MEMORIAS DE UN JUGÓN
Mi historia con los videojuegos es en resumen la historia de gran parte de mi vida.
En el comienzo mis primeros recuerdos fueron las maquinitas denominadas tipo Game & Watch, tenía una de un pingüino que tiraba piedras que era una chulada, pero mis colegas tenían más y las compartíamos. Recuerdo que funcionaban con aquellas pilas de botón de mercurio que decían que eran cancerígenas y muy contaminaban mucho.
Siendo muy niño un tío mío de canarias y nos trajo una consola a mí y a mí hermana que posteriormente supe que era un clon de una Atari 2600. Solo teníamos dos juegos: un comecocos cuyos personajes eran formas geométricas y otra de una nave espacial que iba saltando encima de asteroides hasta llegar a la meta que era un planeta. Me echaba horas con ellos. Un buen día llegaron mis padres y me dijeron que la consola se había estropeado. Luego de adulto me confesaron que se lo inventaron para que dejara de jugar porque me estaba creando problemas de adicción. Así eran mis padres: en vez de comprarme más juegos me negaban jugar los dos que tenía.
Cuando tenía alrededor de 9 o 10 años abrieron un pequeño salón recreativo en mi pueblo de 1000 habitantes. Los arcades que tenía eran: ghosts & goblins, Commando, Bubble Bobble, uno de un submarino que vi en una feria Retro pero que no me quede con el nombre, el Hang On con cabina de moto, el Karate Champ, Track & Field, y un pinball que llamaban petacos por aquel entonces y era de gente haciendo break dance. Mi juego preferido de mi infancia era el Bubble Bobble, y recuerdo que jugaba todos los domingos dos partidas, una por la mañana y otra por la tarde, que eran en total las 50 pesetas que me daban de propina. Había un forastero de los chalets rubio que jugaba increíblemente bien a este juego que alucinaba con verle jugar, porque sí, antes si no tenías un puñetero chavo veías jugar a alguien a la recreativa, que era de lo más habitual del mundo.
A los dos años cerraron el salón arcade, y con ello parte de mi infancia, pero aún así en las recreativas de los bares del pueblo llegaron a haber grandes juegos a lo largo del tiempo como Shinobi, Gunsmoke, Operation Wolf, Double Dragon, Tumblepop, Final Fight, etc... más las de los bares de la capital de al lado de mi colegio: Dragon Ninja, Prehistoric Island, Shadow Warriors, Moonwalker, etc... Hubo una época en que todo giraba más en relación a los bares.
Posteriormente abrieron un gran salón recreativo cerca de mi colegio donde ahora hay un banco. Recuerdo que estaba el Toki y el Altered Beast, y poco más porque lo cerraron prontísimo. Luego abrieron uno justo al lado llamado "Tetris", recuerdo perfectamente el momento en que vi Street Fighter 2 por primera vez aquí, y otro un poco más alejado llamado "Las Tortugas", con arcades con asientos y grandes pantallas, valía 50 `pesetas la partida, y en el centro del lugar una racretativa que era un pantallón con cuatro mandos donde tuvieron el arcade de Los Simpson y el Sunset Riders.
Que os voy a contar: mi vida giraba entorno a los videojuegos, vivía literalmente en los salones recreativos. Recuerdo que la gente te llamaba "viciado" de una forma muy cariñosa, aunque no estaba muy bien visto que fuera tu única afición esta, la gente veía ese mundillo como cosas de críos, no como ahora, hay más aceptación y un adulto puede jugar a un GTA de Playstation sin que nadie lo juzgue mal. Recuerdo una vez que nos atracaron a mí y a unos colegas jaja ahora lo veo como algo gracioso, pero nos desplumaron. A mí me quitaron un montón de pasta ya que iba a comprar la Micromanía, más conocida como la sábana santa, que ya valía 350 pesetas de la época.
No conocí la época de los ordenadores personales, Spectrum, Amstrad, etc... porque nunca tuve uno. Sí que compraba la revista Micromanía y se me ponían los dientes largos con los juegos que veía y que nunca iba a disfrutar porque no tenía computadora, que eran carísimas para la época. Le propuse a mi madre comprarme una, y me dijo que si era solo para juegos no, que si aprndía a programar en Basic, vale. Así que me llevó a clases de programación con un profesor que era un tío muy majo y enseñaba muy bien... pero programar era tan terriblemente aburrido que lo dejé.
