Me gustaban mucho, y todos, creo, conocemos algunos de esos discos. No estoy al tanto de si ahora también abundan o sólo fue una cosa pasajera.
Esos discos debían oírse enteros para que tuviesen sentido. Pero los demás...
Los demás tenían, en muchos casos, algunos temas geniales, y los demás estaban de relleno, pero no podías escoger; o todos o ninguno. Los tiempos del casette, del LP, del CD.
Así que empecé a ser más selectivo.
Y me fue muy bien así. Tanto que comencé a aplicar este principio a cosas de la vida, como por ejemplo, la política. Y más concretamente, a los partidos políticos. Desde entonces, adopto las ideas que me parecen adecuadas vengan de donde vengan.
Debo matizar que esto tenía valor cuando aún creía en ella, en la política, como eje de cambios. Pero para el ejemplo me sirve.
Yo era de izquierdas, y nosotros éramos los que traían el cambio.
Como ahora, estábamos a favor de lo bueno y en contra de lo malo. Prácticamente nosotros llevábamos razón, y los de derechas estaban equivocados. Era muy fácil ser de un partido. Todo estaba claro.
Veamos, los de derechas eran: rancios, antiguallas, franquistas, sosos, economistas y oficinistas, curas, estrechos...Las mujeres de derechas no follaban antes del matrimonio ni usaban condón (luego me enteré de que esto no estaba tan claro). Se pasaban la vida rezando, y los domingos, a misa, pasando por el confesionario.
Leían el ABC.
Y fachas.
Qué fácil era se de izquierdas.
Porque las izquierdas éramos: antimilitaristas, soñadores, divertidos, imaginativos, usábamos las drogas para socializar (porros) y para trascender (tripis). Y éramos músicos, pintores, bohemios, nos gustaba la libertad y odiábamos la terrible (verdadera)censura franquista.
Leíamos El País.
Y progres.
Con el tiempo aprendí a cuestionarme todo, es mi naturaleza. Me daba igual si algo venía de la izquierda como de la derecha. Una mentira es una mentira venga de dónde venga. Y una imposición, y una manipulación, y una injusticia...
Y así hasta hoy, lo cual me coloca en una posición, más que incómoda, casi imposible, en la que mis amigos de izquierda me tachan de facha, y viceversa.
Me fascina comprobar que haya gente que sabe más de mí que yo mismo.
Así que, por un tiempo, decidí hacer el experimento de estudiar bien cada idea por sí misma, viniese de donde viniera. Y fue entonces que mi posición se volvió insostenible. No podía seguir siendo parte de ningún partido político.
Porque me dejó estupefacto comprobar que ningún partido político toma medidas definitivas para controlar la corrupción de su propio partido. Todos la tapan, la minimizan. Nadie nunca se planta delante del micro y dice algo así como: Desde nuestro partido hemos detectado a unos altos cargos llevándoselo crudo, los hemos entregado a la justicia, y esperamos que para ellos caiga todo el peso de la ley. Valga esto para que los demás tomen nota. En nuestro partido, corrupción cero.
Antes al contrario, El "y tú más" se torna en una forma muy eficaz de tapar mi mierda con la tuya, y el resultado es, como ya sabes, vomitivo.
Me fascina la caradura con la que nos mienten a la cara.
Me fascina la nula capacidad de reacción de los votantes.
Me fascina la cantidad de gente que me llama irresponsable por no votar.
Mi amigo progre me dice, literalmente, que sabe que tanto el alcalde de derechas, como el de izquierdas, se lo lleva crudo, pero que prefiere que le robe el de izquierdas porque, por lo menos es más culto. Y yo, ni eso lo tengo claro. Zoquetes los hay repartidos por todo el espectro.
Retomando una de las premisas del principio de este mamotreto, ahora tenemos un agravante, que la derecha y la izquierda se parecen demasiado. Ni la izquierda tiene capacidad de luchar por la igualdad social (creo que de eso ya se dieron cuenta hace mucho tiempo), ni la derecha se puede permitir no actualizar aquellas ideas rancias de que hacía gala.
El resultado es...confusión. Si ya no quedan ideales antagónicos, entonces hay que buscar nuevas batallitas para tener la excusa de su propia existencia. Eso se traduce en muchos casos (algún día hablaré de ellos) en crear los problemas de los que luego ser salvadores necesarios (ejemplos no te van a faltar a poco que raspes con la uña).
Y en medio de todo este maremagnum, estamos nosotros, con cada vez menos poder adquisitivo, cada vez más dependientes del tutelaje estatal (muchos están más que convencidos de esas bondades), más controlados (movimiento, economía, ideas, policial) y manipulados. Y últimamente, adoctrinados hasta decir basta.
Y, por si no tuviésemos bastante...., ¡¡tachánnnnn!!, llega la IA. Espero que se entienda bien lo que puede dar de sí una IA controlada para controlar.
Porque, ¿de quién depende? ¿de quién?..... Pues eso.
El Capitán Kokorikó ha dicho.