidad de esta versión comercial de la electrónica tampoco consigue quórum. “La discografía de Madonna es una pista con su habilidad para recoger la tendencia”, señala Árbol, “al dance le deben quedar un par de años, aún falta Shakira por sacar disco electrónico”. En muy contadas ocasiones una generación entera se apropia de un movimiento musical. “La última vez que esto ocurrió con peso fue a finales de los ochenta con el acid y el house”, apunta Ricard Robles. El último atisbo de reinvención fue el dubstep a finales de la década pasada, que convirtió el drum and bass en algo más, aunque sin el efecto diseminador para unos, burbuja para otros, de la fórmula mágica de David Guetta.

http://cultura.elpais.com/cultura/2012/08/15/actualidad/1345056953_131865.html
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Miguel A.F.
#2 por Miguel A.F. el 16/08/2012
depequeno escribió:
“El empresario no se quiere arriesgar, no acertar una noche puede significar cerrar la persiana por los irreales cachés”.


De todo el artículo (muy bueno, por cierto) me quedo con esta frase, que refleja la realidad musical de masas. Ahora funciona el llamado EDM por lo tanto hay que exprimirlo asta sacarle todo el jugo, ya que los empresarios saben que esto son ciclos, y muy posiblemente dentro de poco a la gente le de por escuchar otras cosas, o vuelvan al heavy rock, o al techno pop o yo que se...
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Hai
#3 por Hai el 16/08/2012
Hay muchos artículos interesantes...


Dejad de llamarlo EDM’

Una argumentación razonada en contra del último fenómeno de masas de la música de baile en Estados Unidos, con Skrillex y deadmau5 como estrellas

El fenómeno rave ha repuntado en Estados Unidos en 2012 y se resume en una idea / género polémico: EDM (Electronic Dance Music). Exploramos los orígenes de esta realidad y argumentamos razones para estar en contra.
No hace muchos días, Jackmaster publicaba cuatro palabras en Twitter. Cuatro palabras secas, con un deje de rabia más que de resignada amargura, y que venían a decir “stop calling it EDM” [“dejad de llamarlo EDM”]. Eran cuatro palabras, pero sonaba a escupitajo. Tiene muchas razones el escocés para estar molesto. EDM es un concepto que se ha hecho fuerte este año en el léxico periodístico musical, especialmente en Estados Unidos y a raíz de la explosión popular de DJs como Skrillex, Kaskade y Steve Aoki, y que una vez desbrozado el acrónimo, mucho menos complicado que brostep o fidget house, nos deja con una de las mayores obviedades que se han dado jamás en el etiquetaje de sonidos: Electronic Dance Music (traducción: ‘Música Electrónica de Baile’; para cortarse las venas), eliminando así cualquier matiz, metiendo en el mismo saco todo lo que se hace con software y permite bailar. ¿Cómo hemos llegado a este despropósito?



1. The American way of rave

EDM: la etiqueta nace de una descripción perezosa de una realidad, y es que en Estados Unidos la cultura rave ha experimentando en el último año un crecimiento por encima de lo que hasta entonces se había conocido con la entrada de un público adolescente que –como ocurre siempre con los adolescentes– exige su propia experiencia y sus propios ídolos. No quieren rock, no quieren ni siquiera dance-rock ni quieren las viejas glorias de sus padres o los Jack White y James Murphy de sus hermanos mayores. La música electrónica, hoy, recicla la energía de hace unos años –la de riffs y gritos– con ruidosos crescendos digitales y ataques lumínicos con baterías de LED. La EDM, en resumen, es la reactivación, popularización a escala masiva y para la generación de Justin Bieber de la cultura rave.

El fenómeno rave no es ajeno a la vida musical de Estados Unidos, y ha estado ahí desde hace dos décadas. Si nos remontamos al origen, a principios de los 90s localizaríamos eventos dedicados al hardcore como NASA, en Nueva York –la primera fisura por la que comenzaría a entrar el drum’n’bass en el underground norteamericano–, o las fiestas en el medio de la nada de Drop Bass Network en la periferia de Detroit, chorreantes de acid y techno atronador–, pero su crecimiento ha sido paulatino e intermitente, con fases de estancamiento muy prolongado en el tiempo y con un evidente décalage con respecto a Europa, donde las raves alcanzaron su pico en 1994 y más tarde se asimilaron en el negocio de los festivales, donde la idea de rave (que no es la misma que free party) ha disfrutado desde entonces de una segunda y más discreta vida.

