En el DRAE: GILIPOLLAS: 1.. adj. vulg. gilí, tonto, lelo. Ú. t. c. s.
***
En Madrid hay una calle llamada de Gil Imón, haciendo de travesaño entre el
Paseo Imperial y la Ronda de Segovia, para más señas. Es una calle dedicada
al que fue alcalde de la capital, D. Gil Imón, por los tiempos de doña
Mariquita de mi corazón, cuando el duque de Osuna organizaba sus célebres
bailes, a los que acudía la crema social, para poner en el escaparate
familiar a lindas damitas de la buena sociedad, como oferta casadera, las
cuales acudían ataviadas con su miriñaque de fino muaré. A las damitas de
entonces se les aplicaba el apelativo de "pollas", que en el DRAE llevan,
como sexta acepción, figurada y familiarmente, el significado de
jovencitas, algo que hoy se ignora, por mor del lenguaje, que en la
actualidad se ha vuelto recio y tosco: la polla de entonces es la "tía" de
ahora y las mentes malévolas sustituyen el significado antiguo por otro de
morbosas connotaciones.
A lo que voy: el tal don Gil era un personaje de relieve (la prueba está en
que tiene dedicada una calle) y su nombre aparecía frecuentemente en los
ecos de sociedad de las revistas del corazón de la época. El hombre,
después de atender a los acuciantes problemas que su cargo de alcalde
comportaba, se sentía obligado a reponsabilizarse de sus deberes
familiares, como buen padre. Tenía dos hijas en edad de merecer, feotillas
ellas, no muy sobradas de gracejo, y hasta un tantico tontuelas. Y se hacía
acompañar por ellas a todos aquellos sitios a los que, invitado como
primera autoridad municipal, tenía que acudir. Él, en su fuero interno,
acudía no como primera autoridad municipal, sino como primera autoridad
familiar. Tras la imponencia de unos bigotes municipales, se ocultaba un
corazón de padre.
- ¿Ha llegado ya D. Gil?
- Sí, ya ha llegado D. Gil y, como siempre, viene acompañado de sus pollas.
D. Gil departía animadamente con los próceres de la actualidad, y, mientras
tanto, sus pollitas iban a ocupar algún asiento que descubrieran
desocupado, a esperar a que algún pollo (en masculino, solía aderezarse con
pera: "pollo-pera") se les acercase, cosa siempre poco probable. Pocas
veces había alguien que les dijera "hazte p'allá", como dicen en Carrizosa.
La situación, una y otra vez repetida, dió lugar a la asociación mental de
tontuelidad con D. Gil y sus pollas. Y cundió la especie por "el todo
Madrid", que compuso una palabra especial, castiza, nacida en Madrid y,
puesta en circulación con el marchamo del Oso y el Madroño, siendo después
exportada al resto de España, y ganándose a pulso el derecho de entrar en
la Real Academia Española. En castellano, es usual la composición de
palabras: verdinegro (verde y negro), pavitonto (pavo y tonto), coliflor
(col y flor) (¡Miá que ya hace años que D. Máximo nos enseñaba en la
escuela a descomponer estas palabras!).
Antes podía decirse: bambarria, menguado, zampatortas, chirrichote, rudo,
zamacuco, papanatas, tolondro, ciruelo, zote, mamacallos, mameluco,
majadero, zopenco, mastuerzo, borrico, tonto, necio, obtuso, imbécil,
mentecato, idiota, torpe, lelo (Sinónimos del Diccionario Ideológico de
Casares).
Pero ¿cómo describir esa circunstancia tan compleja de tontuelidad
inconsciente? Decía padre Ramón que el que es tonto y lo sabe no es tonto
del tó. Los imaginativos y bien humorados madrileños lo tuvieron fácil:
para expresar la idea de tontuelo, tontaina, tontucio, tontuelidad
integral, inconsciente -lo de con malicia o sin malicia es otra cuestión;
con el tiempo, habrá de todo-. ¡Ya está! Gil (D. Gil)-y-pollas (las dos
jovencitas hijas suyas) = gil-i-pollas. Estos madrileños somos la releche.
A lo largo de la historia, el vocablo ha sufrido avatares de toda índole,
hasta que, por fin, la RAE , haciendo gala de su lema "limpia, fija y da
esplendor", ha limpiado la palabra, la ha fijado, le ha dado esplendor y le
ha dispensado digna acogida en su diccionario.