MUTUALIZAR LA PLAGA (lo que nos vamos a encontrar y un poco de historia)
En esta web predomina el entretenimiento, es lo normal y lo que yo siempre he buscado.
Se ha renovado mucho generacionalmente, y, si cuando yo entré en el 2005, la media podía estar en los 35 años (yo entonces, 45-46) ahora puede estar perfectamente por debajo de los 30, hay mucho jovencito, incluso mucho niño.
También se da que ha ido incorporándose sectores y países con un nivel más bajo de instrucción académica, incluso socioeconómico que el inicial de cuando se creó ; pero muy activos para la música y los eventos musicales, aunque ahora muchos se queden en fenómenos aparentemente efímeros como el trap y el reggaeton.
Si a esto añadimos el carácter de aficionados de una gran parte de los usuarios, estaremos de acuerdo en que es un sitio tranquilo (bien moderado para que no caiga en el
forocochismo); pero no un observatorio cercano a la realidad económica (ya de la monetaria ni hablamos), y es que además prevalece un posicionamiento ideológico (no atribuible en absoluto a esta web) entre el cumbayá y el
justicialismo colectivero que suele ser parcial, cuando menos, para observar este tipo de fenómenos.
No obstante es mi hogar, por así decirlo, es mi atalaya (o mi parte de esto es mi atalaya) y prefiero ver el tsunami entre ilusos que entre intoxicados.
Ahora bien, no está de más que en este hilo de reflexión abierta (tal como he entendido enseguida) exponga a los que entre algunas reflexiones acerca del abismo al que nos asomamos en lo que respecta a los recursos y el sustento , al bolsillo para entendernos.
Esto daría para una monografía (o para unos presupuestos del Estado) que excede mis capacidades y mi paciencia en estos momentos de nerviosismo, así que voy a introducir algunas variables y algunas hipótesis que no deberían parecer demasiado descabelladas al lector, más con lo que estamos viendo delante de nuestros ojos, para algunos agoreros como yo, negro sobre blanco sobre lo que subyace a nuestra cotidianidad. Un entretenimiento para la reflexión (y lamentablemente para desazón de algún creyente en Bambi)
Habíamos estado acostumbrados a una realidad tranquila, en que las crisis eran historia (el crac del 29, eso no nos volvería a pasar), antes habían venido las del petroleo (varias) o la de las subprime del 2007, ésta ya menos atribuible al cuento chino de lo cíclico, sobre todo en su versión española, la burbuja inmobiliaria.
En los países en los que se habla español nos encontramos además con la tradición de inacción con origen en la hidalguía castellana y la tradición de estados providenciadores y garantistas (algo que apoyó en gran medida a la dictadura de franco y que en Sudamérica tiene una pata mayor en la iglesia protectora surgida tras las doctrinas del derecho de gentes (1) contra el encomendismo (2) y que han servido hasta cierto punto para aspectos visuales; pero no mucho para aspectos estructurales en esos países, auqnue haya autores que hacen una lectura algo positivista de dicha herencia (3)., más ahora que se ha generado una confrontación bastante esperpéntica de manos de voceros de lo hispánico a ambos lados del atlántico para contraponerse a la tradición sajona antiespañola, la llamada leyenda negra
Hoy escribía para tranquilizar que otros que debemos de tener en consideración las enormes calamidades (y confinamiento) que sufrieron poblaciones enteras en la segunda guerra mundial, las que pasaron los exiliados de la güera civil, los judíos ocultos o los deportados, y no hace tantos años. Decía el otro día el presidente Sánchez que ahora se verá de qué pasta estamos hechos, de pasta, por mucho que nos empeñemos,saben más en Italia y de la otra pasta, de la guita, vamos a comentar después.
Las plagas y la humanidad
Por más que vivamos de espaldas a la realidad, los microorganismos, en tanto que enemigo silencioso e invisible, han infringido millones de bajas a nuestras sociedades, repasemos las principales y la cantidad de muertos que se cobraron o aún se cobran, y más cuando son epidemias globales (4), pervive cierta preocupación humanitaria por las consecuencias del ébola, más cuando se nos acerca (y eso sí que sería el apocalipsis por lo destructivo si se declarase una pandemia, por suerte es relativamente más fácil de contener según parece)
Cuando una epidemia se generaliza y de desata no se puede hacer gran cosa y ahora contamos con la web en la que compartimos todos, lo primero que se nos ocurre generalmente:
Y son los temores los que afloran (5), parece que hubiera caído un aerolito que hubiese pasado desapercibido a los telescopios, en pocos días, todos en casa y viendo todo a través de los relatos de otros, menos mal, para los conspiranóicos, que en lo esencial coinciden todos los relatos: saturación de unos recursos sanitarios dimensionados para que no comprometan la capacidad de gasto, cada vez menos, de una población que interviene de forma menos directa en el PIB.