A pesar de que la cultura rave a la manera americana había recibido su peculiar tratamiento en películas como “Groove” –que gira alrededor de la organización de una fiesta ilegal en una nave industrial desocupada, con un trama insoportablemente naíf sobre un bautizo de éxtasis y cameo final de John Digweed–, así como en documentales como “Better Living Through Circuitry” o “Rise. The Story Of Rave Outlaw Disco Donnie”, que apuntaban a la continuidad en el tiempo de fiestas al aire libre en el desierto californiano y en el sur de Estados Unidos, todos estos movimientos en el underground habían quedado ocultados por la verdadera naturaleza del entretenimiento y la forma de hacer de la industria americana, una máquina precisa de fabricar estrellas en el pop y en el hip hop, y que había celebrado su poder económico y cultural en el mainstream –ese concepto que Bret Easton Ellis, tan acertadamente, resume con una sola palabra: Empire–, sobre todo en eventos como la ceremonia de entrega de los premios Grammy, y que no concedió su primer premio al ‘mejor álbum dance/electrónica’ hasta 2005. Un signo de que la música de baile había alcanzado a miles y miles de personas en el país, pero jamás a millones.

Desde entonces, –y en paralelo a la popularización de eventos como el Ultra Festival y la semana de ocio & business que es la Miami Winter Conference, donde la industria maquina qué basura en forma de politonos nos van a querer vender durante el verano– ese Grammy, lejos de ser prestigioso, lo han ganado –sobran los comentarios– bandas y artistas como Basement Jaxx, The Chemical Brothers, Madonna, Daft Punk, Lady Gaga, La Roux y Skrillex. Salvando excepciones, puro enterteinment.

Lo cierto es que, si la música de baile ha crecido en popularidad y seguimiento en Estados Unidos y se ha transformado en ‘EDM’, no ha sido por un genuino interés en el lenguaje de la música electrónica. No se registran datos del incremento de ventas de vinilos de importación ni ninguna activa colonia intelligent techno o deep house aparte de las ya conocidas en Los Ángeles, Miami, Brooklyn y Detroit –sí, en cambio, se registran datos del aumento en el consumo de éxtasis y derivados, esa droga sintética y barata que suele reaparecer con fuerza en periodos de crisis, y que tan estrechamente ligada está al boom EDM, tan rico en luz, frecuencias agudas y clímax–.


Más bien, todo esto se debe al hecho de que la industria americana, que hasta ahora exportaba a las estrellas inglesas y francesas –The Prodigy, The Chemical Brothers, Daft Punk y Justice tienen para sí un género propio en las tiendas de discos, escuetamente llamado ‘electronica’; entre los pocos DJs que han conseguido hacer giras coast to coast por el país encontramos a Sasha y John Digweed, tal como lo recoge el documental de gira “Delta Heavy”, que llevó a la pareja de Florida a California en un costoso autobús–, lleva un tiempo fabricando las propias. Que es en lo que ha trabajado con tenacidad la industria americana: en promocionar y/o fabricar su propia generación de ídolos, en buscar a quienes puedan conectar con el nuevo público de las high schools y los primeros cursos universitarios, deseosos de disfrutar de los mejores años de su vida. El reciclaje feroz de las estrellas del pop ha llegado a los DJs, y allí donde hay un personaje que merezca una importante inyección de dinero, hay alta posibilidad de negocio.



No es extraño que la revista –ahora online– que más cuidado ha tenido siempre por la música electrónica de calidad, XLR8R, no haya participado de esta fiebre de la EDM –y sí en promocionar el juke, el trap y todo lo que aún nos viene del post-dubstep–. En cambio, ha sido un referente rockista como Spin, que cuando tocaba el fenómeno dance era para hablar de escenas como la del trance psicodélico o de stars de las cabinas como el fallecido DJ AM, la primera cabecera en reconocer un nuevo episodio en la evolución e implantación popular de la música de club al colocar, el otoño pasado a Skrillex en portada, encontrando en él lo que esta maniobra necesitaba: un nombre sonoro, un rostro reconocible, un aspecto distintivo, y una música que traduce a lenguaje dance los crescendos y la energía de una banda hardcore de las muchas que ocupan los momentos de transición en los reality shows de MTV; el vínculo imposible entre el dubstep y Green Day.

