La maldita A
Subido por Cuentos Musicales el 17/11/2011
Licencia Copyright
Descripción
Hoy he tenido un sueño.
Iba volando y me caía un gallo en la cara. En la panza llevaba un tatuaje: Metal Gótico.
Y empecé a caer yo también.
Iba para el suelo disparado, me seguía cayendo a toda ostia, el viento me daba en la cara, pero no paraba de darle vueltas a ese tatuaje: Metal Gótico, Metal Gótico, Metal Gótico...
Y ahí estaba yo, dándole vueltas al tema, moviendo las letras... Metal Gótico, Gotal Mético, Cometa Tigol, Come algo, tit... ¡sí!, eso iba a ser, tenía que estar relacionado con las últimas palabras que yo había dicho en el sueño, “Come algo, tita”, cuando le llevé una pata de cerdo asada a la mecedora. A ella le gusta comer patas asadas allí cuando todo el mundo se ha acostado. Pero a lo que vamos: faltaba una A. Ahí seguía habiendo un misterio.
0:45
Llamé por radio a unos tíos vestidos de negro que había en la ciudad que estaba debajo, con monos de goma y licra, todo mate, con gafas raras, modernas, como de visión nocturna, o tipo prototipos del ejército, y cinturones con cosas de soldados, y les di la orden KHH/77U, una muy chunga. Se subieron por las paredes de los edificios, entre los callejones, con botas muy chulas que se pegaban en las paredes más o menos, y pusieron mogollón de C4 por aquí y por allá.
Había un tic tac, que es típico de las películas para poner nervioso, y esto no es una película, pero lo había, para joderme más.
El gallo ya ni se veía, como yo estaba más gordo, caía más rápido que él. Pero no me hubiera servido para nada. Yo seguía mosqueado. Faltaba una A para que todo tuviera sentido.
Saqué una fotografía mental de la escena con mi tía, desde que abrí la puerta para llevarle la pata, para ver si allí había una A por algún sitio, pero nada. La cosa no iba por ahí. Seguro que la pista la tenía delante y no la veía.
Miré hacia las estrellas, y mira que había estrellas esa noche, pero tampoco. Uniendo unas con otras, como si fueran puntos, podía juntar una F, una T, una J, lo que tú quieras, incluso me pareció leer un poco más lejos “no te engolfes en el puticlub”, pero ni una A. Ya me estaba empezando a cabrear.
La ciudad olía a dinamita.
Yo caía como un cerdo. Pero no tenía ni chispa de miedo. Sólo estaba cabreado. No pensaba en el leñazo ni nada de eso, sólo en si me daría tiempo a solucionar el misterio.
Pensé en cómo lo resolvería Sherlock Holmes y me puse a tocar el violín fumando en pipa metiéndome cocaína, pero no se me ocurría nada de nada, luego pensé en la Señorita Marple, Poirot, y más detectives, pero ni una puñetera pista. Esto se tenía que resolver a lo bestia. Me crují los nudillos como Bruce Lee y me arranqué la parte de arriba. Bueno, me la quité y la doblé cuidadosamente, porque todavía quedaban en mí unas moléculas de Poirot. “Soryaaaaaaaa!!!”, y otras cosas de chinos, iba gritando agitando los brazos mientras caía, a ver si aparecía algo que me indicara el camino a la solución.
Entonces, abajo, empezaron las detonaciones. El brillo de cada explosión era una estrella diminuta que duraba un instante para luego hacerse mayor a medida que se extendía el fuego. Chispas, destellos, lenguas rojas que se dispersaban formando un dibujo... ¡oh!, ¡ahí estaba!, ¡joder, para eso servían los tíos de negro! Una hermosa y reluciente A gigantesca salía del anonimato. Seguro que se estaba riendo de mí por lo bajini. Sonreí. Ya me daba igual ocho que ochenta. Qué tranquilo se queda uno cuando todo tiene explicación.