Como veíamos, no es que se hayan ocultado los riesgos, es que las preferencias de Google manifiestan que estábamos a otra cosa.
Pero ha habido autores que han estudiado la relación directa entre virus (o bacterias anteriormente a descubrirse los antibióticos) y prosperidad e incluso demografía, a destacar la obra de William H. McNeill
Plagues and Peoples (6). Hay una entrada De Carlos Jenal 7) muy interesante que nos resume lo esencial de la obra que se agotará pronto en su edición actual.
Como sois muy vaguetes, copio íntegro el resumen de Jenal:
“Plagues and Peoples” – William H. McNeill
Por Carlos Jenal
Bichitos por todas partes
Hoy todos somos especialistas de algo. Especializarse en algo es la única salida lógica, e incluso natural, dada la enorme complejidad del conocimiento humano. También es natural y humano darle a nuestra especialidad una importancia mayor de la que quizás tiene, pero también brinda grandes e hilarantes momentos cuando alguien reivindica algún oscuro campo como motor secreto del mundo. Una de estas reivindicaciones, relacionada con la demografía, queremos compartir hoy con ustedes. No es la primera, pero esta al menos no contiene una plantilla para alguna reivindicación neocon, y contiene datos y especulaciones demográficas que a mi, que ya he confesado mi leve interés para con el tema, me resultan interesantes. Es, por lo demás, una obra antigua (1975) y mayormente ignorada (o al menos no la veo muy referenciada por ahí), pese a estar escrita de manera interesante y a no ser, en puridad, una obra centrada en la especialidad del autor. William Hardy McNeill, nacido en 1917 (y muerto en 2016, así que parece que sabía lo suficiente de plagas como para evitarlas), era historiador, no epidemiólogo, pero en esta obra nos presenta una tesis singular que ataca al fundamento de su profesión: que el curso de la historia de las sociedades humanas viene determinado fundamentalmente por la interacción de humanos y patógenos. Olvídense de reyes, batallas y el imperativo histórico: son los bichitos.
La tesis puede sorprender y parecer absurda, pero el propio McNeill ofrece para ello una explicación que cuanto menos induce a la reflexión: quienes han estudiado y estudian la historia, tienen tendencia a buscar algún significado, algún sentido, a tanta muerte y sufrimiento, ya sea el Plan de Dios, el nacimiento de una nación en su terruño, o el continuo desarrollo de una lucha de clases camino de la inexorable dictadura del proletariado. A ninguno de estos historiadores le gusta que le digan que al final todo es puro azar y culpa de los bichitos. Y como parece que se avecina una nueva ronda en el Gran Juego Epidémico con esto del Coronavirus, pues en LPD queremos hacer nuestra humilde contribución mientras estamos de cuarentena.
Demografía vintage.
El hombre y el bichito a lo largo de la historia
Entrando en materia, cuenta McNeill que el homo sapiens ha estado desarrollando algún tipo de equilibrio con los patógenos a los que estaba expuesto desde su aparición en el planeta. En tiempos primitivos, con poblaciones muy pequeñas y aisladas, las epidemias seguramente fuesen locales y aisladas, incapaces de volverse endémicas (para eso hace falta una población “contigua” de centenares de miles de personas, de modo que siempre haya gente nueva enfermando a medida que los primeros se curan). Mayor problema serían en aquella época los parásitos intestinales, para los que poco a poco las culturas desarrollaron normas y tabúes. Aquí entraría la prohibición de comer cerdo, común en varias religiones del Cercano Oriente y algo bastante sensato. No porque el cerdo en si sea malo o cause alergias, sino porque los cerdos son omnívoros – es decir, que comen cualquier mierda tirada en el suelo y a veces incluso carroña, infectándose de lombrices. A ellos no les afecta porque la evolución les ha hecho así, pero si su carne no se prepara con mucho cuidado, es posible contraerlas.