Tras aquella portada –punto simbólico de arranque de este fenómeno, tras el cual han venido portadas en Rolling Stone y cobertura en las revistas con mayor difusión del país, en proporción acorde a los beneficios que ha registrado en el último año de actividad profesional: 15 millones de dólares, con entrada en el TOP 100 de Forbes de músicos con mayores beneficios–, todo estaba preparado para que la música de baile entrara en un nuevo episodio de su historia. Una historia repetida –hola, Pete Tong et al.– pero con el destellante brillo del american way of life.

2. Skrillex, Guetta, Aoki y otros DJs del montón

Cuando se lanza la idea al aire de que la música electrónica está infiltrándose en el mainstream, hay que hacerlo con precaución, porque se puede dar la falsa impresión de que es un dato de por sí valioso. Más bien es todo lo contrario: altamente preocupante. En cualquier caso, lo que está viviendo la juventud en Estados Unidos –esa juventud para la que cada fin de semana de rave es como un Spring Break concentrado en 48 horas–, y que tanto abunda ahora en raves y festivales como Coachella, es la misma luna de miel y la ducha de billetes que se activó en Europa entre 1998 y 2006, la horquilla central de la era del súper DJ –un fenómeno del que tantos libros se han publicado, y que tienen su suplemento anual en forma de revista con el ranking del Top 100 de DJ Mag cada noviembre– y que antes se había manifestado muy puntualmente en territorio americano con expatriados ingleses con mansión en las colinas del perfil de Paul Oakenfold, pero que aquí sigue viva en enclaves como Ibiza.

Cierto es que la crisis económica global –y antes un cierto hartazgo por parte del público, porque lo poco gusta pero lo mucho empacha– ha venido apagando el brillo de divas de las cabinas como Paul Van Dyk, Armin Van Buuren o Ferry Corsten. Ciertamente, hoy ya no son lo que eran –o lo que eran al menos en 2004–. Tiësto, que en su época de mayor popularidad metía más de 20.000 en el Ajax Stadium de Ámsterdam, y que perpetró el atraco del siglo al pinchar ‘enlatado’ durante la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Beijing en agosto de 2008, ya no disfruta del mismo pico de fama que entonces, ya convertido –pese a sus intentos por sonar más underground– en el último superviviente del trance de usar y tirar. Aún así, continúa moviendo cachés elevados en Ibiza, donde cada pretemporada se desata un mercado de fichajes con tantas ofertas y contraofertas como en el mundo del fútbol profesional.

Es lógico observar lo que está sucediendo en Estados Unidos, desde la perspectiva europea, con una cierta condescendencia. Si deadmau5 es capaz de atraer a 20.000 personas en una rave en Las Vegas –practicando el mismo tipo de espectáculo para retinas sensibles e impresionables que, en el mismo lugar, puede acometer el Cirque du Soleil–, hay que recordar que esto no tiene nada de inesperado, que no sólo Tiësto, sino también Armin Van Buuren ya llenaba campos de fútbol, quizá con un discurso más grosero (los matices son muy finos), pero igualmente rentable y con el mismo acompañamiento de stardom que una celebridad del rock –portadas en revistas, coberturas de diarios, entrevistas en televisión, club de fans, votaciones masivas en la encuesta del citado Top 100 de DJ Mag–. De hecho, la popularidad de la idea de DJ en Estados Unidos va asociada a la insoportable levedad del ser (del ser celebrity, o sea) de una manera decisiva: Paris Hilton es DJ, Steve Aoki es DJ –y hermano de modelo–, Lindsay Lohan salía con una DJ, etc. Fíjense en que todavía no hemos hablado de música. Lo haremos mañana, sin falta.




