BAC escribió:
si nos pararamos a reflexionar, el responsable no es el currito con el que estás hablando, sino el cabrón que ha decidido que el empleado que no engañe a 10 pringaos al mes, se va a la puta calle.
la misma obligación que tenía yo en cierta empresa en la que trabajé y la misma obligación de la chica de una tienda de moviles que me intentó vender un seguro para un movil el otro dia...
y los teleoperadores que te ofrecen promociones de telefonía movil? el otro dia a mi primo le vendieron un bono de no se que minutos por 5 euros, solo había que hacer la cuenta para ver que salía a unos 13 centimos minuto, porque ese teleoperador no le dijo... oye pillate mejor una tarjeta de pepephone que tienen una tarifa de 7 centimos minuto y así te sale a mitad de precio... porque si lo hace se va a la puta calle...
y dime... a cuanta gente has engañado tu trabajando en telepizza?
tranquilo, no hace falta que me respondas a esto, me llega con que seas sincero contigo mismo.
Yo este reparto de responsabilidades que propones no lo veo tan claro, Bac. El comercial que me propone firmar un contrato de telefonía móvil y, para convencerme, omite deliberadamente información fundamental , está tratando de engañarme y la presión a que puedan someterle sus superiores no justifica su conducta. Del mismo modo, el empleado de banca que trata de colocar un producto financiero de alto riesgo a un anciano que apenas ve ni entiende lo que firma, no es menos estafador porque le obliguen a ello sus superiores. Pretextar la presión recibida para negarnos a asumir la responsabilidad sobre nuestros propios actos, o excusarnos argumentando que, al fin y al cabo, la falta de ética personal es algo común y corriente, me parece cobarde, además de pueril.
En las antípodas de esa actitud,
este hombre me parece un verdadero valiente, alguien que al final supo decir basta, asumir las consecuencias, y continuar su vida decentemente, con dignidad, la cabeza bien alta y la conciencia tranquila:
Carlos Roldán, taxista y coleccionista de 'contras'
¿A qué se dedica usted?
Al taxi. Hace siete meses.
¿Y antes?
Fui 30 años directivo informático en entidades financieras. Hasta que no pude más.
¿Por qué no pudo más?
Me disgustaba mucho ser cómplice de un trabajo que contrariaba mis convicciones.
¿Qué trabajo?
Gestionábamos seguros, y me dolía asistir a tantas arbitrariedades, me dolía ver a personas de carne y hueso perjudicadas por la letra pequeña, presenciar injusticias...
Quizá es usted demasiado sensible...
Me alteraba también la ineptitud de los directivos, verles tomar decisiones trascendentes sin calibrar bien las consecuencias.
¿Tan frívolos eran sus jefes?
Tipos enfermos de másters, con alma de tiburón, sin escrúpulos, fingiendo ser muy entendidos..., ¡pero muy ignorantes y torpes, firmando medidas que ni entienden!
Haberse limitado a cobrar y no mirar.
Llegaba a casa y me sentía fatal. Y el domingo por la tarde, qué tormento... No era feliz.
¿Ganaba usted un buen sueldo?
¡Buenísimo! Pero, al filo de una depresión, ¿para qué quería dinero si vivía infeliz?
(...)
Ojalá todos siguiéramos su ejemplo. Otro gallo nos cantaría.