Mi primera consola fue la sega Master System que logré comprar tras varios esfuerzos ahorrando. Mi primer juego para ella, el Bubble Bobble, me costó 7000 pesetas, lo que era un pastón para un chaval de mi edad de clase obrera. Antes os videojuegos eran sencillamente un producto de lujo al alcance de unos pocos. Así me pasa los días jugando todo el rato a los dos únicos puñeteros juegos que tenía hasta que mi padre me mostró un videoclub donde los podía alquilar por 400 pesetas un fin de semana los cartuchos que había allí. Y así jugué a lo que eran posiblemente los 20-30 mejores juegos de esa consola, todos de seguido. No olvidaré jamás la sensación que producía el estrenar un juego nuevo todos los sábados por la mañana, además tan buenos, era todo muy mágico, y ninguna consola me lo ha transmitido después esto jamás, y eso que era de 8 bits.
Posteriormente otro tío mío de Canarias nos visitó siendo adolescente ¡y me regaló una Megadrive!, de no ser por él nunca la habría tenido, pero si pudiera volver para atrás había comprado una Super Nintendo, con esos RPG de 80 horas, me tenían loco, pero en Megadrive no había nada parecido, está más dirigido al género arcade. Recuerdo cuando un chico con mucho dinero del colegio me prestó de golpe ¡17 juegos!. Fue el momento más feliz de mi adolescencia. Así era de desgraciado: mi felicidad dependía de si me llegaban más o menos cartuchos para jugar a las manos. Recuerdo comprar la revista Hobby Consolas todos los meses, y ser un auténtico experto en videojuegos, sabía todos los catálogos de todas las consolas, los estrenos de cada año/ mes etc... Luego resulta que me enteró que el director de Hobby Consolas actual ¡fue compañero mío de instituto!. Que cuando le dije que si se enteraban sus lectores de lo poco que le atraía el mundillo por secundaria se les iba a caer un mito jaja
Pero los videojuegos no me hacían feliz, y a veces todo era muy tedioso, aburrido y amargante. Nunca recomendaré a nadie que centren únicamente en ellos porque no es plan, si son solo una parte de tu vida o una de tus numerosas aficiones, bien, pero de lo contrario... mal asunto. Sobre todo a partir de los 15-16 años no merece la pena esto. Yo estuve hasta los 19 así, y puedo presumir de haber vivido toda las historia de los arcades desde sus inicios, posterior apogeo y fin, pero lo último que recuerdo es jugar al Driver 2, Tombi 2 y Metal Gear Solid de la PSX de mi hermano pequeño unas navidades donde no tenía nada mejor que hacer y solo me dediqué a jugar a estos tres juegos, el MGS me lo pasé después de las campanadas de nochevieja junto a mi hermano, fue la leche.
Estando de viaje en Lanzarote recuerdo pasar siempre por la misma tienda de música, y observaba las guitarras, había una de color morado que me llamaba mucho la atención, y me dije: ¿porqué no aprender a tocar el instrumento?. Y empecé a ir a clases, y a escuchar mucha música y a los grandes grupos, y esto me permitió empezar a socializar con los compañeros de facultad y empezar a salir de fiesta y cambiar mi vida para siempre, ¡para bien!. Pero también, muchos domingos por la tarde, que era siempre mi momento de descanso después de salir el finde, los dedicaba a recorrerme los salones recreativos de la ciudad, hablo de los primeros años de principios de este siglo, y el panorama era desolador, no había nadie en ellos, casi nadie jugaba, y eran solo el espectro de otra época del pasado mejor.
Ahora, en la actualidad, pienso que ojalá hubiera nacido unos años más tarde y haber sido millenial, y haber accedido por internet a los juegos que me hubiera dado la gana, a unos precios de risa, y a la música, cine , comics, libros, ... que me hubiera dado la gana, mi vida de adolescente habría sido más feliz, pena no haberlo tenido. Aunque los videojuegos actuales me horrorizan, son tan tan realistas, y hay poco sitio para la imaginación, y menos para las emociones, donde al clásico mando + botón de patada y salto hemos pasado a libros de instrucciones que más bien parecen el Quijote en arameo.
FIN
PD:
Cuando mi sobrino cumplió los 5 años, ¿creéis que le compré una Nintendo Switch de hoy en día?. No, le compré una Pandora Box repleta de arcades clásicos. ¿Y qué creeís que pasó?. Qué jugamos al primer Metal Slug, y estaba tan entusiasmado que me obligó a jugar al segundo después, y luego al tercero, y no continuamos porque nos teníamos que ir a la cama... y al día siguiente por la mañana me hizo jugar con él alos dos que quedaban de la saga, ¡así de bien se lo estaba pasando el tío!. Es lo que digo yo: la magia de los arcades nunca se volverá a repertir. Y esto es lo que le quiero transmitir a mi sobrino, los arcades que marcaron mi infancia, y el tan contento, y sé que es algo que siempre me agradecerá, ¡ya tendrá rato más tarde para jugar al FIFA de Playstation!