La diferencia entre un melómano y alguien al que le gusta la música radica en cuánto tiempo de su vida se mide por recuerdos musicales; mi vida es un musical.
……Cuando la melomanía te azota con fuerza, deseas compartir tus conocimientos musicales con el resto del mundo para que pueda sentir tus mismas sensaciones. En ese preciso momento es cuando te haces DJ. Básicamente, este precepto es la base: ser un melómano empedernido que se dedica a mostrar al público la música que encuentra tras largas jornadas de escucha, la selecciona y la pincha. Otra de las claves es dar a conocer grupos que jamás tendrán la oportunidad de ser escuchados en los medios convencionales ni serán referenciados en casi ninguna revista para así cumplir el ciclo vital de la música independiente. Suponiendo que se cumplan todas esas normas que recapitulo y recalco: melomanía empedernida, sensibilidad musical, capacidad de selección, destreza en la mezcla, adaptarse al estilo y horario de la sala, saber mirar al público y ofrecer conocimientos musicales a los que no accede el usuario de a pie. Llegando a cumplir todas esas normas y reglas del buen pinchadiscos, nunca, jamás de los jamases, se pongan como se pongan, el DJ será un artista o hará arte. El mero respeto de un profesional de la cabina por los artistas que hacen la música que pincha, que son los que hacen arte, debe alejar cualquier atisbo, ínfula u otras memeces de artisteo de la cabeza de un DJ. El DJ es como un galerista de arte; puede ser ingenioso y carismático, tener buen gusto y una técnica fabulosa para juntar cuadros… pero nunca será De Chirico.
……Dicho esto, me resulta chocante ver cada día a más DJ de nuevo cuño que se consideran artistas por poner música, casi la totalidad de ellos con controladora —también llamada simuladora de pinchar—; incluso alguno te exige una entrevista. Sin embargo, la mayoría de ellos no cumple ningún requisito ni siquiera para ser un juntacanciones; ¿cómo demonios pretenden ser artistas? De todas la profesiones afectadas por la piedra filosofal del siglo veintiuno, o sea, internet, la de selector musical es de las más ninguneadas por el intrusismo banal de los nuevos adeptos. Ávidos de fama fácil e insustancial, sacan provecho de todos los defectos que ostenta la profesión desde hace años: las drogas, la incultura musical, el conservadurismo de los dueños de las salas y la modernez decadente y anticuada. Hoy en día para ser DJ tienes que ser relaciones públicas y cobrar por las cabezas congregadas en la sala. Para ganar un buen sueldo tienes que ser el Paquirrín de turno, el guitarrista/cantante/batería de un grupo de moda en tiempos de crisis y pinchar para ganar un caché que no te mereces. O lo que es peor, casarte con una musa de una movida que debería estar enterrada porque ya apesta —la movida, no la musa; no la liemos todavía que aún hay más.
……Pese que el alegato que voy escribiendo pueda parecer de carácter meramente laboral, no se dejen llevar por las apariencias, es por amor al arte. Aunque los DJ no son artistas, sí sirven para diseminar ese arte. Pero esa maravillosa labor se está perdiendo junto con cada letra del otrora glorioso término independiente; ser DJ se ha convertido en un desfile donde vemos pasar monigotes disfrazados, gente sin criterio musical, pelotas cabineros venidos a más, ‘rock stars’ de postín, tronistas ciclados y triunfitos fracasados. Todos ellos llegan al unísono a una profesión vulgarizada gracias a intereses in-dependientes cada vez mayores, a una fama muy alejada de la verdadera razón musical. Hay más DJ interesados en ser alguien que en la música, afanosos de una fama palaciega y fugaz. Cada día es más fácil ver a un sucedáneo de DJ haciendo el mono encima de un bafle mientras suena por milésima vez el aberrante ‘Hey, Boy, Hey, Girl’, de los Chemical Brothers; cada día son más los que creen que la ecualización es una fórmula matemática; cada día es más difícil oír una buena sesión y más fácil escuchar la misma cantinela; y si me apuran, cada día es más difícil ver a un DJ hacer su trabajo con dignidad. Afortunadamente, sigue habiendo DJ de verdad de la buena, de esos que no se creen artistas y siguen viviendo para la música —y no de la música—. Desde esta modesta sección, a todos ellos les digo: gracias por no sucumbir; seguiremos luchando.



