En los últimos días han caído por mis manos un par de estudios que hacen tambalearse estas ideas, y que señalan por una parte que la realidad del consumo del opio hay que enmarcarla en los hábitos de consumo de la población china en general y de sus elites económicas e intelectuales en particular, y por otra que un consumo mayoritariamente moderado, y en general sin ningunos efectos nocivos para la salud, se fue convirtiendo gracias a la propaganda de los prohibicionistas en un vicio que mantenía en la miseria a millones de chinos, y al país como tal.
Por una parte Frank Dikötter (1) se centra en analizar el surgimiento de la prohibición, del tabú del opio. Enfocando su trabajo en “la creencia de que China fue envenenada por el opio”, una creencia pocas veces examinada a la luz de la ciencia, y que parece surgir más como un deseo por parte de los nacionalistas chinos de buscar un culpable a la decadencia de su país, y un impulso contra su consumo por parte de los misioneros occidentales, que con su gran número de obras publicadas fueron determinantes para moldear la opinión pública occidental. Como señala Dikötter ni siquiera se cuenta con evidencias médicas sobre el impacto del opio en la salud de los consumidores, y mientras la propaganda se ha centrado en esos pocos individuos que eran consumidores compulsivos, poco se ha hablado de la mayoría de los consumidores moderados, como se podrían caracterizar los millones de consumidores en Europa y el resto de Asia, ni de la realidad que tras alcanzar una cierta dosis diaria, generalmente no se aumenta. Son reveladoras las palabras del cónsul británico en Hainan: “Aunque todo el mundo lo consume… nunca te encuentras al esqueleto del adicto tan vivamente descrito en las obras filantrópicas, sino al contrario, a un campesino saludable y enérgico.”
http://www.chinaviva.com/cultura/opio.htm
En el relato de Zheng el opio se convierte en un artículo de consumo, con ciertos peligros, conocidos para la mayoría de sus consumidores que los evitaban sin dificultad, que puede ser comparado favorablemente con otras sustancias, como el alcohol, como nos muestra en el testimonio del inglés William Lockhart: “Yo creo que el borracho es una persona que se convierte a sí mismo en una molestia mayor para la sociedad que el fumador de opio… aunque el opio sea dañino individualmente para los individuos. Alcohol es un mal social mucho mayor… como males sociales no se puede comparar entre los dos, el que toma alcohol en exceso es una molestia para la sociedad, el que fuma opio en exceso se refugia en su tranquilidad en el momento que tiene su pipa.”
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Frente a todos estos conocedores de la realidad china los misioneros imaginaban lo que el opio haría a sus fumadores y creían que cada persona que fumaba opio se convertía en un adicto. Ellos representaban de forma falsa la realidad del consumo de opio enfocándolo en los peores escenarios y las secciones ás pobres de la población. Sus escritos, sin embargo, inspiraron a cruzados, políticos y despistaron a los historiadores, pues el hecho era que muchos, ricos y pobres, disfrutaron del opio sin convertirse en adictos. (Zheng 2005: 97).
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Creo que las reflexiones de estos dos autores, y los datos que se presentan en sus obras, pueden convertirse en un nuevo marco en el que encuadrar las relaciones de China (y Occidente) con el opio, las políticas prohibicionistas en boga en la mayoría de los países, la capacidad de las elites de demonizar los placeres sagrados cuando éstos empiezan a ser disfrutados también por las clases populares, y sobre todo la facilidad con la que la historia se reescribe continuamente y hechos aparentemente probados se convierten en dogmas indiscutibles capaces muchas veces de definir cómo son las vidas en el presente.
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El jaco paco , heroína, lo inventó bayer, ...
Drogas peligrosas, "duras", .. las hay legales e ilegales, ... el que lo niegue, anda muy despistado.