“El que sólo de música sabe, ni de música sabe”
He olvidado muchísimo contenido de aquellas largas clases de historia de la música que recibía a primera hora de la mañana, casualmente en los días posteriores en que tenia ensayos hasta altas horas de la madrugada. Pero hubo cosas muy importantes que aprendí en ellas o que reforzaron pensamientos que se me sugerían. Recuerdo muy bien al profesor iniciar una clase a partir de esta máxima griega: “El que sólo de música sabe, ni de música sabe” y hacernos reflexionar sobre ello. En la antigua Grecia la enseñanza multidisciplinar, a parte de enriquecer a la persona, pretendía compensar el efecto de unas disciplinas sobre otras (creo que algo similar ya comenté en un artículo anterior). Por ejemplo, creían que un exceso de actividad física podía desarrollar hombres demasiado rudos y que demasiada actividad artística podía generar hombres blandos o demasiado“sensibles”... (ya me entendéis...)
Por otro lado este tipo de enseñanza perseguía complementar unas con otras. Se entendía que de algún modo estaban conectadas y sin el aprendizaje de una no se completaba el aprendizaje de la otra, aunque estas tuvieran poco que ver entre sí directamente.
Sobre esta última idea me gustaría hablar, tengo el convencimiento de que todo lo que uno vive, todo lo que uno aprende (para bien y para mal), toda experiencia en definitiva enriquecerá nuestra actividad artística. Algo más allá de lo que en principio resulta bastante obvio.
Recuerdo como en una clase magistral de guitarra,el músico de Jazz, docente y compañero Joan Soler, animaba con insistencia a sus alumnos a escuchar otros instrumentos que no fueran la guitarra. Esas palabras me parecieron geniales, son algo que ha madurado en mí con el tiempo y que he llegado a convertir en una idea propia.
Escuchar sólo a guitarristas no nos va a impregnar de una formación completa ante lo que podemos hacer con nuestro instrumento, esta formación se irá completando escuchando como tocan saxofonistas, pianistas y un etc tan largo como instrumentos existen. Conocer la capacidad expresiva de otros instrumentos, sus articulaciones y posibilidades sonoras ampliarán nuestro lenguaje y nuestro horizonte como intérpretes, tanto si somos flautistas, violinistas, teclistas, baterías o etc.
Pero este es sólo un ejemplo de lo que representa la frase que da título a este post. De hecho es imposible que este artículo pueda abarcar la totalidad del contenido que encierra esta idea y sus diferentes maneras de entenderla.
Había otro comentario en la anterior entrada muy significativo y que relataba una percepción que la mayoría hemos tenido en muchas ocasiones. Explicaba como la música de algunas bandas era mucho mejor en sus primeros discos que en los siguientes, en los que se apreciaba como sus ideas se agotaban, quizá por la presión discográfica para completar nuevos álbumes o por la falta de formación que les permita vestir sus pensamientos musicales de otros colores y formas. La sensación que yo he percibido con estas bandas (estaría feo poner ejemplos, además creo que serían demasiados...:P ) es como si en sus primeras canciones condensaran o sintetizaran todas las experiencias vividas hasta la fecha y luego ya no hicieran más que repetir lo mismo. Pero no estoy convencido de que sea esto que digo lo que realmente sucede. Pienso que si el músico tiene la suficiente formación, o no deja de aprender y cultivarse, esta “decadencia” no tiene porque ocurrir, aunque las ideas sean las mismas. Porque esto es algo que no suele ocurrir en géneros más complejos como la música “clásica”, donde se usan muchas más herramientas y donde los compositores van dando a luz sus mejores obras conforme avanza su carrera. Quizá solo tengan un sentimiento que contar, pero cada vez lo cuentan mejor.
Sí, muchos artistas apenas han usado más que una fuente de inspiración para toda su obra (un buen puñado parece que necesiten sufrir un mal de amores tras otro para poder escribir una sola nota), pero sus experiencias y formación les han ayudado a comunicarlo de diferentes maneras.
A mi personalmente hay cosas que nada tienen que ver con la música pero que despiertan mi creatividad para componer. Quizá para exponer los sentimientos de siempre, pero de una manera más creativa (o a mí al menos me lo parece). Recuerdo, por ejemplo, una época en la que me dió por ver capítulos de la serie Flying Circus, de los humoristas ingleses Monty Python´s (me encantan). Su creatividad surrealista, las situaciones impredecibles que se sucedían, no hacían más que estimularme para sentarme a escribir música.
Me llama mucho la atención como esto también me pasa con la publicidad, uno de los medios, para mí, en los que más se desarrolla la creatividad hoy en día. En ocasiones, me encuentro con un anuncio que me llama la atención o me sorprende más de lo habitual por su originalidad, o impredecibilidad. En ese momento me entran ganas de sentarme al teclado o de ponerme a retorcer knobs... Imagino que es una forma de comunicar mediante el lenguaje que yo utilizo, la música, aquella idea que me ha llamado la atención, o la sensación creativa que me ha producido.
Lo mismo me ocurre (y con mucha más fuerza) cuando tengo una experiencia emotiva importante en mi vida, sea positiva o negativa. Más tarde o más temprano acabará apareciendo, de un modo u otro, en la partitura. Pero entiendo que esto es algo bastante más convencional.
También el trabajar sobre otros estilos de música diferentes al mío, o el disfrutar de tipos de arte que no tienen nada que ver con lo musical me ha ayudado iniciar nuevas ideas o completar algunas que ya tenía. Creo que es cierta la frase que dice que “de todo se aprende”, pero desde el punto de vista artístico, lo considero casi una verdad mágica.
Quizá la creatividad sea algo contagioso. Si es así, por desgracia, lo contrario también lo es. Eso explica muchas cosas... ;)
Vivir, tener experiencias en definitiva, debe ser parte de la formación de cualquier persona y esto, desde mi punto de vista, es particularmente importante para quienes, mediante un lenguaje abstracto como lo es la música, pretenden comunicarse con los demás.
El que sólo de música sabe probablemente no haya aprendido que de la música hay que saber algo más que música para hacer música (valgan las redundancias) en toda la extensión de la palabra.
A partir de aquí se abre un camino que puede contener variados puntos de vista sobre el que se puede debatir y divagar mucho. Yo lo haré sólo sobre una idea, y esta idea es que las experiencias que uno puede tener en la vida y que a uno le van a alimentar como artista (y ya de paso como individuo) son muy relativas. Hay quien necesitará para “inspirarse” dar la vuelta al mundo, para otro sera suficiente con que le sonría la panadera de la esquina :). Lo verdaderamente importante es que nuestra vida nos estimule, para que nuestra música nazca a partir de esos estímulos. Mejor que no tengamos que sentarnos a pensar y cavilar sobre que temática componer y que sean las cosas que queremos (necesitamos) expresar las que se amontonen y formen largas colas en nuestra cabeza.
Como en todo, si no tienes nada que contar, mejor que no digas nada. Pero si tienes cosas que decir, no te las guardes para tí, conviértelas en arte y cuéntaselas al mundo.
A menudo las pequeñas cosas son en realidad las más grandes (apreciación personal, por supuesto) y me parece a mí que esto la gente que se dedica a la música y que suele ser bastante sensible y receptiva con los pequeños detalles lo percibe. Y esas pequeñas cosas quizá sean algunas de las que “debemos saber” para “saber” realmente de música.
Juan Ramos