Posición en el ranking: 18773
Biografía: Nací en 1990. Soy aprendiz auditiva desde entonces.
Durante años me conformé con escuchar. En casa siempre fuimos amantes de la música, daba igual el género: cada uno tenía sus preferencias y eso enriquecía a los demás. Tenía tan metida la música en mi cabeza, … leer másque todos mis sueños y pesadillas tenían su banda sonora.
Cuando estaba por terminar el parvulario, descubrí la gran pasión de mi amigo de entonces: el piano. A mí me fascinaba verlo tocar y a él le encantaba cuando me inventaba las letras de las canciones que tocaba. Fue gracias a él que empecé a sentir una vorágine emocional positiva con respecto al piano. Aún hoy día, con que seas pianista ya me tienes bastante ganada. Pero yo no quería conformarme con solo mirar: quería aprender a tocar el piano. No pude: la situación socioeconómica de mi familia convirtió el piano en un imposible para mí. Frustrada, me dediqué a, simplemente, seguir conociendo canciones.
En realidad, perdí cualquier motivación relacionada con la música. Cantar y bailar eran dos actividades que dejé de hacer por placer para pasar a sentir vergüenza por ello. Solo me faltó la llegada del enemigo número uno de la asignatura de música: la flauta. No me suscitaba ningún interés y, además, la situación en casa se había complicado, por lo que no podía ensayar ni siquiera encerrada en mi habitación y pretender evitar su consiguiente bronca. Abandoné y cualquier resquicio de motivación quedó enterrado. Influyó bastante que en esa época empecé a despuntar en la escritura.
En secundaria, mi nueva profesora de música me dio la posibilidad de aprender a tocar la guitarra. Estuve dos años tocando, a la vez que componía. En mi nivel de principiante, sí, componía. Una vez, mi profesora nos hizo salir a un compañero y a mí al escenario de un garito que visitamos, porque quería que tocásemos el tema de blues que habíamos compuesto juntos. Me sentí genial. A mi padre le gustaba la idea de que yo tocase la guitarra, así que ya no había problemas para ensayar. Mi capacidad de escritura la fui desarrollando al mismo nivel para ir componiendo mis propias canciones con lo poco que dominaba de guitarra.
Pero cuando iba a iniciar el tercer año, el profesorado me prohibió continuar en pos de solucionar mis problemas con las matemáticas. Este hecho, sumado a que también me había apuntado a una academia para seguir aprendiendo y el profesor y yo no congeniábamos pedagógicamente... Abandoné de nuevo. De hecho, salí tan traumatizada de la experiencia que no quise volver a tocar nunca más.
Al mismo tiempo que esto pasaba, yo me había metido en el mundo del rap. Escribía raps y los cantaba a cappella porque no sabía hacer bases instrumentales por ordenador. Nunca grabé un tema propio debido a esta circunstancia (hacía poco que tenía ordenador por primera vez en casa, a duras penas manejaba Word y no estaba como para aprender sobre software musical avanzado). Con el tiempo también dejé de hacerlo porque las preferencias, las necesidades y las compañías cambian.
Con 20 años, me llegó una nueva oportunidad: conocí sobre la existencia de la ocarina. Algo me atrapó de aquel instrumento y me compré una. Todo estaba bien, había ocarinistas que me decían que tenía talento... Pero entonces me surgió un problema de hiperacusia. Cuando tocaba, me hacía daño al oído, así que tuve que dejar de tocar después de dos años.
Poco después, me hice amiga cercana de una chica que tenía un don para el canto. Me propuso ayudarme con este asunto. De repente, mi motivación regresó. En ese camino que duró poco más de un año, me quité miedos de encima, saqué un poquito de potencia, descubrí que era contralto... Y poco más. Pensé que no tenía habilidad para cantar. Había mejorado, sí, pero sentía que había tocado techo... Y no había logrado grandes cosas. En realidad, lo que pasaba era que mi amiga era muy buena cantante, pero no sabía de didáctica. De esto me enteré años más tarde.
Un tiempo después, por una asignatura de mis estudios postobligatorios, una hora a la semana estudiábamos solfeo. Aprendí algunos conceptos; pocos para los que fueron, dado que el profesor no era tan bueno enseñando. Pero hizo que me reconciliara un poco con la música. No mucho, puesto que también tocamos la flauta y volví a darme cuenta de que ese instrumento del demonio no era para mí.
Finalmente, pisé la universidad para estudiar Magisterio. En tercero hice una asignatura de didáctica de la música que me encantó, me cautivó muchísimo. Aprendí algo de teoría, aprendí bases de canto y aprendí a enseñar música a niños pequeños. Tomar esta nueva perspectiva, me abrió las puertas a un mundo nuevo y me permitió volver a la música. Inclusive trabajé mi TFG sobre el canto en infantes.
¿En la actualidad? Estoy a la espera de lograr los factores que me permitan estudiar teoría musical, canto, piano... Incluso me planteo volver a tocar la guitarra o hacer danza para solucionar problemas de equilibrio y coordinación corporal que tengo. Si llego a dominar alguna de estas áreas, a lo mejor podría ampliar estudios y orientarlos a la enseñanza musical. Pero de momento está todo en stand by. contraer
Durante años me conformé con escuchar. En casa siempre fuimos amantes de la música, daba igual el género: cada uno tenía sus preferencias y eso enriquecía a los demás. Tenía tan metida la música en mi cabeza, … leer másque todos mis sueños y pesadillas tenían su banda sonora.