Música: Vincent Price´s blues, de ZzAJeerF
https://www.hispasonic.com/musica/vincent-prices-blues/62889
Texto: Monster
Iba volando y me caía un gallo en la cara. En la panza llevaba un tatuaje: Metal Gótico.
Y empecé a caer yo también.
Iba para el suelo disparado, me seguía cayendo a toda ostia, el viento me daba en la cara, pero no paraba de darle vueltas a ese tatuaje: Metal Gótico, Metal Gótico, Metal Gótico...
Y ahí estaba yo, dándole vueltas al tema, moviendo las letras... Metal Gótico, Gotal Mético, Cometa Tigol, Come algo, tit... ¡sí!, eso iba a ser, tenía que estar relacionado con las últimas palabras que yo había dicho en el sueño, “Come algo, tita”, cuando le llevé una pata de cerdo asada a la mecedora. A ella le gusta comer patas asadas allí cuando todo el mundo se ha acostado. Pero a lo que vamos: faltaba una A. Ahí seguía habiendo un misterio.
0:45
Llamé por radio a unos tíos vestidos de negro que había en la ciudad que estaba debajo, con monos de goma y licra, todo mate, con gafas raras, modernas, como de visión nocturna, o tipo prototipos del ejército, y cinturones con cosas de soldados, y les di la orden KHH/77U, una muy chunga. Se subieron por las paredes de los edificios, entre los callejones, con botas muy chulas que se pegaban en las paredes más o menos, y pusieron mogollón de C4 por aquí y por allá.
Había un tic tac, que es típico de las películas para poner nervioso, y esto no es una película, pero lo había, para joderme más.
El gallo ya ni se veía, como yo estaba más gordo, caía más rápido que él. Pero no me hubiera servido para nada. Yo seguía mosqueado. Faltaba una A para que todo tuviera sentido.
Saqué una fotografía mental de la escena con mi tía, desde que abrí la puerta para llevarle la pata, para ver si allí había una A por algún sitio, pero nada. La cosa no iba por ahí. Seguro que la pista la tenía delante y no la veía.
Miré hacia las estrellas, y mira que había estrellas esa noche, pero tampoco. Uniendo unas con otras, como si fueran puntos, podía juntar una F, una T, una J, lo que tú quieras, incluso me pareció leer un poco más lejos “no te engolfes en el puticlub”, pero ni una A. Ya me estaba empezando a cabrear.
La ciudad olía a dinamita.
Yo caía como un cerdo. Pero no tenía ni chispa de miedo. Sólo estaba cabreado. No pensaba en el leñazo ni nada de eso, sólo en si me daría tiempo a solucionar el misterio.
Pensé en cómo lo resolvería Sherlock Holmes y me puse a tocar el violín fumando en pipa metiéndome cocaína, pero no se me ocurría nada de nada, luego pensé en la Señorita Marple, Poirot, y más detectives, pero ni una puñetera pista. Esto se tenía que resolver a lo bestia. Me crují los nudillos como Bruce Lee y me arranqué la parte de arriba. Bueno, me la quité y la doblé cuidadosamente, porque todavía quedaban en mí unas moléculas de Poirot. “Soryaaaaaaaa!!!”, y otras cosas de chinos, iba gritando agitando los brazos mientras caía, a ver si aparecía algo que me indicara el camino a la solución.
Entonces, abajo, empezaron las detonaciones. El brillo de cada explosión era una estrella diminuta que duraba un instante para luego hacerse mayor a medida que se extendía el fuego. Chispas, destellos, lenguas rojas que se dispersaban formando un dibujo... ¡oh!, ¡ahí estaba!, ¡joder, para eso servían los tíos de negro! Una hermosa y reluciente A gigantesca salía del anonimato. Seguro que se estaba riendo de mí por lo bajini. Sonreí. Ya me daba igual ocho que ochenta. Qué tranquilo se queda uno cuando todo tiene explicación.
Música: Vincent Price´s blues, de ZzAJeerF
https://www.hispasonic.com/musica/vincent-prices-blues/62889
Texto: Monster
Descargable
No