Cuando surgen las primeras civilizaciones, con poblaciones amplias y conectadas donde las enfermedades pueden pacer a gusto (McNeill lo llama disease pool, nosotros lo llamaríamos “población epidemiológica” aunque con semejante nombre nos carguemos toda la magia), empieza la asimilación de enfermedades a nivel social. Normalmente la exposición de una población a un patógeno nuevo suele llevar a la extinción de uno de los dos, si alguno es mucho más fuerte que el otro. A igualdad de fuerzas, a largo plazo se tiende a un equilibrio, si bien esto cuesta una serie de shocks, donde especialmente el primero puede ser devastador, ya que los adultos aún no tienen anticuerpos. Basándose en estudios sobre conejos australianos (una plaga que se intentó extinguir en los años 1950 inoculándoles la mixomatosis; el primer año murieron un 98.5% de los conejos afectados, pero 6 años después solo lo hacía el 25%), McNeill estima en unas 6 generaciones, o 150 años para sociedades humanas, el tiempo necesario para “asimilar” una enfermedad.
Año 2170: Felipe XIII de Borbón y Grecia, acompañado del Robopresidente ABASCALEITOR 3000, proclama la extinción del rojovirus, antes conocido como Coronavirus.
A partir de entonces, se convierte en una enfermedad infantil, con brotes virulentos cada pocos años que se ceban sobre todo en los niños, pero que no afectan ya significativamente a la población adulta, salvo si se combinan con malas cosechas o alguna guerra.
Dado que es necesaria una población relativamente grande para sostener enfermedades endémicas, esto constituye un “seguro” para las civilizaciones agrícolas sobre los bárbaros nómadas: los bárbaros pueden conquistar la civilización, pero en cuanto se asientan en ella para gobernarla, sufren el shock inicial de exposición a las enfermedades endémicas, extinguiéndose o siendo asimilados en pocas generaciones. Lo que explicaría tantos y tanos imperios invadidos por bárbaros que tras un breve periodo vuelven a lo suyo. Por otro lado, las ciudades –foco de civilización- son pozos negros demográficos: hasta prácticamente el siglo XX, las ciudades eran incapaces de crecer vegetativamente, ya que la mortandad era demasiado elevada, y dependían de un suministro de inmigrantes rurales de los alrededores. Con interesantes consecuencias: Praga, ciudad de mayoría alemana pero rodeada de población rural checa, fue capaz durante siglos de asimilar y germanizar la relativamente pequeña inmigración de los alrededores. Cuando en el siglo XIX surgen las epidemias de cólera en las ciudades, aumenta la inmigración necesaria para mantener la población, y en medio siglo Praga se convierte en una ciudad de mayoría checa. Lo mismo Budapest. Y en los Balcanes, las ciudades de mayoría turca rodeadas de campesinos cristianos se fueron eslavizando a lo largo del siglo.
Una excepción al “seguro anti-bárbaros” (quienes quieren colarnos un diminuto campo del conocimiento como clave secreta del mundo, luego siempre tienen que tirar de excepciones) sería la India, pues aquí los bárbaros eran tribus de los bosques tropicales, los cuales a su vez son hervideros de infecciones y enfermedades. Según McNeill, esto se solucionó culturalmente mediante el sistema de castas, con fuertes tabúes contra contactos entre miembros de distintas castas. Así, los bárbaros podían ser integrados como una nueva casta en el sistema, y como nadie podía tocarlos se evitaban transmisiones.
En una vuelta de tuerca no exenta de comicidad, McNeill pasa a describirlo todo en términos de parásitos: los patógenos como micro-parásitos, y las estructuras estatales-imperiales como macro-parásitos del hombre, pues ambos le roban los frutos de su trabajo, por así decirlo. Una forma elegante de decir que aristócratas=chupópteros. Con ambos las poblaciones tienden a establecer equilibrios. Se agradece, en todo caso, que McNeill no apoye una teoría de la población tipo “precio de la vivienda”, es decir, en continua expansión, sino que el crecimiento significativo de las poblaciones es una excepcionalidad histórica, consecuencia casi siempre del cambio de algún factor del equilibrio parasitario (macro o micro) y que lo normal es mantener un equilibrio.