Preocupado por la educación musical de los nuevos aficionados a la electrónica de baile y por el daño que puede causar esta confusión a "uno de los géneros más consolidados y queridos de la EDM", Perring se saca de la manga una analogía tan perfecta que sólo podemos rendirnos ante ella: "Tu vas al mercado y compras una naranja, te gusta y todos los días vuelves y compras otra. El chico que las vende las anuncia con un gran cartel que dice 'Naranjas' y tú sabes perfectamente lo que estás pillando. Con el tiempo, tu ves otra fruta e incluso la pruebas. Algunas te gustan y otras no pero las naranjas te siguen gustando y continúas comprándolas. Entonces, un día vas a comprar naranjas y la mesa está llena de manzanas que han sido pintadas de naranja. El cartel aún dice 'Naranjas' pero tú puedes ver que debajo de la pintura naranja hay manzanas. Preguntas al tendero, "¿Donde están las naranjas?", el señala las manzanas y dice "Están delante de ti" pero tú sabes que son manzanas. "Muy bien", piensas, "Creo que ha cometido un error pero no es gran cosa". Te gusta la extraña manzana así que compras una. Entonces, un día estás caminando por la calle y pasas por un gran supermercado. En la ventana hay un enorme cartel que dice "Deliciosas naranjas jugosas' pero son, de manera muy obvia, manzanas pintadas de naranja. Alguien que conoces sale de la tienda y, mientras habláis, dice "¿quieres una de estas naranjas?" Tú intentas explicarle que, de hecho, son manzanas pero tu amigo está muy convencido de que son naranjas porque el gran supermercado dice eso. No importa lo que digas para convencerlo de lo contrario, ellos creen al supermercado y, antes de que te des cuenta, todo el mundo tiene el cerebro lavado pensando que las manzanas son naranjas".

Esta es una manera magistral de definir una situación que viene alargándose desde hace años y,con Pulser, cada vez son más las voces que critican el devenir del trance actual. Activa, John 00 Fleming son algunos de los que han girado hacía un sonido más 'underground' y productores como Tony Ness ya han renunciado a seguir produciendo Trance. ¿Hasta cuando tendremos que esperar para una reacción de la vieja escuela?

Esto no es evolucion,es manipulacion para aumentar beneficios al minimo coste....cuyo precio es el empobrecimiento de la escena. Así que ya sabéis como saben las manzanas...

Abrir ojos no viene mal de vez en cuando, pero hablar de según que cosas, no considero que reporte nada positivo (siempre desde el respeto). ;)
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Hai
#4 por Hai el 16/08/2012
Además, en Estados Unidos el fenómeno rave se ha extendido entre las clases medias y las clases altas (público fundamentalmente blanco, que ya no busca las bandas indies de las emisoras universitarias, sino un club en el que ir a dejarse ver y beber, como en tantas escenas del falso reality “The Hills”), y sin embargo, no es un acontecimiento –como sí fue en Inglaterra en 1989– de la working class más desfavorecida, lo que podría llevar a pensar en la tesis contraria: en vez de un síntoma de la recuperación del espíritu, como un grito de liberación tras una época especialmente dura –que es lo que sucedió hace unos años con la popularización del house en los países de Europa del Este, en especial Rusia y Rumanía, tras su introducción en la lógica del capitalismo y el pago de altísimos cachés para animar clubes a los que acudían los jóvenes y ricos del lugar–, también podría ser el proceso que se da en toda civilización al borde del colapso: lanzarse al divertimento tras la pérdida de toda esperanza, negar los problemas por la vía del olvido, asumir que no hay futuro viviendo al límite el presente. Así cayeron dos de los grandes imperios de nuestro tiempo: el romano por aburrimiento, la república serenísima de Venecia por dejadez, volcados ambos en juegos, sexo y holganza. Podría ser un buen argumento a favor de quienes detectan una inexorable decadencia en occidente. La EDM como colapso, como degradación última de la cultura.



3. La EDM como redundancia

Volviendo a la EDM, su propio nombre indica su banalidad: si resurgiera el rock al estilo Nirvana y alguien decidiera llamar a ese sonido, en vez de grunge, simplemente RCG (‘rock con guitarras’; podría ocurrir dentro de 7 u 8 años), lo mínimo que se podría hacer es pedir una pena de cárcel para el osado. No ha sucedido así en Estados Unidos: la palabra EDM, lejos de provocar el rechazo de lo absurdo, es cada vez de uso más común, adoptada simultáneamente por Rolling Stone –que coloca este mes a deadmau5 en su portada– como por un Jay-Z al que, evidentemente, la música le toca un pie pero ha olido el negocio como el tiburón hace con la sangre en alta mar. No hay rasgos estéticos que definan esta música: se basa en la melodía radio-friendly para clases de spinning en el gimnasio –ejemplo: producción de Benni Bennassi para el último álbum de Madonna–, en el drop exagerado con efecto de cortocircuito –ejemplo: producción de Skrillex–, en las bases de house y trance para divas R&B –ejemplo: un single cualquiera del último disco de Nicki Minaj–. Mientras tanto, por debajo hay un underground que late sin tanta fuerza, pero con unos resultados artísticos que merecen los análisis más profundos y detallados, desde las hazañas de Actress en los márgenes exteriores del techno a la nueva generación post-dubstep rastrillada por el sello R&S. En este iceberg, la punta es prescindible, y la base del fondo, profundamente sumergida, es crucial.