Cuando estaba por terminar el parvulario, descubrí la gran pasión de mi amigo de entonces: el piano. A mí me fascinaba verlo tocar y a él le encantaba cuando me inventaba las letras de las canciones que tocaba. Fue gracias a él que empecé a sentir una vorágine emocional positiva con respecto al piano. Aún hoy día, con que seas pianista ya me tienes bastante ganada. Pero yo no quería conformarme con solo mirar: quería aprender a tocar el piano. No pude: la situación socioeconómica de mi familia convirtió el piano en un imposible para mí. Frustrada, me dediqué a, simplemente, seguir conociendo canciones.
En realidad, perdí cualquier motivación relacionada con la música. Cantar y bailar eran dos actividades que dejé de hacer por placer para pasar a sentir vergüenza por ello. Solo me faltó la llegada del enemigo número uno de la asignatura de música: la flauta. No me suscitaba ningún interés y, además, la situación en casa se había complicado, por lo que no podía ensayar ni siquiera encerrada en mi habitación y pretender evitar su consiguiente bronca. Abandoné y cualquier resquicio de motivación quedó enterrado. Influyó bastante que en esa época empecé a despuntar en la escritura.
En secundaria, mi nueva profesora de música me dio la posibilidad de aprender a tocar la guitarra. Estuve dos años tocando, a la vez que componía. En mi nivel de principiante, sí, componía. Una vez, mi profesora nos hizo salir a un compañero y a mí al escenario de un garito que visitamos, porque quería que tocásemos el tema de blues que habíamos compuesto juntos. Me sentí genial. A mi padre le gustaba la idea de que yo tocase la guitarra, así que ya no había problemas para ensayar. Mi capacidad de escritura la fui desarrollando al mismo nivel para ir componiendo mis propias canciones con lo poco que dominaba de guitarra.
Pero cuando iba a iniciar el tercer año, el profesorado me prohibió continuar en pos de solucionar mis problemas con las matemáticas. Este hecho, sumado a que también me había apuntado a una academia para seguir aprendiendo y el profesor y yo no congeniábamos pedagógicamente... Abandoné de nuevo. De hecho, salí tan traumatizada de la experiencia que no quise volver a tocar nunca más.
Al mismo tiempo que esto pasaba, yo me había metido en el mundo del rap. Escribía raps y los cantaba a cappella porque no sabía hacer bases instrumentales por ordenador. Nunca grabé un tema propio debido a esta circunstancia (hacía poco que tenía ordenador por primera vez en casa, a duras penas manejaba Word y no estaba como para aprender sobre software musical avanzado). Con el tiempo también dejé de hacerlo porque las preferencias, las necesidades y las compañías cambian.
Con 20 años, me llegó una nueva oportunidad: conocí sobre la existencia de la ocarina. Algo me atrapó de aquel instrumento y me compré una. Todo estaba bien, había ocarinistas que me decían que tenía talento... Pero entonces me surgió un problema de hiperacusia. Cuando tocaba, me hacía daño al oído, así que tuve que dejar de tocar después de dos años.
Poco después, me hice amiga cercana de una chica que tenía un don para el canto. Me propuso ayudarme con este asunto. De repente, mi motivación regresó. En ese camino que duró poco más de un año, me quité miedos de encima, saqué un poquito de potencia, descubrí que era contralto... Y poco más. Pensé que no tenía habilidad para cantar. Había mejorado, sí, pero sentía que había tocado techo... Y no había logrado grandes cosas. En realidad, lo que pasaba era que mi amiga era muy buena cantante, pero no sabía de didáctica. De esto me enteré años más tarde.
Un tiempo después, por una asignatura de mis estudios postobligatorios, una hora a la semana estudiábamos solfeo. Aprendí algunos conceptos; pocos para los que fueron, dado que el profesor no era tan bueno enseñando. Pero hizo que me reconciliara un poco con la música. No mucho, puesto que también tocamos la flauta y volví a darme cuenta de que ese instrumento del demonio no era para mí.
Finalmente, pisé la universidad para estudiar Magisterio. En tercero hice una asignatura de didáctica de la música que me encantó, me cautivó muchísimo. Aprendí algo de teoría, aprendí bases de canto y aprendí a enseñar música a niños pequeños. Tomar esta nueva perspectiva, me abrió las puertas a un mundo nuevo y me permitió volver a la música. Inclusive trabajé mi TFG sobre el canto en infantes.
¿En la actualidad? Estoy a la espera de lograr los factores que me permitan estudiar teoría musical, canto, piano... Incluso me planteo volver a tocar la guitarra o hacer danza para solucionar problemas de equilibrio y coordinación corporal que tengo. Si llego a dominar alguna de estas áreas, a lo mejor podría ampliar estudios y orientarlos a la enseñanza musical. Pero de momento está todo en stand by. contraer
Artistas favoritos: No van necesariamente por orden de preferencia:
- Nobuo Uematsu
- Yoko Kanno
- Joe Hisaishi
- Yoko Shimomura
- Kotaro Nakagawa
… leer más - Kenji Kawai
- Bruce Springsteen
- Andrea Bocelli
- Wolfgang Amadeus Mozart
- Paco Ibáñez
- Joan Manuel Serrat
- Dover
- David Oistrakh
- Yo-Yo Ma
- Stephen Kovacevic
- James Rhodes
- Martin Fröst contraer
- Nobuo Uematsu
- Yoko Kanno
- Joe Hisaishi
- Yoko Shimomura
- Kotaro Nakagawa
… leer más - Kenji Kawai
- Bruce Springsteen
- Andrea Bocelli
- Wolfgang Amadeus Mozart
- Paco Ibáñez
- Joan Manuel Serrat
- Dover
- David Oistrakh
- Yo-Yo Ma
- Stephen Kovacevic
- James Rhodes
- Martin Fröst contraer