Un compañero de trabajo publica en su muro de Facebook: “A partir de ahora, se ha acabado: espectáculo de pago mal sonorizado o mal iluminado, hoja de reclamaciones al canto. Espectáculos infantiles, estáis avisados: los niños no son tontos y los padres tampoco”. Me gustan este tipo de sentencias porque en apenas un parágrafo hay muchísima información (y, en este caso, razón).
Hace poco ya escribí sobre la necesidad de empezar a ser críticos con la calidad de los conciertos y otros actos culturales a los que vamos, como técnicos y como público. Dos atrás reflejaba el dato que más del 60 % del público que asiste a conciertos considera que el sonido es malo. Pero ¿es peor que ocurra en eventos y actos infantiles o, mejor definido, familiares? A diferencia de un concierto convencional, justamente en estas actuaciones se está educando. No únicamente a través del guión, sino en el sentido real de lo que concierne a un espectáculo, sea del tipo que sea. Hay espectáculos familiares que son conciertos, otros que son obras de teatro, danza, etc. (e incluyo la Noche de Reyes, carnaval...). Pero el hecho que haya entre el público un numeroso grupo de menores de edad implica que necesariamente se está sentando precedente, se está educando a los más peques sobre lo que es este tipo de arte y expresión, a la vez que se reafirma esta educación a los mayores. El sólo hecho de entrar en silencio en un teatro y prepararse para lo que pueda ocurrir es ya motivo de respeto. Mir, el compañero, lo define muy bien en su sentencia: “los niños no son tontos”. Claro que no. Son ignorantes; y su ignorancia les hace más felices. No saben qué son los transductores, qué implicación tiene la arquitectura con la acústica, no entienden ni quieren entender qué supone un patrón polar cardioide o hipercardioide… Son tan ignorantes que únicamente aspiran a una cosa: emocionarse. Para ello recurren a lo que tienen en su mano: oídos, vista, sentidos. Todo lo que reciben supone, además, la base de su formación, tanto personal, como social. Y hacerlo en condiciones paupérrimas implica que aceptarán como estándar esas mismas condiciones a la larga.
Cuando esta compañía a la que Mir hace referencia eligió dos cajas Fender como sistema de PA principal y las colocó encima de una silla, cualquiera decidió que todo lo que tenían que decir y reproducir no tenía sentido. Decidieron que su producto, el que estaban vendiendo, no merecía atención alguna. Que ni el público merecía el respeto necesario aún sabiendo que su sueldo provenía de los bolsillos de todos y cada uno de los que tenían delante (él pagó 13 €) y de los que no, puesto que seguramente parte de su caché estaría subvencionado por alguna entidad pública.
Los espectáculos familiares y/o infantiles deben ser exquisitos en todo su sentido técnico y artístico. He colaborado en varios de ellos, con compañías que se toman my en serio todos los aspectos que incluyen su producto. Algunas miman con mero exceso des del guión pasando por cómo sonará, el nivel de presión sonora, la iluminación, la capacidad de buscar dinámicas que consigan emocionar a pequeños y grandes. Pero parece ser que son las pocas. Curiosamente, los cachés suelen ser el mismo.
Mir añade el concepto “de pago”. Es de justicia. Hay un producto a ofrecer y una clientela potencial. Además, en este tipo de espectáculos la entrada suele ser doble: el padre y el niño, cuando no la familia entera. Quizá el padre no tiene ganas de escuchar ese guión, pero lo hace para educar al pequeño, para llevarle a un mundo de emociones. Para esta compañía en concreto, el hecho que entre el público hubiera un técnico de sonido les ha conseguido la crítica. Mir también es consciente de lo difícil que es mantener una compañía de este carácter (colabora con algunas), pero no por ello reduce a la mínima y estúpida expresión el espectáculo, más bien al contrario.
Lo que estamos haciendo hoy será estándar para una generación entera. Si nuestro objetivo es potenciar y mejorar nuestro sector debemos cuidar las nuevas generaciones que serán la base de nuestro futuro. Sí, tenemos que conseguir que ese 60% de espectadores que hoy se quejan de la calidad de los conciertos tengan motivación para hacerlo mejor, para demandar lo que saben que se puede conseguir.
Debo terminar poniendo el acento en otro actor principal: quien contrata. Seguramente fue alguien del ayuntamiento quien programó ese espectáculo. Si a la compañía le daba igual su producto, al del ayuntamiento parece que también. En un momento en que la cultura, que es uno de los pilares fundamentales del estado del bienestar, está en entredicho, son las administraciones públicas las que deben tomarse más en serio sus objetivos, entre ellos la educación y cultura. Aquella persona que aceptó esa compañía para las coordenadas aquí explicadas debería dejar su puesto a alguien con carácter, con formación, con responsabilidad. Seguramente, años atrás esta persona vio estrenar esas cajas Fender, quizá encima del suelo… y esta vez tenía suficiente con alzarlas con un par de sillas. Es momento de empezar a denunciar.
Con más de 20 años de experiencia en los escenarios, es técnico de sonido especializado en FOH. Trabaja para bandas nacionales e internacionales como técnico de mesa, y es productor técnico para diferentes festivales y grandes eventos. Kinosonik es su estudio de sonido basado en plataforma digital. Le gusta compartir y le encanta aprender.