Ernesto y Philippe

En la educación de Ernesto se había incluido una idea, la principal, que consistía en que una vida se medía por la capacidad de despuntar, de protagonizar, pero en su naturaleza tímida aquellos encargos chocaban con su forma de ser sin mezclarse. Ante la presión concibió la idea de hacer realidad los sueños de sus padres de una forma que no requiriera mucho esfuerzo ni una gran dedicación. La adolescencia comenzó como había terminado la infancia, dándole vueltas al asunto sin encontrar la solución, hasta que un día, tal como una revelación, se le apareció de forma clara.
De entre todas sus características personales la más llamativa, por lo que le parecía, era su estatura. No había día que no escuchara alguna alusión a ese tema. Con gran satisfacción de sus padres empezó a visitar la biblioteca cada tarde después de clases y allí se enfrascó en un monotema, y un mes después salió satisfecho y ya no volvió más.
Sería el asesino más alto del mundo.
Según la amplia bibliografía de la biblioteca, de todos los famosos asesinos en serie no había ninguno que lo fuera más que él.
Entró al mundo del asesinato con dedicación y al poco ya se podía considerar él mismo como asesino en serie, pero si nadie lo sabía era como si no lo fuera. Teniendo en cuenta que la medida de su valía residía en la cabeza de los demás tenía que delatarse, y lo hizo, y el mundo encerró en la cárcel a un hombre que había cumplido con los mandamientos que le habían inculcado desde la infancia. Si se arrepintió o no nunca lo sabremos.
Philippe, 20 años después, ojeaba revistas, libros guinness y toda clase de textos donde figuraran records con la ilusión de batir alguno y colgarlo en su perfil. Todo ello mientras esperaba crecer los quince centímetros que le faltaban.