Final Four of Eurasia
Avanzando unos siglos, sobre el comienzo la era cristiana nos encontramos con cuatro grandes disease pools en Eurasia: el mundo Mediterráneo, Oriente Medio, la India y China. El África subsahariana es un hervidero infeccioso inalcanzable para el resto del mundo, y el norte de Europa aún está desconectado del Mediterráneo, que era un área relativamente saludable (lo que no quita que hubiese plagas como la de Atenas en 430 a.C., seguramente una fiebre tifoidea). En los escritos de Hipócrates hay descripciones de paperas y otras enfermedades, pero significativamente (pues son enfermedades muy virulentas y fácilmente reconocibles de una descripción de los síntomas) ninguna referencia al sarampión o a la viruela. De esta última, por cierto, se estima que ha matado a 500 millones de seres humanos solo en el siglo XX, diez veces más que la Segunda Guerra Mundial.
Estas dos enfermedades pudieron ser introducidas en el Mediterráneo a lo largo de los siglos III y IV, causando las crisis del bajo imperio, y contribuyendo a la larga a la caída del Imperio romano. Particularmente la Peste Antonina, que puso fin al periodo de los “cinco emperadores buenos”, mató a un tercio de la población e inició un periodo de estancamiento demográfico. De nuevo, no obstante, el viejo problema de las fuentes: si ya cuesta hoy leer la letra de un médico, imagínense leer una descripción médica de una enfermedad de hace dieciocho siglos, que igual ha mutado desde entonces, y determinar de qué enfermedad se trata. Nada fácil, incluso contando con las descripciones de un galeno de prestigio como el propio Galeno.
Galeno.
McNeill saca a pasear aquí otra idea curiosa: que estas epidemias fueron el empujoncito final para el triunfo del cristianismo. Obligados por su fe a cuidar de los enfermos, y poseedores de una doctrina que explicaba toda muerte y sufrimiento como voluntad de Dios (estamos hablando de una época donde los cristianos aún estaban tan convencidos del inminente advenimiento del Juicio Final y Retorno de Jesucristo que ni hacían planes para el fin de semana), los cristianos quedaron en mucho mejor lugar que los paganos, cuyas filosofías no lograban explicar lo que ocurría. McNeill también traza paralelismos con el triunfo del budismo por la misma época en las clases altas de China, cuya historia epidemiológica trata de reconstruir con más voluntad que conocimiento del chino mandarín, pero parece que el desarrollo de China fue muy similar al del mundo Mediterráneo, y que las plagas de Antonino y Justiniano tuvieron sus equivalentes en China unos años antes o después.
La peste
Pero sin duda el protagonista más esperado del libro -y enfermedad estrella de la historia para cualquiera que la conozca un poco- es la peste bubónica. La Plaga de Justiniano sería su primera aparición, hacia 540, reapareciendo intermitentemente hasta 750, cuando desaparece durante seis siglos. Cuando reaparece, en 1346, sin embargo, lo hace de forma muy virulenta y repetida. ¿A qué se debe este desarrollo?
McNeill tira aquí de los datos y conocimientos científicos adquiridos en la última gran epidemia de peste: la de Manchuria (¡otra vez China!) en 1910, la mayor ocurrida en tiempos modernos. La enfermedad permanecía –y permanece- latente en grandes poblaciones de roedores. En el caso de Manchuria, eran una especie de marmotas de las praderas. Durante siglos, los nativos las consideraron tabúes (otro ejemplo de cómo el folklore y la religión sirven para asimilar culturalmente lecciones epidemiológicas en sociedades primitivas), pero durante el siglo XIX se produjo una gran inmigración de chinos han que consideraba que aquellos tabúes eran supersticiones de salvajes, y se dedicaron a cazar y comerse a las marmotas. La consecuencia fue un estallido que costó la vida a 60.000 personas.
Esto es lo que pasa cuando te buscas problemas con las marmotas.
De las lecciones de este estallido, McNeill reconstruye las epidemias de 1346 y sucesivos años. Al contario que en 750, afirma, en el siglo XIV existía un reservorio de la enfermedad entre los roedores de las estepas de Asia Central, desde donde la enfermedad resurgía periódicamente. Sobre un 40% de la población europea murió. Pero no solo Europa se vio afectada: también en China y en Oriente Medio murió casi media población. Las consecuencias a nivel social y económico fueron enormes, algo que quizás no se estudia en las clases de historia al nivel que se merece pero que sigue presente en nuestro subconsciente colectivo. De ahí que la mera presencia de un paciente con ébola nos salte todas las alarmas.