"Esta música
es de una
obviedad
y una
obscenidad
insoportable"
No es extraño que se hayan elevado voces que denuncien que, en paralelo a la expansión popular de cierta música de baile, se esté dando el fenómeno simultáneo de una profunda estupidización de la misma. Si el viejo trance holandés nos parecía malo, esto es peor. Si Rusko y las referencias del sello Dub Police ya sonaban a dubstep de saldo, Skrillex es el fondo del cubo de la basura. Etcétera. Salvando minutos puntuales de deadmau5 –que, sin embargo, ya no es el de 2007 y 2008, el superventas de Beatport y el autor de “Random Album Title”, que era como la versión populista del prog-house de trazo fino de Border Community–, esta música es de una obviedad y una obscenidad insoportable, aunque el problema no esté tanto en los músicos en concreto, sino en el síntoma de decadencia que implica un dubstep que, diez años atrás, había sido de una experimentación radical. Hoy los fans de Skrillex se arrogan a sí mismos y a su ídolo la verdad del género, llegando al extremo de decir que, por ejemplo, Burial no es dubstep porque en sus producciones no hay drop. El mundo al revés.


Es extraña la arrogancia con la que muchos de estos artistas quieren borrar el pasado y dictar lo que es y lo que debe ser la música de baile. Ocurre, en cierto modo, con la nueva escuela del hip hop a cada año que pasa, que cada vez está más lejos –y más despegada, e incluso ignorante por completo– de sus orígenes. Del mismo modo en que sería absurdo dialogar con un rapero dedicado al bounce de Nueva Orleans sobre la importancia capital de Run DMC o De La Soul, a un productor de cantaditas EDM es posible que el techno de Detroit le suene a chino y jamás haya oído una bomba de racimo de Joey Beltram. Esta división entre la vieja y la nueva generación queda resumida en el intercambio de insultos que hace unos días cruzaron deadmau5 –el nuevo mainstream– y A Guy Called Gerald –leyenda del acid y el techno inglés, ex 808 State, en activo desde mediados de los 80s–. En resumen: deadmau5 atacaba a David Guetta y Skrillex por “sólo tocar un botón, el del iPod en el que está metida la canción entera” en sus sesiones (“yo toco unos cuantos más”, indicaba), a lo que Gerald Simpson respondió con un “el único botón que tú y gente como tú estáis interesados en pulsar es el de la bomba nuclear contra los palestinos”, para acto seguido llamarle “codicioso ratón de mierda”, “falso” y “estafador”. La respuesta de deadmau5 fue igualmente agria, en estos términos: “me importa una puta mierda lo que diga éste, en particular esa declaración anti-semítica sobre ‘lanzar la bomba nuclear sobre los palestinos’. Eres un gilipollas ignorante, no te voy a dedicar ni un minuto, es una pérdida de tiempo, vuelve a tu sitios, que es no el de no importarle nada a nadie nunca más”. Puro Sálvame. La fractura generacional, además, es imposible de cerrar.



"La música electrónica
está poblada de
etiquetas ridículas,
pero ninguna más
triste, fea y despectiva
con la historia que ésta"
Retomemos el hilo. Salvando hits puntuales, como el griterío muy a lo Rocío Jurado de Rihanna, el crossover house-R&B lleva a grosería que, como bien dijo por aquí Jacques Lu Cont, no dejará huella en el pop, aunque sí unos cuantos millones de dólares en la cuenta corriente en Suiza de David Guetta. Dejarse cegar por los números –los cachés, las cifras de asistencia a raves, que efectivamente son como medio Monegros cada una– es no ver la realidad de que se está repitiendo la historia, en otro continente y con otros nombres, de la era del súper DJ en Europa, y que con sus brillos y oropeles contribuía a ocultar las verdaderas fuerzas de progreso en el underground. Paul Oakenfold tapó al 2step –hoy él está en su mansión, rico pero olvidado para la música de baile; el 2step ha vuelto con una venganza–, y hoy Guetta tapa al mutante post-dubstep y a ese nuevo techno que buscan cristalizar en nuevas formas positivas para la música de baile experimental.

