DIESON escribió:
Está claro que la gran mayoría de los músicos virtuosos están locos.... (Y cuando digo "locos" lo digo en sentido literal..... Nada de metáforas).
Un poco aventurado ese pronunciamiento; ¿o igual no?.
Porque, el autor del hilo , que algo sabe, se cura en salud (mental) cuando describe en el título de este hilo trastornos mentales. Esto de la locura, sin embargo, es una condición arrebatada injustamente al conocimiento vulgar, a la expresión cotidiana callejera, entre eufemismos, anitipsiquiatrías, ñoñería conceptual inclusiva evitativa del agravio e indulgencias corales, a lo mejor hemos acabado retirando una descripción/calificación comunmente aceptada, no tan vejatoria, y a veces hasta simpática para construir una serie de casos indefinidos más que precisos y muy al gusto de algunas terapias y
teraputas contentos con individuos dependientes a perpetuidad, más cuando estas tearpias en muy pocas ocasiones llegan a curar a nadie.
Esa chica es
muy loquita,
tú y tus locuras, vaya
locura de arreglo, eran latiquillos, frases comunes de nuestra habla que ni ofendían casi nunca ni pretendían hacerlo, vale, imprecisas.
De repente se sacaron a los locos (aun a los peligrosos) de los manicomios, un ahorro para la sanidad pública, una oportunidad para los partidarios de la integración frente a la reclusión (en algunos casos también es justo reconocer que eran casi prisiones los manicomios.
Pero las calles, las casas, los foros, se nutrieron de gente que podía oscilar entre transtornos leves o moderados, hasta individuos con alteraciones severas del conocimiento (inteligencia incluida, lucidez nublada o ausente); o comportamientos agresivos para ellos, para otros, pobres hombres con las facultadas mermadas hasta grados difíciles de aceptar, aquellos de la camisa de fuerza permanente. Suelo contar que, para que uno se sitúe más o menos dentro de la escala de intensidad de la locura (o de los trastornos), ayuda ir a un centro de salud mental a que le vea el especialista asignado, el rato que se pasa en la sala de espera hasta el turno tuyo da como para ver cuatro o cinco niños, adolescentes, adultos o viejos, con miradas erráticas y ausentes, rostros entristecidos, expresiones y gestos asociales e inusuales, hasta cara de idiotez en algunos casos, en todos los casos, uan madre, un padre, un hermano acompañan con resignación a esa pobre adolescente cuya tristeza reflejada en su cara supera en mucho la melancolía de ascendencia romántica o los conflictos de esa edad o ese hijo tonto, cuyas ojeras caídas y el belfo aun más caído no dejan lugar a dudas acerca de sus mermas. Un rato ahí ayuda y cura mucho, si lo que lleva uno es leve, hay veces que le acaba diciendo al psiquiatra o el psicológo:
oiga, que no es nada lo mío, se me ha pasado en lo que va de mañana.
Ahora que es un lío que vayan afectados por dolencias o transtornos tan diversos y de intensidad tan dispar a los relativamente recientes centros de salud mental (pocos y de difícil acceso para gran parte de ciudadanos y con una terapia limitada, sobre todo en el tiempo).
Hemos estado unas décadas con esa cosa de establecer dos grupos en función de la gravedad/intensidad (o a lo mejor aptitud para el trabajo/baja por incapacidad) de las psicosis y de las neurosis, y, como han surgido tantas afecciones nuevas relacionadas con el lenguaje, con nuevos usos y formas de relacionarnos y de informarnos, con desproporciones aun mayores entre la urbe y el individuo y las fronteras entre lo uno (que comprendía transtornos bipolares severos, esquizofrenias y cosas así), y lo otro (depresiones, crisis de pánico y ansiedad, algunos TOC, en muchos casos pandemia), se desdibujan, se ha acabado aceptando ese totum revolutum de transtornos mentales, hemos pasado de una sociedad de neuróticos (que sonaba a fumadores encima, incluso a algo sucios) a transtornados, que a mí me suena más a dependientes de por vida, porque, no nos engañemos, el diagnóstico y bastantes fármacos, ayudan, en algunos casos salvan vidas; pero en esto de la mente, la medicina no sabe curar, no es como cuando te quitan la vesícula o un juanete.
La obra de juan Antonio Vallejo Nágera (al que por cierto conocí por otros motivos que los facultativos; pero no desaproveché la ocasión para tener un conversación larga precisamente sobre el tema de ese hilo que citaré ahora y del libro que se estaba haciendo popular en los ochenta) Locos egregios.
En este ensayo novelado ligero, el psiquiatra analizaba las personalidades trastornadas, los conocimientos fuera de escala normal de gente disparatada o directamente loca, al rededor de unos cuantos personajes célebres entre los que destacaban pintores y algún político reciente a la obra, los músicos parecen haber llamado algo menos la atención al autor refiriéndose a Liszt, Shummann y Farinelli, dos románticos de receta los primeros y un castrato encumbrado el último.
He conocido en persona algún compositor de renombre (del renombre que un compositor de música culta puede obtener en este país), sí que a uno en concreto le recuerdo manías, tics, y humoradas; ahora estos rasgos peculiares y rarezas creo que no eran nada comparados a su capacidad de trabajo, de lucidez, de su dominio certero de la armonía y el contrapunto.
El resto de músicos que conozco, igual, casi en un sentido discursivo se podría ver una relación entre ocio y drogas contrapuesto a estudio y rigor entre unas generaciones que empezaron a sustanciarse en los ochenta y han llegado hasta más o menos estos años, unos se quedaron con el porro y la birra tocando lo mismo que tocaban por los locales, algunos de los segundos tocan en bandas de diferentes formatos, sin importar mucho el estilo porque lo primero que hicieron fue aprender lo básico de un músico: la música y su sistema de representación, el solfeo, y aun complementan sus oficio dando cases en escuelas, conservatorios de jazz, colegios, o centros culturales.
Muy locos no los encuentro en general a éstos segundos; entre los primeros hay de todo, el deterioro es consustancial a la naturaleza humana, la mente no es incólume y después de un acontecimiento inesperado en el que se han conjugado, zafiedad, miedo por falta de costumbre, precariedad preexistente y vileza (además de derechos civiles mareados, si no conculcados) el desastre y los daños para la mente están siendo mayores, hasta de los que decidieron estudiar en vez de divagar: ya a penas va a haber actuaciones en directo.
https://psiquiatria.com/bibliopsiquis/locos-egregios/
https://www.academia.edu/33043527/Locos_egregios_Juan_Antonio_Vallejo_Nagera