La peste volvió de manera intermitente hasta 1500, cumpliéndose los 150 años de “asimilación”. Aún se produjeron brotes posteriores (un estallido en el norte de España en 1600 mató a medio millón de personas cuando la población total era de unos 8 millones; entre esto y la expulsión de los moriscos España acabó en 1650 con solo 7 millones, ¡los bichitos nos costaron el imperio!), pero poco a poco fueron desapareciendo. Una serie de factores influyeron: más ropas, la aparición de una nueva especie de rata -la rata gris, que expulsó a la rata negra-, y la transformación de la propia enfermedad, Yersina Pestis, que mutó en Yersina pseudotuberculosis, una enfermedad más benigna pero que confiere una inmunidad parcial a la peste… y a la lepra, pues curiosamente a partir de 1350 desaparecen casi todas las leproserías de Europa. El último brote de peste en Inglaterra es el de Londres de 1665, después no hubo más, algo que el saber popular atribuye al gran incendio de 1666, que habría expulsado a la peste para siempre. Algo de verdad tiene, pues el Londres reconstruido eliminó los techos de paja (hogar de ratas) y utilizó mucha más piedra que madera en los nuevos edificios.
La peste también trajo otro cambio fundamental en la historia: por primera vez, se invirtió el sentido de migración en las estepas. Hasta ese momento, lo normal era que los pueblos nómadas de Asia Central (mongoles, húngaros, los turcos otomanos y selyúcidas…) emigrasen hacia las zonas de agricultura y sometiesen a sus habitantes. A partir del siglo XIV, son los agricultores los que se adentran en las estepas, vaciadas de nómadas por efecto de la peste. En particular, los rusos, que colonizan media Ucrania y toda la planicie fluvial del Volga, conquistando unas tierras excelentes para la agricultura pero que habían estado en manos de pueblos nómadas hasta entonces. Como siempre, McNeill tiene que explicar excepciones un poco hilarantes: los manchúes que conquistan China en 1644. Lo explica porque los nómadas occidentales (turcos y tártaros, el kanato de la Horda Dorada…) se islamizan y adquieren el “fatalismo musulmán” frente a las enfermedades.
De todo esto capítulo, he aprendido que la palabra inglesa “plague”, que yo creía equivalente a “plaga” en castellano, se refiere única y exclusivamente a la peste, o a sus epidemias (en cambio, la palabra inglesa “pest” no significa en principio peste, sino plaga). Como apenas un siglo más tarde comenzaron las traducciones de la Biblia a las lenguas vernáculas, los traductores usaron la palabra con amplia profusión para explicar que la ira de Dios era algo que había matado por igual desde siempre. Algo necesario para mantener la autoridad moral del papado, pues igual que la plaga de Antonino había permitido a la Iglesia ganar puntos frente a la autoridad imperial, ahora la Iglesia como autoridad perdía puntos al no saber explicar unas muertes tan masivas, y se sentaban las bases de lo que iba a ser la Reforma Protestante.
Como curiosidad, añadir que todos esos simpáticos perritos de la pradera siguen siendo vectores de peste, y todos los años surgen casos aislados de la misma en zonas como Asia Central, la India, e incluso el suroeste de Estados Unidos. Las autoridades, conscientes del pánico potencial, mantienen estos casos en secreto, que por otra parte y con un diagnóstico precoz se curan fácilmente con antibióticos. Y puede que los europeos nos beneficiemos aún hoy de algún aspecto de la peste: según determinados estudios, las epidemias de peste actuaron como un proceso de selección natural acelerado, propiciando que se heredara una característica genética que priva a las células del cuerpo del receptor molecular CCR5. Este receptor es el que usaba Yersina Pestis para introducirse en las células – y hoy lo usa el virus del SIDA, con lo cual aproximadamente un 10% de los europeos serían inmunes al HIV al carecer de él.
Contémoslo todo: ¡la Muerte Negra nos inmunizó contra el SIDA!