Por todas estas razones y muchas más, la sola idea de este movimiento popular llamado EDM es una distorsión –y a ratos una aberración– que pasará como el caballo de Atila, impidiendo el crecimiento de la hierba a su paso. Por suerte, hay semillas en el underground, a refugio de los cascos del rebaño. Y, como dijo Jackmaster, ‘dejad de llamarlo EDM’. La música electrónica está poblada de etiquetas ridículas, pero ninguna más triste, más fea y más despectiva con la historia que ésta. Nos la tragaremos como cicuta porque no queda otra, pero lo haremos como Sócrates, por el bien de la moral.
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depequeno
#5 por depequeno el 16/08/2012
Bravo Hai! =D> =D> =D>
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Itsmylife
#6 por Itsmylife el 17/08/2012
Muy buen articulo
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Adrian Crespo Baneado
#7 por Adrian Crespo el 17/08/2012
a ver que no tengo el alma para leer todo eso, como le llamais al genero este que pega ahora? que es pitiditos, lo del afrojack y el jetta y estes...como le llamais señores, porque lo que no me gusta es que le llamen electro , cuando ni de tripi es electro...
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Victor-AG
#8 por Victor-AG el 17/08/2012
#7

Si eso es electro entonces como se llama lo que hace Boris Divider o Dark Vector? Para mi eso no tiene nada absolutamente de electro. Pero vamos la decadencia de esta etiqueta empezo hace unos años con lo que se empezo a llamar electro-house que de electro tendria un 1% (tirando por lo alto) y ahora ya directamente se le llama electro a ese tipo de musica. Desde mi punto de vista esa gente que citas hace algo parecido al electro house de hace unos años, pero ha desaparecido ese 1% de electro y se ha hecho mas comercial (y eso que el electro - house ya era bastante comercial).
Saludos.
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depequeno
#9 por depequeno el 17/08/2012
#8 El lo que dice uno de los articulos que ha puesto aqui Hai, que de tanto repetir la misma mentira se convierte en verdad para muchos. Tu a un fan de Skrillex le pones musica de Skream, Benga o Hatcha y te dice que eso no es dubstep... alucinante, lo que no es dubstep es lo de Skrillex
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Lisboetas
#10 por Lisboetas el 17/08/2012
#3
link al original?
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Victor-AG
#11 por Victor-AG el 17/08/2012
#9

Es triste ver en lo que se esta convirtiendo la musica electronica. Paso con el hip - hop, que era una cultura totalmente underground y en la que en una de sus facetas, la musical, lo menos importante era vender discos. Tenian letras que hablaban de politicaa, anticapitalismo, etc. Las letras de hoy en dia son de risa, pero a la gente le da igual porque mientras las cante su rapero favorito seran las mejores. Hoy en dia este tipo de musica solo se ve como un negocio. Como dice en el articulo de Hai, si a alguien de estas nuevas generaciones le pones temas de antes (hablo de musica de hace 15 años o mas) los repudiara, estoy seguro de que a alguien de los que escucha rap ahora, le pones un tema de la 2p69 y se reira de ti. Y esto es esactamente lo que esta pasando con la musica electronica. Pero bueno siempre habra un reducido grupo de gente que no se deje influenciar por modas y no se conforme con cualquier cosa, o al menos eso espero...
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1
Adrian Crespo Baneado
#12 por Adrian Crespo el 17/08/2012
#8 es que efectivamente, del puro electro que todos conocemos, o deberiamos conocer, lo actual, no tiene nada...

por eso pregunto, alguien que le guste este royo de afrojack y asi, como cojones se llama este genero actual tan chustero de bubucelas
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Victor-AG
#13 por Victor-AG el 17/08/2012
Adrian Crespo escribió:
este genero actual tan chustero de bubucelas


jajajjajaja
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Adrian Crespo Baneado
#14 por Adrian Crespo el 17/08/2012
aaaah perdon...me faltaba algo



:neutral:
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Gizbo
#15 por Gizbo el 17/08/2012
#12 Quitando la última frase que has dicho, tanto Afrojack, Gregory Klosman como el gran CHUCKIE nunca han dicho creo, que hagan Electro House que lo pongan en Beatport no significa que sea de ese tipo.
Tanto los dj's como los fans en los cuales no me incluyo pero si es verdad que me gusta le llaman Dirty Dutch House, incluso en los carteles de fiestas de por ejemplo Chuckie siempre se puede leer DIRTY DUTCH, no creo que un entendido de la música de afrojack diga que hace electro.
Saludos¡¡¡
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