Columbian Exchange
La expresión “Intercambio Colombino” se suele usar para referirse al intercambio de especies animales y vegetales entre Eurasia y América a raíz de los viajes de Colón. Pero por supuesto, esto incluyó un intercambio de enfermedades infecciosas. Intercambio en el que los americanos (los de verdad) se llevaron la peor parte, siendo sus poblaciones diezmadas hasta un extremo que hoy resulta difícil de imaginar. De hecho, hasta los años 50 los historiadores asumían unas Américas prácticamente despobladas, con entre 8 y 14 millones de habitantes para todo el continente. Ahora (bueno, en 1975, cuando McNeill escribe su libro, pero creo que las cifras no han cambiado demasiado) se parte de unos 100 millones, con 30 y 30 centrados en las civilizaciones azteca e inca, respectivamente. 50 años tras la llegada de Hernán Cortés, la población de México se había reducido a 3 millones. En 1620, tocó fondo con 1.6 millones.
Si les parece que estos números son exagerados, piensen que cada una de las grandes plagas de Europa, la peste, la viruela o el sarampión, se cargaron entre un 25% y un 40% en su primera aparición. Ahora imagínense que una población virgen es expuesta a todos esos virus a la vez. Tasas de mortalidad del 95% son una posibilidad real. Con todo lo que posiblemente acarrea en términos culturales: para los nativos americanos, debió ser el fin del mundo, y ver que encima los españoles no enfermaban debió contribuir a su derrotismo. Por esta razón, la cultura, la lengua o la religión de los europeos se implantaron tan completamente (comparadas con otras colonias europeas). Como dice McNeill:
“La extraordinaria facilidad de la conquista española y el éxito de unos pocos cientos de hombres en asegurar el dominio sobre vastos territorios y millones de personas no se pueden entender sobre otra base”
McNeill también traza un interesante paralelismo entre la colonización española de las Américas y el bajo imperio romano: ambas fueron épocas de plaga, ambas conllevaron una desurbanización (las ciudades veían brotes recurrentes, de modo que perdieron bastante población), ambas cimentaron legalmente el proceso de manera muy similar (leyes de peonaje en América, leyes de Diocleciano atando al campesino a su tierra), y ambas desarrollaron sociedades centradas en grandes latifundios (haciendas españolas, villas romanas).
Los verdaderos conquistadores y Virreyes Honoríficos de la Nueva España y el Perú: variola minor y MV (Measels Virus)
En el Caribe, además, a las nuevas enfermedades europeas se sumaban las que traían los esclavos africanos, como la fiebre amarilla y la malaria. Estas necesitaban de entornos tropicales para progresar, de modo que no se extendieron tierra adentro en el continente, pero en las islas del Caribe la pandemia fue total: los indígenas literalmente desaparecieron.
¿Y al revés? ¿Por qué no hubo una transferencia igual pero en sentido contrario que arrasara las poblaciones europeas? Pues no hubo porque no había tales enfermedades en las Américas. Sobre las razones para esto, hay discusiones. Las teorías más populares apuntan a que, a diferencia de Eurasia, las Américas, por extenderse de norte a sur, contienen múltiples zonas climáticas que dificultan la extensión de enfermedades y limitan el número de animales domesticados (que son un factor muy importante en la aparición y extensión de enfermedades, ya sea como origen, reservorio o vector de los patógenos). No es que no hubiese enfermedades nuevas para los europeos, pero la sífilis, la más conocida, tiene un periodo de latencia muy largo y solo se contagia por vía sexual. Aunque tuvo un impacto notable en el siglo XVI, y la restrictiva moral sexual de la Contrarreforma seguramente sea consecuencia de ello.
One World
Con la Era de la Navegación, las zonas costeras del mundo se convierten, en la práctica, en un único disease pool, pero las epidemias ya nunca serán tan intensas como antes porque los parásitos alcanzan equilibrios con las poblaciones. McNeill lo achaca a los cultivos importados de América, que proporcionan una alimentación mejor, y el hecho de que las nuevas armas de fuego proporcionan un monopolio de la violencia limitado a unos pocos actores. Y a partir de 1850, la aparición de un personaje inédito hasta ese momento: la ciencia médica, que poco a poco empezará a tener un verdadero impacto demográfico. Pero las nuevas circunstancias, aún impidiendo las pandemias de antaño, también propician nuevas, ya sea por los transportes masivos o por las grandes ciudades que surgen a consecuencia de la industrialización. El cólera, endémico en la India, se propaga por todo el mundo matando sobre todo en las ciudades, que carecen de un sistema de alcantarillado decente. El libro termina con el descubrimiento de la penicilina en los años de 1940 y con el cambio que supone que por primera vez en la historia casi todos los niños nacidos pueden esperar llegar a adultos (al menos en el mundo desarrollado).
El libro, como toda obra centrada en un pequeño campito del saber, peca de reduccionista en muchos aspectos, y –incluso para mi total ignorancia en temas médicos- parece ya superado, pero a quien le interese la demografía histórica verá recompensada la lectura. La demografía siempre me parece estar injustamente relegada a un segundo plano, en parte por el mal uso que muchos hacen de ella, pero eso no quita que haya sido un factor relevante a lo largo de la historia (donde, claro está, hablamos de procesos de siglos de duración, no de histerias tipo “el año pasado la tasa de natalidad de los inmigrantes superó por primera vez a la de los españoles”), y si quienes escriben del tema lo hacen con un cierto amateurismo, eso no es razón para dejarlo de lado, sino para buscar mejores historiadores-demógrafos. Eso sí, no se quejen si durante la lectura empiezan a experimentar picores por todo el cuerpo a consecuencia de las descripciones de las enfermedades.
Respecto a la llamada gripe española hay mucho, aquí un articulito igero ( 8 )
Vamos que esto como eso que afirma la catetada, lo de que
sobre gustos no hay nada escrito, hay para tesis doctorales, y las hay y muchas.
Al mes siguiente de empezar a salir a la calle
Me vais a perdonar que al no ser economista me vaya a apoyar en mis propias hipótesis y en mi experiencia en la vida, que no se limita a la temática de esta web y que entra bien de lleno en el mundo empresarial como antes entró en el mundo universitario.
¿Quién va a pagar la deuda que se genere?, El gobierno hace bien en transmitir tranquilidad con su paquete de medidas de choque
Pero ésto se puede ver que es insuficiente, y os voy a contar sólo dos o tres ejemplos que conozco de cerca.
hasta hace dos meses he trabajado como diseñador de la cartelería de una importante cadena de tiendas de productos de bajo coste basada en restos de stock y de artículos cercanos a su caducidad, y además era administrador de esa sociedad, administrador de paja a mi costa y riesgo; pero no se puede decir que no conozca la actividad a al que se dedica, al menos la visible. Causé baja el 31 de enero por resultarme físicamente y psicológicamente imposible seguir allí. Ahora seis meses de paro y me encuentro ésto. Las tiendas que venden una parte de productos que son de alimentación (no de primera necesidad siempre; pocas veces; pero sí de alimentación) están abiertas, eso sí, en esa empresa se cuidan los aspectos formales referentes a los derechos de los consumidores (ya de los acreedores o la administración no tanto, cosas de la precariedad real de los negocios salvo la banca) con lo que se ha ocultando todo el producto que no sea estrictamente de alimentación. Las ventas han caído la semana a un 20-25%, creían que irían a remontar algo; pero yo tampoco creo que sea la salvación, eso en tiendas que van entre justas y bastante justas, en más casos de los deseables; aunque algunas van bien, se nota la ubicación y quién es el franquiciado. Da igual, si lo reducimos a una parte de su oferta no van a atener ni para cubrir gastos, la gente va asustada a la compra y empieza notarse ausencias, puede que vayan a lo que este abierto; pero en el caso de esas tiendas no cubren seguro. Cuando empiece ca cubrirse mermas los primero en cobrar van a ser los que han cerrado del todo, malo de cojones para la hostelería; pero igual cobran antes aunque sea poco.
Estaba hablando esta tarde con un amigo que es director de expansión de una cadena de papelerías importante, las papelería lo mismo, están autorizadas para abrir; pero, ¿quién va a buscar qué en estos momentos a una papelería?, ¿un cartucho de impresora?, esos están confinados como población de alto riesgo, ¿un bloc de folio con doble raya?, van a vender una leche van a vender...
Los amigos que tienen estudios de grabación, músicos, promotores de conciertos, artesanos de escenografías, empresas de sonorización, Dj. ¿qué prioridad para cobrar, y con qué criterio?
Algún compañero ya ha manifestado que no va apagar ni a dios, vale, se tendrán que arbitrar medidas para administrar la morosidad.
¿Y la deuda externa?, vale, imposible que se note tal y como la tenemos de gorda (la deuda),; y la recaudación de la Tesoreria de la Seguridad Social, ¿qué reservas tenemos?, ¿os dais cuenta que estas cosas demuestran que hay que ser cumplidor y previsor?, yo el primero; pero sería muy largo de explicar.
Supongamos que se tiene que intervenir la banca, exproìarla cautelarmente y temporalmente para recibir activos, ¿a qué coste con la poca cohesión que existe?, a nada que se mire adelante, sólo un gobierno de concentración nacional con la primera fuerza de la oposición puede garantizar la validez de las operaciones, con o sin el socio actual del gobierno.
Pero es que ni la ministra actual, muy de Bruselas, garantiza del todo que no haya desórdenes dentro de tres o cuatro meses, Dentro de cuatro meses empezaba a entrar la principal fuente de divisas para este país, el turismo.
El turismo será de riesgo el que venga,ya ya veremos si se limpia del todo en un año.
Y ahora entramos en Bruselas y el banco central europeo, aquí con la crisis se evidencia una vez más la diferencia entre países de tradición protestante y de tradición católica, entre norte y sur además. Si se mutualiza la deuda, si se establece un periodo transitorio (prorrogable) en la CE para repartir la nada entre todos, no se si sois conscientes de lo que puede pasar en países que además están menos afectados como Bélgica, Holanda, alemania, los países del norte, en seis meses elecciones y partidos nazis allí, nada de front national ni apaños a la española como Vox; Nazis de verdad, adiós Unión europea y adios fronteras libres (que ya lo están de facto). ¿nos extrañamos de a vía inglesa?, no se si, como siempre, van a ser más listos. Pero conviene que volvamos a la historia para repasar eso de las imputaciones y las culpas, y, sobre todo qué sucesos ocurrieron en otras.
Mira en USA, le para el congreso (los demócratas) a Trump una operación de contención dineraria de urgencia. la mayorá de autores destacan que afloraron las peores cualidades, la mayor insolidaridad y peores previsiones, vale, eran otros tiempos; pero...(9)
Rusia parece que ha sabido contener mejor la catástrofe, ya veremos qué consecuencias comporta todo esto a la hora de repartir papeles. Y china, bienvenida en sudamérica; pero queda por aclarar su responsabilidad, la responsabilidad de China en las últimas pandemias(10)
Un vaticinio
Tampoco podría resistir el mundo en la peor circunstancia previsible, a quién venderían los que se se salvasen?, a pocos, y lo raro es que alguien se salve del todo.
Mi previsión ante ésto es que va a haber que redefinir el contrato social a escala planetaria, que el mundo del placer , del confort y de las libertades van a sufrir, que no va a haber espacio para tontunas y que sólo una refuerzo de la Onu puede servir para que no cabemos a hostias, todavía es algo pronto para pensar en una sociedad censitaria para ese 10 o 20% de escogidos productores de otro tanto 80 o 90% de PIB, ya veremos, si es así, nos ha salvado la campana.
(1)https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2495706.pdf;
https://core.ac.uk/download/pdf/83566136.pdf
https://raed.academy/wp-content/uploads/2016/07/RAED_Castella40_Web.pdf
(2)http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/historia-de-las-indias--0/html/d31cc52d-acd9-4776-a069-ee37b963f399_14.html
(3)https://eprints.ucm.es/12666/1/bartolome_de_las_casas.pdf
(4)https://hipertextual.com/2014/10/pandemias
(5)http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0026-17422014000600003
(6)https://www.sigloxxieditores.com/libro/plagas-y-pueblos_17975/ ISBN , McNeil, William H,
Plagas y Pueblos , Sigo XXI Tres cantos, 2016
(7)http://www.lapaginadefinitiva.com/2020/03/14/plagues-and-peoples-william-h-mcneill/
(8)https://wol.jw.org/es/wol/d/r4/lp-s/102005922
(9)https://www.bbc.com/mundo/noticias-51872175
https://www.infobae.com/sociedad/2020/03/19/nueve-conductas-extremas-que-trajo-la-peste-a-lo-largo-de-la-historia/ (mejor abstenerse de consultar si se es aprensivo)
(10)http://www.info-farmacia.com/historia/china-origen-de-las-plagas-que-devastan-europa-1